En Las mil y una noches, Una historia de la noche porteña 1960-2010, la periodista y escritora Cristina Civale reconstruye una experiencia de la noche que se desarrolla como un arco desde la apertura de la exclusivísima disco Mau Mau hasta el presente de los quioscos: “paco, cerveza, hambre y tumba”. Privilegiando los testimonios de la gran cantidad de fuentes consultadas, Civale reconstruye en el libro una cartografía de esos sitios en los que la diversión y la creación eran muchas veces indistinguibles. Es un de historias y de detalles: en el bar Ramos “Goyeneche toma una ginebra en la barra, va vestido con un saco negro, polera blanca o marfil, pantalón gris y mocasines Perugia”.
¿Qué es lo que el libro quiere contar sobre la noche porteña? Lo que más me interesó transmitir fue una reivindicación del espíritu de fiesta. Hasta ahora, lo que siempre percibí en otros intentos de contar la noche fue o bien una voluntad de demonización o bien un trabajo hecho por gente que escribe sin haber vivido nunca esa noche. Yo me considero una persona de las tribus que circulan, o que circularon, mejor, por la nocturnidad porteña, y quería contar la experiencia vivencial de la fiesta como espacio de creación.
¿Por qué empezaste en el ’63? Por motivos culturales y políticos. En lo político empieza una etapa por completo diferente, con el ascenso de Illia y la proscripción del peronismo. Además ese año se crea el Centro de investigaciones artísticas del Instituto Di Tella. Y hay otros hechos más pequeños pero no menos significativos, con la creación de la editorial Jorge Alvarez, que abre todo un ciclo de lecturas nuevas, y Tanguito graba sus primeras pruebas de disco. También es entonces cuando empieza a tomar forma la idea de la disco Mau Mau. Esta confluencia hace de 1963 un año muy especial.
¿Hay momentos de mayor esplendor en la noche? Aún hoy, cuando todas las tribus “naufragaron”, hay momentos de esplendor. Fueron esplendor Mau Mau y todo lo que hizo el Di Tella; fue esplendor lo que pasaba en La Perla con el rock, fue esplendor Experiment en el 70, y la movida de Ramos Mejía. Fueron esplendor Palladium, New York City; el Parakultural en los 80, Cemento; en los 90 sin duda Morocco, Ave porco, El dorado. En el 2000 se apaga la luz, estamos demasiado cerca como para poder hacer una evaluación. Pero creo que después de Cromañón, la noche se hace humo, literalmente. Lo que era Mau Mau en los 60, el lugar de reencuentro de mucha gente, ahora es el quiosco, el lugar a donde los chicos van a tomar cerveza barata, un cóctel de cerveza, paco y tumba. ¿Qué lugar hay que puedas decir: es el lugar del 2000? Se ha producido una atomización: están los DJ por un lado, ciertas fiestas por otro, la cumbia, el tango, el rock… Hay noche, pero atomizada.
¿Cuál la noche que más te gusta? Mi refugio durante los 2000 fue Kim Novak. Durante la década anterior nos comimos la burbuja menemista. Yo me divertí bastante; iba al Parakultural, a Bolivia. No nos dimos cuenta, o no quisimos ver lo que se estaba gestando: la multitud de cartoneros que hoy son los dueños de la noche.