¿Cómo se siente pasar de ser periodista a escritora?
Con mucho por contar. Dos veces cambié el plan de la obra; es tanto lo que ha generado el conflicto pastero en el mundo que un solo libro no alcanza. Seleccioné muchísimo y tomé las partes más representativas del conflicto para que lo entiendan especialmente quienes no viven en Gualeguaychú. Traté de ser objetiva, respetar los hechos y pensar calzándome los zapatos de quienes no están aquí.
¿Se viene “Daños colaterales II”?
Seguramente será necesario un cierre. El capítulo que falta es el jurídico-internacional y la actitud que tome el Gobierno argentino para darle un corte al conflicto. La presidenta Cristina Fernández espera la decisión del Tribunal de La Haya, que va a fallar sobre una cuestión jurídica que tiene un trasfondo medioambiental. Pero lo social le corresponde al Estado argentino. Los periodistas y los medios vamos cubriendo el tema a los fogonazos y son pocas las veces en las que podemos ir a lo profundo del conflicto.
¿Qué dirías de tu gente, tan participativa y amante de su tierra?
Siento admiración y reconocimiento por un grupo humano que supo ponerse de pie y defender sus derechos. Vivimos entre la tensión y la valentía. Por momentos una suerte de desazón nos invade, al sentir nuestro día a día entre uruguayos y gualeguaychenses: siempre fuimos hermanos, pero ha habido heridas y afrentas mutuas, entrega y avasallamiento. Actualmente no hay diálogo.
¿Sos optimista con respecto a la resolución de conflicto?
Mientras escribía el cierre del libro me sentía naïf, tonta, y pensé que muchos se reirían del final, donde afirmo que debemos poner en un primer plano el acercamiento, el diálogo, los emprendimientos comunitarios, y que necesitamos volver a la hermandad con los uruguayos. No debemos renegar de la humanidad al proponer empresas ni al defender nuestros derechos; ser humanos es muy parecido a decir hermanos.