Por Angel Berlanga
Un rosario de desencantos, un catálogo de rupturas y de caminos que se bifurcan: eso podría ser Sola otra vez, un libro que contiene cuarenta y siete relatos cortos en los que se da cuenta, sobre todo, de las variantes con las que algo que amaga para amor/romance desemboca, tarde o temprano, en desilusión, dolor, indiferencia. “No sé si se puede ver al otro realmente, no sé si es posible comunicarse en una relación”, dice la narradora y dramaturga Patricia Suárez en un bar de San Telmo. Publicados inicialmente en su blog (www.discretoencanto.blogspot.com), estos textos aparecen reunidos en el volumen que edita Marea, dentro de la Colección Náufragos. “Me acostumbré mal todo este último tiempo, a querer poco y a que me quieran poco”, anota la escritora en Sueño 4. Cada historia, narrada en primera persona, avanza veloz por lo significativo de cada relación y desemboca en un tropiezo y/o caída que hasta puede contener un toquecito de humor, pero la sensación final que deja el libro es de golpiza, de alma machucada. “Sí, el resultado es tremendo, triste”, dice Suárez.
“Las ‘relaciones’ son ahora el tema del momento y, ostensiblemente, el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos.” La frase es del sociólogo Zygmunt Bauman y pertenece a Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, un libro ideal para leer a la par de Sola otra vez. Hasta los títulos sintonizan. Pero si el polaco explica, hace teoría, generaliza, la rosarina va derecho al núcleo de cada caso concreto; la primera persona, además, sumada a la alusión a los personajes a través de iniciales, genera una sensación de carácter autobiográfico que ella ratifica. El libro está organizado en siete partes: Parental, Amores, Bebés, Hombres que hablan (piedra en el zapato para el andar del libro), Sueños, Amigas y Rupturas. “Una amiga a la que se lo mandé me dijo, enseguida: Qué raro esto de verse como personaje. ¡Me olvidé de avisarle que una historia está protagonizada por ella!”, dice Suárez, que oscila entre la inquietud en torno de la reacción tras la lectura de, por ejemplo, la ex suegra o del ex marido, y el ¡má sí! que habilita Los secretos de Harry, aquella película de Woody Allen en la que el protagonista se valía de anécdotas y miserias de parientes y amigos para usar en sus novelas. La escritora dice que nunca había escrito algo tan autobiográfico y que se embroncaría si tuviera que mentir para no herir susceptibilidades de personas cercanas. “Como escritora le tengo un poco de temor a la falta de distancia respecto del uso de unos materiales tan personales”, cuenta, y explica que evitó cada rasgo que pudiera conducir al tono superado de los personajes de Maitena: “Me hace reír mucho, me encanta, pero no soy una superada. En el rubro soy, más bien, desgraciada”.
Patricia Suárez nació en 1969, es autora de varias obras de teatro premiadas –Valhala, Las polacas, Edgardo practica y Cosima hace magia, La bámbola–, de las novelas Perdida en el momento (Premio Clarín) y Un fragmento en la vida de Irene S. y de los libros de cuentos Rata paseandera y Esta no es mi noche. Un origen posible de Otra vez sola, cuenta, es la película Diez pequeñas historias de amor, de Rodrigo García –hijo de Gabriel García Márquez–. “Son pequeños monólogos, con cámara fija al rostro, de actrices contando historias minimalistas –explica–. En el segundo de esos relatos una mujer de color cuenta que sale con un argentino que le hace de todo, un cretino. Su voz me inspiró mucho, me quedó dando vueltas, y de ahí fueron saliendo unos monólogos que, de a poco, fui subiendo al blog. Si en el relato literario tradicional el tema es la gran pasión, acá, por el contrario, pensé que el tema sería la cosa pequeña que se desvanece.” Suárez dice que fue para ella un trabajo de experimentación y que buscó, en el tono, distanciarse “de los relatos humorísticos en torno del amor que pueblan las revistas femeninas, a lo Gabriela Acher, con todo el respeto que me merece”.
“Un desafío formal fue narrar como se cuenta un sueño en terapia: en primera persona y siempre en tiempo presente –dice–. Uno sigue viendo esa imagen, tiene vigencia.” ¿Por qué decidió contar así? “Supongo que no quise justificar nada –responde–. No quise explicitar por qué cada personaje actúa como actúa en cada historia. En un punto son como crónicas: voy a los hechos y cuento de la manera más poética posible. Si me agarrás con una cerveza encima me voy por las ramas contándote; si charlara con una amiga surgirían preguntas del tipo ¿Vos pensás que me habrá querido decir tal cosa o tal otra? Pero acá eso está podado. En realidad no sé hasta qué punto uno puede saber cómo es el otro, porque la mirada siempre está investida de una idea o de una fantasía propia, preconcebida. En Hollywood todo es rápido: se conocen, se quieren o no, se separan o no, y ya está. Pero no aparece esto que pasa ahora: No estoy segura de lo que siento, por ahí quisiera estar sola pero no sé. El tiempo va pasando y el otro se va modificando en tu incertidumbre.”
Bauman, otra vez, al prologar su libro, se refiere al de Suárez: “Los protagonistas de este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por relacionarse. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del estar relacionados, y particularmente de estar relacionados para siempre, por no hablar de eternamente”.
Algunas frases sueltas de Sola otra vez: “Mi marido dice que estoy mal hecha”; “Lamento muchísimo pero vamos a tener que dejar de vernos”; “El domingo él va a sacar las cosas de casa”; “El amor es el juego de perder”. “Cuando tenía veinte años a lo mejor era más crédula y me parecía que existía el amor eterno –dice Suárez–. No sé si antes se valoraba más al sexo, pero sí se suponía que te vinculaba con alguien. Me parece bárbaro que al sexo se lo considere un medio de diversión, pero por otro lado tampoco hay que perder de vista sus otros componentes: te reproducís. O te podés morir de sida. Es como si al querer hacerlo sin ningún tipo de pecado, ni culpa ni nada, pura diversión, se borraran esos otros componentes. Eso sí, no creo que éste sea un libro moral. No puede serlo: ¡Si yo no tengo ninguna moral!”