Marea Editorial

Una religiosidad sin religión

por Héctor Pavón

 

La idea de la muerte de Dios convive actualmente con un renacimiento de la espiritualidad en Occidente. Esta tensión recorre el libro La religión en la época de la muerte de Dios que compiló Leandro Pinkler, en el que escriben, entre otros, Tomás Abraham, Daniel Goldman y Francisco García Bazán.

Desde hace unos diez años la idea de un retorno a lo sagrado, a la religión, invade diferentes escenarios del pensamiento. Aunque el epicentro del fenómeno ocurra en algunos países de Europa, y también de Asia, la inquietud también llega a estas latitudes. Pero esta vuelta a lo religiosos se enfrenta al todavía vigente postulado nietzscheano que afirma que Dios ha muerto y a la proposición dostoievskiana que surge por continuidad: "Si Dios ha muerto, todo está permitido". Dos posiciones encontradas que propician polémicas que padecen finales abiertos. Estos dos ejes de discusión son presentados en La religión en la época de la muerte de Dios (Marea) una compilación de Leandro Pinkler que reúne textos de importantes pensadores argentinos.
Fue a fines de los noventa cuando la publicación de algunos libros sobre discusión religiosa desde la filosofía comenzaron a presentar una inquietud que devino debate nunca concluido respecto a un regreso a la fe pero con nuevas características.
¿En qué creen los que no cree? Es uno de esos libros. Un diálogo epistolar entre Humberto Eco y el cardenal Carlo Maria Martini que a los ojos del fallecido filósofo argentino Enrique Marí presenta un dilema interesante: "la cuestión central pasa por saber si es indispensable un fundamento incondicionado para una vida moral y digna, trascendente, absoluta, emergente de la fe como respaldo pleno y no negociable. O si, por el contrario, no existen razones basadas en las Escrituras o claves de fe que dificulten el logro de estas metas de acuerdo con las circunstancias históricas donde se privilegian las relaciones sociales en la Tierra, que son vistas por Eco como la mirada y la respuesta de los demás".
Otro texto fundamental para esta discusión fue La religión, un libro producto de un seminario realizado en Capri organizado por Jacques Derrida y Gianni Vattimo que actualizó y miró con optimismo el regreso del hombre al templo de lo sagrado. De todos modos, Derrida preguntaba y miraba con temor este resurgir: "¿La vuelta a lo religioso se reduce a lo que la doxa denomina confusamente fundamentalismo, integrismo o fanatismo? Este es quizá por cuestiones de urgencia histórica, uno de nuestros interrogantes de partida".
Fue Vattimo quien expuso la idea de un cristianismo sin iglesia a través de su libro Creer que se cree. El pensador italiano critica duramente a la iglesia católica pero defiende un cristianismo independiente y un retorno existencial a la fe. En el título de su último libro se resume esta idea: Después de la cristiandad. Por un humanismo no religioso. 
Todas las posturas y debates sobre la vigencia de Dios, del cristianismo, del reencuentro con lo místico y de la religión en general circulan en La religión en la época de la muerte de Dios. Allí aparece la religión cruzada con la filosofía, la política, el paganismo, la visión desde el Islam, el judaísmo.
Pinkler, en su artículo, "La época de la muerte de Dios" cita y contextualiza en texto de Friedrich Nietzsche que habla de la muerte de Dios. Dice que presenta el tono tremendo de un asesinato ("nosotros lo hemos matado"). Y explica: " ‘la muerte de Dios’ anunciada por Nietzsche no puede separarse del hombre que lo ha matado, del tipo de ser humano que habita en esta época. La última parte de Así hablaba Zaratustra enfatiza el hecho de que fue ‘el más feo de los hombres’ el que mató a Dios; el hombre reactivo, decadente y resentido, que no está abierto a las fuerzas creativas, impera hoy en lugar de Dios". Para el filósofo alemán se trataba de una buena noticia. Pero Pinkler se pregunta en qué situación nos encontramos hoy para plantear si los términos creados por Nietzsche son efectivos o simplemente hay que abandonarlos.
El nihilismo de Nietzsche tenía tiempo y lugar: Europa y los dos siglos que venían después de él (siglo XVIII) y se situaban bajo la desprotección de un cielo sin Dios: "No hay superior ni inferior, ni alto ni bajo. La distinción misma carece de sentido porque todo lo considerado superior es la proyección de las más elementales necesidades y los más bajos deseos humanos", escribió Nietzsche.
Por otra parte, Tomás Abraham en su artículo denominado "Nuevas pruebas de la insistencia de Dios", dispara contra las religiones en general y comienza estableciendo cuál es el origen necesario para que una religión se constituya como tal: la visión o, mejor dicho, el milagro, sin el cual no hay religión.
