En los últimos años las librerías argentinas se vienen llenando de biografías y ensayos sobre artistas de rock argentino. Pero es cierto que toda esa bibliografía siempre aborda músicos hombres y las mujeres aparecen, si es que lo hacen, apenas mencionadas. A cubrir ese bache histórico llegó Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020 (Marea Editorial), el primer libro que reúne a aquellas músicas que también formaron parte de esta cultura.
A Romina Zanellato, periodista musical autora del libro, la primera inquietud le surgió en los encuentros con sus amigas al darse cuenta de que tenían mucha más noción sobre la genealogía de la memoria feminista en otros aspectos pero no en la música. Y luego hubo un quiebre muy concreto cuando, al ser invitada por el periodista Pablo Schanton a coordinar una mesa de debate en la que también estaba Juana Molina, la cantante mencionó a Gabriela y la periodista creyó que se trataba de María Gabriela Epumer. “Cuando la corregí, Juana me dijo “no, Gabriela, la primera mujer del rock argentino”. Este sopapo público me dio tanta vergüenza que me di cuenta que tenía que revertirlo. Me puse a buscar información, no la encontré y entonces me dije: tal vez lo tenga que hacer yo. Así nació el libro” recuerda hoy.
-¿Cómo fue el proceso de investigación para recopilar esa información casi inexistente?
-Entrevisté a mucha gente, leí un montón de libros y revistas pero también me encontré con una falta de documentación notable. Por ejemplo reconstruir la historia de Cristina Plate, que fue la primera que grabó un simple en el ecosistema del rock, fue dificilísima. Ella siempre aparecía mencionada porque cuando Mandioca presentó su sello a través de tres singles, era una de las artistas pero la historia siempre se centró más en Manal y Miguel Abuelo que eran los otros dos. Es más, cuando hacían referencia a ella se la señalaba porque era modelo o por su carácter jodido, siempre había una crítica. Las pocas notas que se le hicieron en ese tiempo son interesantes porque ella ya muestra sentirse cuestionada, invalidada y desplazada por el entorno, expresaba su bronca porque no la dejaban hacer lo que ella quería.
-A lo largo de la historia, sobre esos primeros años del rock, siempre se habló más que nada de Gabriela aunque hubo otras chicas en el rol de musas o incluso groupies.
-Sí porque ella es la primera que el canon la aceptó por su imagen campestre y maternal, era una chica bien y salía con Edelmiro Molinari (guitarrista de Almendra). Todas las demás que eran disruptivas no estaban documentadas pero ese obstáculo fue muy motivador para mí. Yo tenía mucha preocupación por documentar absolutamente todo para hacerlo un texto riguroso y de consulta, que se sepa que eso estaba pero desplazado del eje central. El mundo del periodismo de rock es muy difícil y yo no soy una periodista súper enciclopédica, súper fanática, no escucho la música así. Entonces sabía que esa vara, al ser mujer, iba a ser mucho más exigente que si lo hubiera escrito un tipo.
Dividido en décadas, el libro cuenta en casi quinientas páginas las historias de muchas referentes conocidas como Patricia Sosa, Sandra Mianovich, Fabi Cantilo, Marilina Bertoldi o Hilda Lizarazu. Pero también descubre a La Maga Carola, la primera blusera argentina, reinvindica a las punks como Pat Pietrafiesa o Pila Jackson, rememora a las heavies como Leonor Marchesi y recuerda a las indies como Rosario Bléfari. La periodista neuquina también descubrió y se enamoró de grandes discos como El Ciudadano (1983) de Diana Nylon el cual no entiende cómo no sonó al nivel de Los Twist o Virus. “Las mujeres quedaron desplazadas de la historia oficial porque la sociedad es machista; cualquier cosa que vos quieras estudiar y ver cómo era, vas a encontrar textos escritos sobre varones. Entonces parte de la responsabilidad feminista es hacer una memoria de nuevo, de las voces que no estaban. Todas las que entrevisté me dijeron que la resistencia más grande que encontraban era con los periodistas de rock y los medios fueron los que las hicieron sentir más desplazadas o pasar peores momentos, no fue el público ni los otros músicos. Y eso para mí fue muy heavy porque yo soy periodista y lo confirmé cuando salió el libro porque a la mayoría de los periodistas del canon del rock no les importó en lo más mínimo”.
-¿Sentís que en los medios de comunicación y en la industria musical todavía falta una apertura mayor hacia las mujeres?
-Por supuesto. Cuando hubo escraches, las redacciones no supieron cómo escribir sobre abuso sexual y todas se equivocaron porque son todos chabones los que están en esas redacciones. Yo colaboro con Rolling Stone, me encanta y veo que hay un proceso de apertura pero en la redacción siguen siendo todos tipos. Hay una crisis muy grande en los medios de comunicación tradicionales porque se resisten a incorporar a periodistas feministas. Y esto provocó que el público tome dos posiciones: hay quienes quieren que siga todo como antes y no toleran que haya una mina y al mismo tiempo hay quienes dicen que no van a escuchar determinado medio si no hay una mina que les hable. El periodismo de rock es muy conservador y es el que menos ha cambiado, las situaciones de apertura que hubo fueron muy a regañadientes y muy a su pesar. Muchos se piensan que por tener pito pueden escuchar Radiohead de una manera distinta a la mía.
Justamente ante la falta de voces masculinas en el libro, la periodista asume esa decisión como premeditada pues “no me interesaba darle el micrófono a varones para que expliquen o se excusen, esa posibilidad ellos la tuvieron siempre. Sí me parecía importante mostrar la producción de estas mujeres, lo que hicieron los varones ya se sabe, ¿cuántas veces más van a revisitar en libros a Charly García o a Spinetta?”. Y va más allá al afirmar que “el rock está en la situación en la que está porque ellos no abrieron el juego a nadie más, los varones dicen qué está bueno y qué no y escuchan a otros hombres que son sus amigotes”.
-¿Creés que esto está cambiando un poco con las nuevas generaciones? Los jóvenes ya no piensan tanto en términos de divisiones por géneros.
-Yo creo que hay dos cosas: un núcleo duro de viejos rockeros que la resisten con uñas y dientes y van a morir aferrados a Pappo’s Blues y los artistas de menos de 25 años que se plantan de una manera más humanizada y con menos aspiraciones de idolatría. También hay una movida cada vez más grande de público interesado en escuchar a artistas mujeres, lesbianas y disidencias; hay una renovación hacia ese lado y hacia la música urbana. Para mí eso es espectacular, tantas décadas de escuchar los mismos discursos y los mismos puntos de vista que una vez que hay una representación más amplia sobre el escenario me parece maravilloso.
Ante este panorama quizás el desafío para el futuro es ver si esta naciente pluralidad de opciones logra generar un circuito con distintas escenas y si eso trasciende a la masividad o se queda en el under. Entusiasmada ante esta situación, Romina también desea que “las nuevas generaciones escuchen a Gabriela o Mirtha Defilpo y que hagan covers de ellas. Yo escribí el libro por una sensación de responsabilidad y creo que si no conocemos nuestra propia historia, hay algo de nuestra identidad que no está incorporada en una. Conocer quienes vinieron antes que nosotras es fundamental para poder ejercer nuestro lugar en el hoy con responsabilidad y conciencia.”