"Fue un trabajo muy grande para buscar los orígenes de las primeras que grabaron una canción o un disco y fueron haciendo carreras. Fui viendo las trabas que tuvieron a lo largo de la historia y que siguen teniendo. La primera que grabó un disco se llama Gabriela Parodi (1972) y la primera que grabó un simple es Cristina Plate (1969). Ahí arranca y no se detiene hasta hoy. En los 80' explotan, como todo el rock nacional, y después ocurre que las mujeres fueron desplazadas al under y unas muy pocas fueron reconocidas.
Entrevisté a más de 50 músicas y trabajadoras de la música y lo que me fueron contando es que en las grandes discográficas o los programadores que hacían festivales, es decir en los espacios de poder donde se decidía qué iba a sonar, respondían: 'una chica ya tenemos' o 'una mujer ya hay'. Entonces si tocaba, por decir, Fabiana Cantilo ya estaba. Salvo que hicieran una noche de chicas.
Hubo mucho estigma de que las mujeres no vendían, pero si no hay nadie que invierta en vos, te pague por tu trabajo y difunda tu material, por supuesto que no va a haber público.
Hablé con muchas que estuvieron en el backstage, como sonidistas, fotógrafas o incluso la agente de prensa, que fue el rol femenino dentro de la industria, mientras el manager es siempre varon. A las que son managers también les cuesta mucho porque tienen que disputar espacios de poder. Para mí fue muy importante entrevistar a Paula Maffia y que esté en la tapa porque es el futuro y viene de la autogestión. Ella entendió que mientras más mujeres aparezcan en los espacios musicales, más mujeres habrá en un futuro. Por eso hay que organizarse.
El libro está estructurado por décadas. A partir del 2000 empiezo a seleccionar por géneros o movidas que me empezaron a llamar la atención. Entonces hay distintas experiencias que me fueron contando. Por ejemplo, las chicas del punk que son las primeras que se acercan al feminismo, que es distinto al reggae y otros subgéneros. Las chicas del punk la tenían clarísimo 20 años antes que el movimeinto feminismo, que tuvimos que esperar el Ni Una Menos o un montón de otras cosas.
Creo que el machismo en el rock es igual a la sociedad entera. Es igual a un espacio de poder donde uno quiere avanzar en su trabajo: son las mismas problemáticas, como varones que te piden favores para que puedas llegar a ciertos lugares, envidias, trabas, despretigios o infantilización. Me lo han dicho: cuando alguien del público se sorprendía por lo que hacían, les decían 'tocás como un hombre'.
En el libro incluí el caso de Cristian Aldana, cantante y guitarrista de El otro yo, porque cubrí todo el juicio y presencié las audiencias. Para mí es muy importante y emblemático en el rock, porque es el primer y único juzgado del rock. Hizo que ciertas cosas se cayeran, sacar las caretas y mover todo eso que nos estaba haciendo tan mal y no permitía que el rock avance".