“El Plan de Proyecto Humanitario (PPH) permitió devolver la identidad a 121 combatientes argentinos, y que sus familias supieran dónde descansan sus restos. Al momento de publicar este libro, todavía falta identificar a cinco de los caídos exhumados en el PPH 1. También hay familias cuyas muestras de ADN no coinciden con los perfiles genéticos obtenidos de las tumbas analizadas. Y en algún lugar tienen que estar. ¿Dónde están esos cuerpos?”. Dónde están sepultados cada uno de los combatientes argentinos que aparecían debajo de lápidas anónimas en el Cementerio de Darwin, en Malvinas, fue el motor de una gesta incansable. La periodista Gabriela Naso y la académica Victoria Torres reconstruyen los pasos de esa lucha en el libro Esquirlas en la memoria: Una crónica de la identificación de los soldados NN en Malvinas (Marea).
Para avanzar en esa acción elemental, la de dar nombre a una sepultura, fueron determinantes dos factores: la insistencia de un grupo de familiares y de excombatientes, y la peregrinación de un equipo de científicos, del cual participaron integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y representantes del Estado, por toda la geografía argentina recolectando muestras de ADN que permitieran conocer a quién pertenecían los restos sepultados en Darwin.
En la víspera del 2 de abril, Gabriela Naso está sentada en el living de su casa, al lado de una ventana, tomando mate. Victoria Torres reside en Alemania, pero en este momento, casi como en un viaje al pasado, se encuentra en su dormitorio de la adolescencia en Buenos Aires, ya que vino a presentar el libro. Ambas dialogaron con Clarín Cultura sobre esta investigación: la que ellas emprendieron y la previa, la que protagonizaron familiares y héroes de guerra.
–Los soldados argentinos que murieron en Malvinas quedaron sepultados allá: ¿por qué se equipara su presencia en el cementerio de Darwin a la de los desaparecidos, cuyos restos están ausentes?
–Gabriela Naso: En principio, los caídos argentinos fueron sepultados en los campos de batalla y posteriormente trasladados al cementerio de Darwin. Cuando se construyó el cementerio, más de la mitad de las tumbas estaban sin identificar, tenían la leyenda “Soldado argentino solo conocido por Dios”. Eran tumbas NN, y el término hace referencia a “no name” (sin nombre), y en muchos casos esto se dio porque las Fuerzas Armadas no le dieron a los soldados los elementos básico como una chapa identificatoria, que cuando un combatiente cae, se parte en dos: una mitad queda con el cuerpo para poder ser identificado y la otra se la llevan para tener ese registro. Es por eso que fueron enterrados en tumbas anónimas, como NN, una estrategia que el Estado terrorista ya utilizaba cuando despojaba a los detenidos desaparecidos de su nombre propio: miles de víctimas fueron trasladadas en vuelos de la muerte, incinerados en hornos crematorios o enterrados en tumbas anónimas también como NN.
– Victoria Torres: Despojar de un nombre y no identificar significa también borrarlos de la historia. Y a quienes borran de ese capítulo de la historia es justamente a quienes fueron enviados como carne de cañón y fueron derrotados. Eventualmente también son quienes pueden dar testimonio de lo ocurrido, por ejemplo las torturas, la falta de preparación, la forma en que fueron tratados, la falta de alimento. Todo eso hizo que no identificarlos fuera una forma de iniciar un borramiento de ese capítulo de la historia y de sus protagonistas.
–Al regreso de la guerra, las Fuerzas Armadas instrumentaron un plan para silenciar a los sobrevivientes. ¿Cuáles eran esas estrategias que usaron para acallar a los conscriptosy cuál era el objetivo?
–Gabriela Naso: Al regreso al continente, los soldados fueron trasladados a distintas unidades militares. En el caso de las unidades de Buenos Aires, la mayoría en principio fue llevado a Campo de Mayo, donde se les repartieron unas actas de recepción, que tenían que completar con sus datos: dónde habían estado y lo que habían visto. Después de eso, se les entregó una cartilla con recomendaciones referidas a que no tenían que hablar de Malvinas, ni con sus familiares ni con nadie; y que las únicas referencias tenían que ser en términos de actos heroicos. Ahí es donde se empieza a construir este discurso épico de Malvinas como gesta heroica. Esta cartilla iba acompañada de amenazas de oficiales y suboficiales, diciéndoles que lo que había pasado en Malvinas quedaba en Malvinas; y que ellos sabían dónde vivían, quiénes eran sus padres, quiénes eran sus familias. A su vez, las Fuerzas Armadas realizan campañas con los medios de comunicación para proyectar esta imagen positiva y el discurso de una gesta heroica. Finalmente, las acciones continúan también sobre los familiares y los excombatientes que empiezan a organizarse para conseguir becas, trabajo, asistencia médica. Especialmente caen sobre quienes empiezan a denunciar los tormentos y abusos padecidos a manos de sus superiores, oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas Argentinas. Nosotras consultamos, y eso se ve en el libro, los documentos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires, donde está reflejada la persecución que hubo hacia excombatientes y, en especial, hacia los excombatientes del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) La Plata ya en democracia.
