Desde los tiempos más aterradores de la pandemia, se repitió: esta no será la primera ni la última que veremos. De hecho, hubo otras anteriores. La más recordada es la gripe española de 1918, que se estima que causó 40 millones de muertes. Hablando del tema con la doctora Marta C. Cohen, me mencionó que esta crisis enseñó la importancia de dos elementos para evitar la propagación de un brote epidémico: la comunicación pronta, veraz y transparente, y el desarrollo de tecnologías que permitan identificar rápido al organismo responsable, así como desarrollar vacunas y tratamientos. Al inicio del brote de COVID-19 hubo errores en este sentido.
“En esta pandemia surge claramente un tercer elemento de relevancia ineludible: la vigilancia epidemiológica activa, eficaz y precisa”, apunta la experta. Y es que tuvimos avisos previos y no los escuchamos; el SARS-CoV2 fue precedido por SARS (China, 2002) y MERS (Arabia Saudita, 2012). Según Cohen, de haber contado el mundo con un sistema de vigilancia epidemiológica adecuado, esos brotes hubieran puesto a las organizaciones internacionales en alerta.
La doctora Cohen analizó esto en su libro Un mundo en pandemia. Lecciones y desafíos del coronavirus apuntando al peligro de que los animales silvestres deban reacomodar su hábitat. “Se estima que en la próxima centuria muchas especies deberán mudar su área geográfica en un rango de hasta 100 kilómetros, trasladando también a las 10.000 especies de virus que se estima habitan en los mamíferos”, apunta. En este salto inter-especie tendrá que concentrarse también la vigilancia futura. “Para esto es indispensable la cooperación internacional, el desarrollo de políticas adecuadas que permitan la vigilancia epidemiológica y la prevención de zoonosis, la asignación de fondos y tecnología necesaria a los países emergentes, que deberán contar con laboratorios de capacidad adecuada y bases de datos genuinas”, sostiene.
Sí, el panorama es bastante oscuro. Y las grandes acciones están en manos de instituciones y gobiernos. Sin embargo, hay algo que siempre repito: si van a venir más pandemias, que al menos nos encuentren fuertes. Que nos encuentren con músculo, entrenados, con buena capacidad cardiovascular y respiratoria, con buenos valores de análisis de sangre.
Tenemos una herramienta a mano para lograr eso, y no es otra que el ejercicio. Que sí, puede significar correr una hora tres veces por semana para los más aplicados, pero también salir a caminar, bailar, andar en bici, tomar una clase de zumba, nadar y mil variantes más. La cuestión es activar y poner nuestro cuerpo al servicio de nuestra salud. Es la mejor ventaja en un mundo incierto.