Además cuestiona uno de los compromisos más populares de la práctica religiosa, el del consuelo: "¿Puede la religión consolar? De hecho sabemos que es esa una de sus funciones. El fondo milagrero de las religiones no solo seduce como demostración de poder, no alcanza esa exhibición. No es casual que los milagros, desde Jesús a los manosantas de cualquier cine de la ciudad, se dediquen a curar. La religión es remedio, y si antes interrogaba sobre las sustituciones entre medicina y religión, es porque hay una bisagra que las une. Es suficiente ver la gratitud de los pacientes curados, tan parecida a la devoción del feligrés, y el enojo dostoievskiano ante la mala praxis. ¿Pero hay en la religión, antes de convertirse en teología, un mensaje que cargue con el peso de la soledad del hombre?".
Abraham cuestiona el sentido de lo que hoy se entiende por religión. Pregunta y propone que la religión ya no es un fenómeno iniciático, ni siquiera de sectas, o de individuos excelsos, sino un efecto de masas movilizadas por la imagen mediática universal. Y responde con una pregunta provocadora respecto a que las masas segregan religiosidad y construyen mitos y altares para cimentar nuevas identidades.
Abdul Karim Paz, Sheikh de la Mezquita Al Tawhid, dice simplemente en su artículo: "Dios ha muerto, las concepciones erradas de Dios mueren" aunque Dios no puede morir. Y especifica "no puede dejar de existir porque ello conlleva una contradicción ontológica y lógica insostenible. Dios, por tanto, está más allá de esta discusión y no le afecta en absoluto lo que los seres humanos crean o dejen de creer respecto a su Ser". Para Karim Paz, independientemente de la limitada concepción de Dios y del universo en toda su realidad, más allá de la esfera humana, de los mortales, Dios es inmutable a nuestros vaivenes psicológicos, a nuestros reconocimientos o negaciones y no podría no existir. "La no existencia no le afecta al Ser Absoluto –explica–. El ser proveniente de Dios lo llena todo. Dios es Fuente de toda vida de todo ser". 
En otro registro José Pablo Martín, doctor en Teología e investigador de la Universidad de General Sarmiento aborda cuestiones de ética y moral surgidas de una discusión que tuvo un telón político. Estos dos valores, a veces rescatados por la tradición católica, se ponen en cuestión cuando la política perdió toda capacidad humana allá por diciembre de 2001. El artículo relata los pormenores de los encuentros, logrados y malogrados, entre el Gobierno Nacional y la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal en los días del final del 2001 y los subsiguientes del verano en los que nacieron las asambleas y los movimientos sociales evidenciaron la existencia de la Argentina profunda y pobre. En un documento público de la Comisión del 8 de enero de 2002 denominado "Reconstruir la patria", los obispos se reconocían la necesidad del diálogo, se mostraban críticos de "toda forma de violencia física o moral", dice Martín.
La Iglesia integró la Mesa de Diálogo con el gobierno de Eduardo Duhalde para buscar una salida a la profunda crisis de esos meses. Martín sostiene que las cuestiones que en esas reuniones de la Mesa se discutían no pertenecían solamente al orden de la moral. También tocaban transformaciones básicas del modo de vivir de la humanidad en el planeta, "de la manera de encontrar el hombre los nutrientes y la energía, de la forma de expandir un mundo simbólico, del modo de tratar cada unos u propio cuerpo y el de los semejantes".
Esteban Ierardo, profesor de Filosofía y poeta, llama la atención sobre las preguntas en torno a la existencia o no de una divinidad sobre la naturaleza, allí donde se encontrarían todas las respuestas: "Nos empecinamos en no pensar lo preexistente. Antes del hombre, preexistía ya un poder ordenador, la metapauta, para un biólogo pensador. Dios, el horizonte de las diversas tradiciones religiosas. La evidencia de la preexistencia de un orden no humano de la naturaleza horroriza a la intelectualidad antropocéntrica. Se debe invertir la máxima energía para escapar de esa evidencia. Es oportuno disuadir, despreciar, vituperar o sencillamente ignorar a los espíritus ‘retrógrados’ aún dispuestos a insinuar la preexistencia de la metapauta, de una Inteligencia mayor. Acaso la divinidad olvidada".
La idea del retorno al sentimiento religioso flota en el horizonte occidental. Pero queda en la superficie el pensamiento que sugiere que más allá de combatir la idea de la muerte de Dios, ese renacer espiritual surge de un camino independiente, de autoformación donde las formas de la religiosidad popular, la fusión de creencias (la Biblia junto a la estampa del Gauchito Gil o Gilda) dan forma a una religiosidad sin religión que se ubica por fuera de las estructuras tradicionales de las instituciones ya milenarias y antiguas.