– Victoria Torres: El pacto de silencio también tenía que ver con el temor de que esos conscriptos, que habían sido testigos de ese horror (el de la guerra y del horror proveniente de sus superiores a partir de las torturas, la falta de preparación, el maltrato, el hecho de no haberles dado los alimentos que se les mandaban del continente, las mentiras, la prepotencia). Ese pacto de silencio al que los obligan evita también la posibilidad de que dieran testimonio y lo que se intenta a través de la firma de esas cartillas es convertirlos perversamente en héroes. Por un lado, los silencia, pero por otro lado, los héroes no hablan: “Usted no va a contar nada porque es un héroe de la patria”. Un método realmente horroroso.
–¿En qué momento apareció claramente la necesidad de darle un nombre a cada tumba y de qué manera reaccionaron las familias a esta idea?
–Gabriela Naso: Por parte de los excombatientes del CECIM La Plata siempre estuvo la necesidad de devolverle la identidad de sus compañeros: esos jóvenes que ellos mismos habían sepultado en los campos de batalla. Por eso, a fines de los 80, se contactaron con el Equipo Argentino de Antropología Forense, para consultar qué aporte podía hacer la antropología a la identificación de los restos que habían quedado en Malvinas. Posteriormente, se enteran que los restos habían sido trasladados a Darwin y sigue su lucha por devolverles la identidad. En el caso de los familiares, muchos se enteraron recién en 1991, cuando viajaron a las islas en el primer viaje humanitario que organizó la Cruz Roja Internacional, que sus seres queridos habían quedado sin identificar. Recorrieron entonces el cementerio y no encontraban a su familiar. Nadie les había dicho nada. Incluso hay familias que viajaron posteriormente y también se enteraron en ese momento. Incluso después de aquel primer viaje. En todos los casos que entrevistamos, la reacción ante la falta de nombre sobre una tumba fue dolor, angustia, y en muchos casos también esperanza, porque se alimentó la esperanza de que estuviese vivo, detenido o por ahí perdido. Entonces, durante muchos años, muchas familias esperaron el regreso de ese soldado. Por eso, una vez iniciado el diálogo con Cruz Roja, las familias aportaron sus muestras porque querían saber dónde descansaban los restos de sus seres queridos. Cuando finalmente se concretó el proceso de identificación y obtuvieron los resultados, lo que les trajo fue certeza y paz y eso les permitió transitar el duelo que había quedado en suspenso.
–¿Hubo familias que tuvieron temor de que sus hijos fueran identificados?
–Gabriela Naso: No hubo familias que tuviesen temor de que sus hijos fuesen identificados, había familias que tenían una necesidad concreta de conocer la verdad y devolverle la identidad a sus seres queridos y familias, particularmente en la Comisión de Familiares, que se opusieron al proceso de identificación. Les decían a los familiares cosas como que debajo del cementerio corría un río que se llevaba los restos;que en realidad era toda una gran fosa y estaban los restos mezclados; que si daban su consentimiento y su muestra de sangre, iban a perder la pensión que cobraban. En ese sentido, hubo una oposición al proceso de identificación que se vio claramente con el escrache a la Comisión Provincial de la Memoria cuando regresó a las islas, porque había ido a reclamar, entre otras cosas, por la identificación de los soldados NN. Desde la Comisión de Familiares los escracharon diciendo que no eran NN, que no se los había llevado un falcón verde. Creo que acá la disputa de sentido es en torno a justamente los sentidos que se les atribuyen a esas muertes, una tensión entre héroes y víctimas. Yo creo que los soldados argentinos son víctimas de la dictadura civico-militar.
– Victoria Torres: Temor no hay. Lo que sí pasa es que el momento de la identificación, por supuesto, da certeza y esa certeza trae tranquilidad, pero a su vez, rompe toda la posible ilusión de que esa persona esté viva de alguna manera.
–¿Cuándo apareció esta investigación en tu vida y por qué decidiste dedicarte esfuerzo, tiempo y trabajo?
