En noviembre editorial Marea publicará Sola, otra vez, el nuevo libro de la escritora rosarina Patricia Suárez. Esta vez una serie de crónicas desoladas, sin cinismo, de amores contrariados.
Aquí, en exclusiva, un adelanto.
My lover's prayer
El día que lo conozco estoy preocupada por otra cosa y no me fijo en él. Es pintor o crítico de arte. Es un almuerzo de trabajo, hay otras personas más. Creo incluso que es su cumpleaños. No pregunto su edad, me parece de mal gusto. Cuenta chistes judíos, eso me hace reír mucho. Cuando río, él sirve vino en mi copa. Después, cuando termina el encuentro, caminamos un poco. Hablamos del arte, de la pintura, los libros. Casi nada más y descubro que él me gusta.
Un día de la semana de repente, pienso en él.
Me encuentro pensando que con los mismos ojos que admira la Venus de Botticelli, me desea a mí. Viajamos aquí, allá, por el trabajo. Bebemos, me cuenta que está a disgusto en su matrimonio. Yo lo escucho, yo en realidad disfruto de que me mire. Llevo un vestido rojo un día, otro negro, otro; un collar con cuentas que hacen ruido al entrechocarse cuando camino. Me invita al atardecer a la terraza del hotel.
¿Qué tenés que hacer esta noche?, pregunta.
Hago un pedido al cielo, una oración de amor.
En la terraza hay mucho frío. Es una ciudad tropical y hace frío. Es un fiasco.
Estamos sentados y él habla, la mirada desperdiciada en el agua de la piscina en la que no nos meteremos en este viaje, ni este año. Tomamos whisky. Estoy helada, tirito.
Nos vamos, cada uno a su cuarto.
Nos saludamos muy cordialmente en el pasillo.
Pero al día siguiente las cosas cambian, caminamos por la ciudad tropical muertos de frío y compramos recuerdos. Anteojos para sol, tabaco, él busca un dvd de Frank Sinatra. Quiere cenar con amigos, viendo a Frank Sinatra en algún hotel de Las Vegas, moverse sobre el escenario y cantar. Está dos horas o más eligiendo y al final me canso y me voy. Voy a una despensa y consigo un frasco grande de una miel típica del lugar, miel de caña. Compro varios frascos, para regalar. No me gusta la miel.
Todo el grupo se reúne a almorzar y hablamos de lo disgustados que estamos. La ciudad, el clima, los bichos, los precios.
Con un hilo de voz, reanudo mi oración mental de amor, mi pedido.
Con esos ojos que admiró las pinceladas más bellas del mundo, que me mire.
Voy a su cuarto esa siesta.
Me invita él, pero es como si yo hubiera hecho toc toc con los nudillos en su puerta.
La gracia del cielo.
Me quito la ropa.
Él murmura: Qué lindo cuerpo.
Eso es todo.