Para ser humanos es un libro que se fue gestando desde la intimidad de varios encuentros en la casa/atelier de Adolfo Pérez Esquivel, nuestro Premio Nobel de la Paz 1980. Una vez que Adolfo aceptó mi propuesta, que pensé utópica hasta que su bondad y entusiasmo la hicieron posible, fundamos largas jornadas de trabajo, horas de reflexiones y planteos, diálogos profundos y distendidos, ensayos e ilustraciones; material del que se compone el libro.
Salir de mi casa y viajar del Oeste al Norte del Conurbano rumiando temas, y llegar al hogar de Adolfo, encender el grabador y la computadora, para que finalmente la palabra circule libremente, como en un psicoanálisis.
Ideas y pensamientos, preguntas y respuestas, preguntas sin respuestas, frases y citas, silencios, pausas para pensar y repensarnos apostando a que lo producido, en sí mismo valioso y terapéutico para nosotros dos, podría luego ser medicina para otras personas que quisieran beber del material, sumergirse en las páginas del libro por nacer, para reflexionar acerca de la condición humana, de la vida que se cifra entre lo singular, la comunidad y lo planetario.
Adolfo Pérez Esquivel: "Me llama la atención la falta de memoria que hay en la Argentina"
Cada viernes, dos sillas, una frente a la otra, y las obras de Adolfo como silenciosas compañías. Los encuentros se fueron sucediendo; las ideas, entrelazando; y las tardes vistiéndose de noche mientras nosotros, en la penumbra de su atelier, pero iluminados por la presencia del otro y la luz de las palabras, seguíamos dialogando.
Y hablamos del pasado que no debe olvidarse para no volver a caer en los errores cometidos; de los traumas que debemos elaborar para no seguir sufriendo por lo similar; de la importancia de la memoria activa; de la biografía de cada ser humano atravesada por la historia sociofamiliar que va constituyendo la identidad; de la infancia y el paso del tiempo; de la vejez, la muerte y los duelos.
Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz por "aportar un poco de luz en la noche profunda"
Y hablamos de su pobreza y orfandad; de Evita, Perón, y de la intrincada política argentina; de la dictadura y el vuelo de la muerte que no fue. Y hablamos del exilio, de su encarcelamiento y las torturas; de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y de Norita en especial; de la lucha por la defensa de los Derechos Humanos; de la paz mundial y la armonía interior.
Y hablamos de las poblaciones vulneradas y vulnerables; de las guerras y las violencias cotidianas; de la crisis económica y de las injusticias sociales. Y hablamos de libros, de pinturas, de artistas y del arte que nos puede sanar; del fenómeno artístico que es resistencia, compromiso y denuncia.
Argentina en el diván, para sanar desde la memoria
Y hablamos de los odios y exterminios, del rol de la mujer y de la sabiduría de los pueblos originarios; de los medios masivos de comunicación y de la información que intoxica la mente; de la compleja actualidad, de la gente que anda sola y perdida en medio de la multitud; del aislamiento, de las distracciones intencionadas y de tantas vidas encerradas, deprimidas, virtuales y medicadas.
Y hablamos del autoconocimiento y la salud mental; de los signos y síntomas de estos tiempos; de espiritualidad, budismo, Gandhi, San Francisco, Cristo y La última cena.
Y por sobre todo, hablamos del amor: la mayor fuerza de humanización. Y la palabra obró en nosotros y se hizo libro; y el libro halló su nombre: Para ser humanos, una humilde propuesta para estos tiempos signados por una violenta deshumanización, por el narcisismo y el egoísmo. Libro que es una “historia urgente”, un intento desesperado para despertar al ser humano oculto, dormido y silenciado, devenido cliente y consumista, o residuo y sobra de un salvaje sistema capitalista.
Cada encuentro fue desgrabado y pulido con la conciencia del efecto y poder que tienen las palabras, convencidos de que el arte, por el solo hecho de expresarnos, es una herramienta fundamental para liberar lo reprimido, es un camino de sanación.
Pero también avanzamos por el derrotero que trazan las palabras, impulsados por el compromiso de saber que los libros son un aporte cultural, y que la cultura es guardiana de la memoria de los pueblos y por lo tanto defensora de los Derechos Humanos.
Agradezco infinitamente la posibilidad que me diera Adolfo, que fabricó tiempo para la aventura de este libro en medio de sus valiosas jornadas de incesantes luchas no violentas a favor de los Derechos Humanos, de la Paz y de la Justicia Social y Económica de un mundo que necesita más que nunca recuperar el sentido de la vida, Para ser humanos y humanizarnos antes de que sea demasiado tarde.