–Gabriela Naso: Llegué a este tema a través de la investigación periodística. Cubría temas de derechos humanos y a fines de 2016 me contacté con Ernesto Alonso, secretario de Derechos Humanos del CECIM La Plata, porque estaba escribiendo justamente un artículo sobre el proceso de identificación. En esa oportunidad, hablé con Ernesto y con Jerónimo Guerrero Iraola, abogado del CECIM y con Norma Gómez, hermana del soldado Eduardo Gómez, incansable luchadora por devolverle la identidad a los soldados argentinos. A partir de ese momento tomé el tema, seguí investigando, seguí investigando las violaciones a los derechos humanos en la Guerra de Malvinas y, a principios de 2022, coincidimos con Victoria en la necesidad de contar esta lucha de los excombatientes y estos familiares por la identificación, una lucha que había sido silenciada durante el macrismo. Nos parecía que contar esta historia era un aporte a la construcción de la memoria colectiva y una reivindicación de esa lucha.
– Victoria Torres: Soy un testigo de época, coincidí no solo en tiempo, más o menos, con esta generación, sino también en espacio: soy platense, muchos de los actuales integrantes de CECIM son personas que yo conocía, porque eran amigos de mis vecinos o amigos de amigos. Entonces, es una historia que me atraviesa completamente. Al principio, no llegué por el lado de lo testimonial, sino que empecé a través de la ficción y las representaciones culturales de Malvinas. Así me acerqué muchas veces al CECIM a lo largo del tiempo, mientras escribía sobre Malvinas. Cuando me encontré con Gabriela, decidimos que había que contar esto.
–¿De qué manera la búsqueda por identificar a cada uno de los caídos sepultados en Darwin se cruza con las denuncias por tortura sobre los soldados?
–Gabriela Naso: Primero, creo que es importante tener en claro que las tropas argentinas enfrentaron una potencia militar como Gran Bretaña en claras condiciones de inferioridad, con armamento que no andaba, cañones que no disparaban, fusiles que jamás funcionaron. A la vez. los oficiales y suboficiales acaparaban el alimento de la tropa y los soldados buscaron alimento yendo a cazar una oveja, escapándose al pueblo para conseguirlo, sacándolo de la carpa de los oficiales o los suboficiales que los retenían y si eran descubiertos la respuesta era la tortura. Y cuando hablo de tortura hablo de estacamiento, inmersión en agua helada, picana con teléfono de campaña, golpes de todo tipo, amenazas de muerte. A esto se suma que hay soldados que murieron por casos de desnutrición o producto de los golpes infligidos por sus superiores. Entonces acá entra una discusión el término “caído en combate”: no todos murieron a raíz del conflicto. Hay un caso muy emblemático que es el de los primeros cuatro caídos del Regimiento 7, que se escapan a buscar comida al casco de una estancia, cruzan el río Murray en un bote, llegan a la estancia, se alimentan y juntan comida para llevar a sus compañeros y cuando vuelven con los alimentos, llegan a la costa y apoyan el cargamento sobre una zona minada que explota. De estos cuatro jóvenes solo uno estaba identificado en el cementerio de Darwin porque sus compañeros –que habían recogido sus restos– habían podido identificar quién era cada uno.
–Tenemos la impresión de que ya está todo contado. ¿Cuánto nos queda por saber sobre la Guerra de Malvinas y sus consecuencias?
–Gabriela Naso: Si pensamos la causa Malvinas desde una perspectiva de derechos humanos, es mucho lo que queda por contar: tanto del conflicto como de sus consecuencias y en distintos niveles. A nivel de personal, de quienes fueron partícipes del conflicto y también de sus vínculos, de sus afectos. Yo creo que hay mucho para explorar en las historias de mujeres, mujeres de la sociedad civil, familiares. Pero también pensar Malvinas desde una perspectiva de derechos humanos es pensar la disputa de soberanía, es pensar en la depredación de los bienes naturales del Atlántico Sur, es pensar en la base militar que atenta contra la Argentina y la región, que es una región de paz.
– Victoria Torres: Coincido. Es algo que no se va a acabar tan fácilmente porque es un territorio en disputa. Se ha contado mucho y siempre se puede contar más. Una guerra no se acaba nunca, no tiene fin. Son acontecimientos muy desgraciados, muy terribles, que generan un trauma que va pasando de generación en generación. Yo creo que, en el caso de Malvinas, por más que se piense que es una guerra pequeña, solo 74 días, eso nos va a seguir atravesando. Y creo que este libro, de alguna manera, está mostrando una historia que no había sido contada y además que las diferentes generaciones –yo soy del 68 y Gaby, del 92– deben seguir estableciendo un diálogo con lo sucedido.