El periodista Pablo Morosi presentó “Favaloro, el gran operador”, un recorrido por los orígenes, formación, influencias y experiencias del creador del by pass coronario, técnica que revolucionó la cirugía cardiovascular y ayudó a salvar millones de vidas en el mundo desde 1967 a la fecha.
Un derrotero que sirve para ver el proceso que delineó la forma de pensar y entender el país y el mundo de René Favaloro, siempre desde una concepción humanista y popular que no renegaba del capitalismo, pero sí de la corrupción y la burocracia.
Contrariado por la sistemática inclinación tan argentina de “recordar todo en torno a las muertes”, el excorresponsal en La Plata del diario La Nación lamenta en diálogo con Ginasiá que perdure “esa obsesión de saber por qué se mató, algo que para nada opaca su obra, pero no son sanas las elucubraciones, eso de que algo más tiene que haber…”.
“¿Por qué no aprovechamos estas mentes brillantes que generamos?”, exclama, al dar cuenta que se trata de “un producto de la educación pública” y un hombre que siempre fue a “jugarse el destino” en pos de una obra colosal.
En la casa de los Favaloro pocas costumbres estaban tan arraigadas como la comilona familiar los domingos al mediodía. Alrededor de la larga y torneada mesa del comedor que el jefe del hogar había construido con sus manos de habilidoso ebanista, los comensales disfrutaban de la pasta casera amasada por Aída junto con un estofado que varios de sus descendientes califican de inolvidable. Aquella tradición incluía también la charla relajada en que los avatares de las distintas ocupaciones se mezclaban con las últimas novedades del barrio y la política, un tópico ineludible en el que el afecto y la tolerancia primaba sobre las diferencias. Entre los Favaloro sólo había unanimidad en el fútbol: todos eran hinchas de Gimnasia.
De este modo, Morosi introduce un punto que está presente en toda la obra y es la ligazón de René con nuestro Club. Narra así la “experiencia fascinante” de ir al estadio del Bosque, en una etapa en la que la corta era aristocrática fundacional ya había quedado atrás al calor del profundo arraigo popular que trajo consigo el fútbol. El orgulloso mote de “triperos”, nacido despectivo pero abrazado de por vida por los seguidores. El vínculo de Favaloro con el azul y blanco estaba sellado a fuego.
“Toda su vida estuvo ligada al Mondongo. La Escuela N° 45, la familia, sus amigos. Cuando él salía de clases iba a la casa de su abuela. Y por supuesto: Gimnasia, la Facultad de Medicina, el Colegio Nacional que un poco se salía del eje, pero era en la zona cercana de todos modos. Era su mundo”, enumera el autor de “¿Donde está Miguel?” y “Padre Cajade”, también de la colección Historia Urgente de Editorial Marea.
Las 140 entrevistas de las que se valió el autor para el libro dan forma a un detallado relato del clima de época, el rol de los docentes del doctor, los valores y la pasión gimnasista. En un anecdotario muy rico, vale mencionar la charla de René con su entrenador de básquet en el Club al momento de dejar la actividad deportiva en aras de seguir trabajando y costearse los estudios; de igual modo que cierta revuelta estudiantil en la que terminó detenido por “militante comunista” junto a quien con el tiempo se convirtiera en presidente de la institución: Héctor Atilio Delmar o llegar al país y revisar los diarios a ver qué pasaba con el Lobo. Luego sí, ver las otras noticias no tan relevantes y el encuentro con los afectos.
“No le podían dar el Nobel por motivos políticos más que nada, era un latino que hacía historia en Estados Unidos y los yanquis siempre lo tiraban abajo. En su norte siempre estuvo la trascendencia. Sea en Jacinto Arauz o en Estados Unidos. Luego de lo de Cleveland, volvía a la Argentina no solamente a hacer una clínica. Su especialidad era una epidemia global, la afección coronaria, primera causa de muerte en el mundo. En todos los sistemas de salud de los países en desarrollo la mayoría de la gente no accede a la medicina de complejidad. Por eso planteaba un cambio rotundo para que todos accedan, en principio de su especialidad y luego a otras. Vino a formar esa clínica a sabiendas que iba a salvar miles y miles de vidas”, consigna Morosi.
“Cuando arranqué con la investigación, lo primero que hice fue ir a la Facultad de Medicina. Suponía que allí habría muchos artículos médicos escritos por Favaloro ya que no hay un graduado más importante que él… y la verdad es que no me encontré con nada. Ni material de Favaloro ni sobre su obra. No sabían qué decirme”, revela el periodista.
Y menciona que sólo se encontró con un pequeño libro, editado por la Municipalidad de La Plata, escrito por Domingo Favaloro, primo hermano de René.
“Tenía su dedicatoria a la Facultad ¡Ni siquiera ese libro compraron! No hay un aula, no hay una Cátedra Libre. Ahora hay un cuadro impresionante en un hall, de cuatro metros de largo, su clásica foto sentado en el escritorio. Fue donado por un artista y estuvo años puesto para atrás en un pasillo. Recién con la muestra itinerante de Ricardo López Santi (en alusión a la exhibición itinerante ‘La voz del corazón’) fue que empezaron a buscar cosas. Ante mi solicitud encontraron la tesis de Favaloro. Me la dieron en papel, ni siquiera eso estaba al resguardo, con el riesgo de perderse que se corría. Fue mi primera gran satisfacción: que la hayan encontrado y digitalizado”, enfatiza y recalca luego el “poco serio” papel de la comuna de declararlo Ciudadano Ilustre dos veces, “una de apuro, algo inentendible, ¿quién iba a votar en contra? La otra post mortem”.
En suma, el autor de “El gran operador” resume: “esté donde esté, él siempre hablaba de su lugar de nacimiento, de Gimnasia, del Colegio Nacional y la Facultad de Medicina” y con el tiempo hay que decir que “Gimnasia es el único sector de La Plata que le ha devuelto el gran amor que Favaloro tenía por su ciudad”.
Además, pese a los múltiples reconocimientos en el mundo, especial emotividad y valor tuvo la declaración de “Mondonguero emérito”, título entregado en mayo de 1983 por la Biblioteca Euforión, del populoso barrio, bastión tripero por excelencia. Y si se tiene en cuenta que él decía que quería ser recordado como un educador, notable valor adquiere entonces que la escuela del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata lleve su nombre. También el Lobo como institución instituyó el nombre del doctor a la platea techada (patrimonio arquitectónico de la ciudad) y situó el Memorial a pasos del Estadio, todo bajo la tutela de la Comisión Permanente de Homenaje a René Favaloro.
“Me quedo con la perseverancia, esfuerzo, lo que mamó de sus viejos, que se quedaban sin comer por terminar un trabajo, el padre en el taller o la mujer todo el día cosiendo. Esos ejemplos tan fuertes en algún momento los replica”, asevera el periodista y sentencia: “no hay referente más importante en el siglo XX para la ciudad de La Plata. El desafío es un homenaje, sin dudas, pero al hombre, no al bronce”.