En momentos de desasosiego, como el presente, retomar algunas fuentes puede ordenar ciertas coordenadas capaces de brindar perspectivas necesarias a fin de pensar pautas de acción. Saturada por el mito, la frivolidad o el olvido, la figura de Eva Duarte de Perón recupera modalidades inaugurales de construcción política difíciles, mas no imposibles de rescatar de la erosión provocada por el paso del tiempo. Pionera en hablar de Revolución, en reconfigurar la lucha de los trabajadores, en incorporar la impronta feminista en la vida pública, en reperfilar la relación entre las clases sociales, en privilegiar la solidaridad sobre la acumulación. Bajo la premisa general “donde hay un necesidad hay un derecho”, su práctica social se actualiza cuando los derechos se avasallan y las necesidades se multiplican en forma apabullante. Como ahora.
Publicada por primera vez en 1984, la biografía novelada Eva Perón de la jujeña Libertad Demitrópulos (Libertador General San Martín, 1922- Buenos Aires, 1998), además de un clásico, constituye una visión peronista, apta para que las nuevas generaciones recorran una existencia volcada por entero a la política, no menos que para los mayorcitos actualicen su enfoque acerca de un personaje que, aunque no lo sepan, cambió la vida de todos. Abundan las publicaciones, series, películas que recortan con pretensión de objetividad o lujuria fantasiosa esa corta existencia. Ninguna con la pasión, el lenguaje llano, la amenidad de la apología de Demitrópulos. Podrá observarse su gramática, la selección de las múltiples fuentes, las versiones respecto a acontecimientos acerca de los cuales cunden otros relatos. Vale. Lo que resulta imbatible son, tanto las consecuencias históricas, como las ejemplares, paradigmáticas, imperecederas experiencias políticas atravesadas tanto en forma individual como en la vida pública de esa extraordinaria personalidad.
Por lo pronto, del libro se desprenden varias, sucesivas mujeres en un mismo cuerpo; todas en correlato con el compromiso social de aquella primigenia María Eva nacida en Los Toldos el 7 de mayo de 1919, incólume en pueblerina rebeldía al asentarse en la ciudad de Junín. Trasladada a Buenos Aires en pos de una carrera actoral, fue la Eva Duarte fundadora del sindicato de artistas de radio, partícipe de las colectas en favor de las víctimas del terremoto de 1944 en la provincia de San Juan, la que ya afirmaba: “Soy una mujer del pueblo”; la que se enamoró de Juan Domingo Perón. La biógrafa otorga a Eva un rol preponderante en el 17 de octubre de 1945, situación por cierto cuestionada por otros investigadores. La cuestión es que a partir de allí, la muchacha de Junín pasa a ser Eva Perón, genera la Fundación solidaria que lleva su nombre, participa de la campaña electoral, genera el Partido Peronista Femenino con el que milita el voto de la mujer, recorre el país con ayuda a los desposeídos, abandona las tablas.
Ya es Evita. “Perón era el estratega, el conductor, quien asumía las funciones administrativas y gubernamentales; Eva la realizadora y el alma y quien llevaba adelante la ideología peronista (…) considerábanla, por lo tanto, la vanguardia ideológica del Movimiento”. Implícita división del trabajo, defensora de los humildes, furiosa antiimperialista, modesta en ambiciones: “Que de mí se diga, cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia dedicará seguramente a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevar al Presidente las esperanzas del pueblo y que, a esa mujer, el pueblo la llamaba cariñosamente ‘Evita’. Eso es lo que quiero ser”. Y agrega Demitrópulos: “Eva Perón había sido —y quería seguir siendo— el espíritu revolucionario dentro del Movimiento Peronista y para ello debía mantenerse al margen de las estructuras burocráticas del poder. (…) Eva era la vigía del Movimiento y debía conservarse fuera del poder institucionalizado”.
Ese mentado contenido ideológico era muy simple y claro para Evita y de tal modo lo transmitía a las fuerzas populares: “Argentina marcha hacia adelante, porque es justa consigo misma y porque en la cruzada de su batalla por su pan y su salario, supo elegir entre entre la falsa democracia engañosa y la real democracia distributiva, donde las grandes ideas se llaman por nombres tan simples como esto: mejor paga, mejor vivienda, mejor comida, mejor vida”. Al respecto, era consciente de que aún los esfuerzos más importantes de su Fundación “nunca podrían suplantar a la justicia social, pero que hasta que ésta se impusiera como derecho, hasta que la pobreza fuera desterrada en todos los rincones de la Patria, había que resolver los problemas más acuciantes de la clase humilde…”. Todo lo opuesto a la detestada beneficencia oligárquica, esa “ostentación de riqueza para humillar a los humildes”.
Así como había diseñado la actividad de las censistas y delegadas para ejercer funciones de formación, más allá de su tareas administrativas y propiamente proselitistas, Evita promovía la construcción política dentro de las organizaciones sindicales y sociales. Las denominaba “células mínimas”, “vanguardias descamisadas”, “vanguardias de la nacionalidad”, cuya función se definía en el amplio espectro de forjar “la independencia económica”. Ya en su lecho de muerte, ante las asonadas golpistas, “ordenó la compra de 5.000 pistolas automáticas y 1.500 ametralladoras destinadas a las milicias obreras. Los fondos los proveería la Fundación y la compra se haría por intermedio del príncipe Bernardo de los Países Bajos. Estas armas llegaron al país. Perón, luego de la muerte de Evita, ordenó que se las archivara en el arsenal Esteban de Luca y que luego se destinaran a la Gendarmería Nacional”.
Evita inscribió su nombre en la historia y con éste el mito de múltiples varianzas de toda laya. Como tal, la razón mitográfica cobija verdades y fantasías, conserva sin embargo su contenido creacionista diversificado en la acción política que perdura en ideales no menos que en organización. Sigue hasta hoy en forma larvada o explícita para quien sepa reconocerla. En la biografía de Libertad Demitrópulos, tamañas prácticas serpentean el anecdotario como reservorio de propuestas de construcción política. Acechan al fascismo hasta cuando sea tiempo de marchar con su nombre a la victoria.