 

Fragmentos

Sobre la vida y la muerte de Dios

"Lo sagrado como tal no es un atributo de los hechos sacros, sino el elemento constituyente en absoluto de esos hechos. En tal sentido, el tipo de vivencia que le corresponde no es racional, sino de una realidad diversa, irracional, sí, pero como no racional, o sea, tanto suprarracional como a menudo contrarracional o paradójica. Y por esta especialísima naturaleza que posee y para evitar confusiones, R. Otto la denomina lo numinoso, lo sacro, y, en alguna oportunidad, lo divino. A la vivencia sacral le corresponde, por lo tanto, un correlato numinoso. (…) Lo numinoso es: "mysterium", raíz "my", o sea lo que en sí mismo y por sí mismo es secreto, inmanifiesto u oculto." 
Francisco García Bazán en "La fenomenología de la religión, el hombre religioso y el hombre ideológico"

 

"El último dios no es fin sino otro comienzo, de inconmensurables posibilidades, de nuestra historia –en el sentido originario de "Geschichte", historia del ser como acaecer–; a causa de ello esta no puede fenecer, sino que debe ser llevada a su fin y tenemos que crear las transfiguraciones de sus posiciones esenciales fundamentales hacia el tránsito y la disposición. El último dios está fuera de esa determinación compensadora que mienten los títulos de mono-teísmo, pan-teísmo y a-teísmo y toda especie de teísmo que se dan tan solo desde la apologética judeo-cristiana y tienen a la metafísica como supuesto pensante; con la muerte de este dios caen todos los teísmos."
Dina V. Picotti en "Las señas del último dios en el planteo de Heidegger"

 

"Por cierto temor a tendencias paganas, las religiones occidentales desarrollan una predisposición muy fuerte a resaltar la dimensión temporal-histórica por sobre la de la naturaleza. Pero siempre hubo pequeños núcleos que han insistido en destacar el valor que ocupa el potencial creativo que la Tierra brinda. Estos grupos han dado un gran salto cualitativo al intentar amalgamar espiritualidad y naturaleza. Y aún cuando la tradición judeo-cristiana ha necesitado escapar al fantasma del paganismo, borrando todo resabio de aprecio por la naturaleza, no ha podido separarse de la visión agrícola-pastoral en donde los ritos del ciclo del año entrelazan historia y ecología."
Daniel Goldman en "Ecología-religión / alimento-santidad"

 

"El budismo, considerado ateo e incluso nihilista, presenta un creciente interés para Occidente. Resultan muy seductores para el Occidente ciertos aspectos de esta tradición espiritual, tales como el denominado ateísmo budista, la ausencia de la idea de pecado (el budismo habla de responsabilidad, y no se trata de una mera sustitución de términos), el hecho de carecer –en principio– de artículos de fe y de dogmatismo, el interés por los mal llamados "estados alterados" de conciencia y la práctica budista centrada en la meditación. Pero también hay que decir que junto a un interés genuino por el budismo, hay otro de índole superficial, que lo viste con el ropaje propio de la moda."
José María Bocelli en "El budismo y la muerte de Dios en la actualidad"