Cuando en 1970 se editó en Nueva York La hermandad es poderosa, su compiladora Robin Morgan lanzó una profecía: “Este libro es una acción”. Eso mismo representa El segundo sexo ya que se inserta dentro de una genealogía feminista que define a la producción de textos como un modo de intervención política activa.
Al volver la mirada al acto político y teórico de nuestr*s antecesor*s, posiblemente no imaginaron la trascendencia que tendrían sus iniciativas a futuro. Tal vez, este habrá sido el caso de Simone. Creo no equivocarme al pensar que ella no escribió para un venidero, sino que lo hizo para un presente.
En la actualidad, desde los activismos feministas en América Latina y El Caribe se divisa a Simone de Beauvoir como filósofa, escritora, editora y, en especial, como luchadora incansable por la conquista del aborto voluntario. Pese a ello, no salen a la luz otras posiciones de nuestra autora que fueron mantenidas en la sombra en relación a la significativa participación en la vida política de su época y a su compromiso antibelicista y antiautoritarismo. Simone era una marxista a tiempo completo: luchaba contra el capitalismo, el imperialismo, el militarismo, el autoritarismo y el colonialismo. Hay tantas Simonas como quisiéramos encontrar. Pero este otro perfil potente se tiende a desconocer: sus activas polémicas y acciones públicas contra las guerras, la desmilitarización, la desnuclearización, su convocatoria a la insubordinación, a la objeción de conciencia, a favor de la defensa de los derechos humanos y de la autodeterminación de los pueblos. Todo esto constituyó su pensamiento crítico contra el capitalismo y el patriarcado. No era sólo un NO sino que se sustentaba en toda una reflexión más esmerada sobre el antimilitarismo, la agresión, el arbitraje, el desarme y el pacifismo internacionalista.
En marzo de 1984 en una extensa entrevista publicada en la revista La vie en rose, realizada por Hélène Pedneault y Marie Sabourin, Simone planteaba: “Soy absolutamente, decididamente pacifista. Estoy en contra del intervencionismo militar en todas sus formas y también en contra de la bomba nuclear, pero, no veo que deban ser sólo mujeres las que protesten… Simplemente creo que es una causa en la que hombres y mujeres deben
luchar juntos”.
Sus acciones antibelicistas y antiautoritarias
Esos años de posguerra teniendo en cuenta el contexto de la guerra fría, con una Europa reconstruyéndose, fueron momentos de discusiones apasionadas en los cafés, de eclosión intelectual, de lucha política ante el fantasma de la bomba atómica, del Holocausto, del nuevo imperialismo norteamericano, de desencuentros políticos, de diferencias y de un largo desencanto con el Partido Comunista Francés.
Por ejemplo, en 1950, llegaron peticiones epistolares al presidente de Checoslovaquia, Klement Gottwald, para que la jurista, feminista, política y luchadora por los derechos humanos, Milada Horáková, no fuese a la horca. Entre ellas se presentaron las de Albert Einstein, Winston Churchill, Eleanor Roosevelt, Jean Paul Sartre, Albert Camus y, en especial, Simone de Beauvoir. Todo fue inútil: el 27 de junio de 1950 Horáková, de 48 años, fue la única mujer entre las 234 víctimas políticas ejecutadas por el régimen comunista checoslovaco. Seis años más tarde se escucharon los reparos de Simone a los excesos del régimen stalinista soviético frente la brutal intervención de Rusia en Hungría.
Asimismo, fue notable su compromiso junto a sus camaradas en Les Temps Moderms la revista fundada por Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau Ponty y Simone de Beauvoir, por abolir el colonialismo sobre el Magreb, en especial, por la liberación de Argelia. Ese conflicto le potenció su enojo contra la condición humana. En la obra Simone de Beauvoir, por ella misma planteaba: “Y allí lo que yo sentía no era precisamente angustia, era otra cosa, horror de lo que hacían los franceses en ese país.” Y proseguía: “Me sentí más profundamente implicada en dicha guerra que en cualquier otro acontecimiento ocurrido en Francia.” Simone junto con otr*s intelectuales no sólo repudiaron la contienda bélica (como toda la izquierda francesa) sino que fueron más allá: reclamaron la independencia de ese país y una amnistía para todos los soldados que habían desertado.
Además, mostró su solidaridad con los rebeldes, actuando como testiga para la defensa de algunos testimonios de secuestro e incruentas torturas ejercidas por autoridades militares y civiles tanto de Francia como de Argelia. La primera denuncia de violación sexual fue con la musulmana Djamila Boupacha, integrante del Frente de Liberación Nacional. Ella fue arrestada en 1960 y se obtuvo su confesión de ser militante independentista del FLN bajo tormentos como acto moralizante y disciplinador. Su causa la defendió ante los tribunales argelinos y franceses la abogada francotunecina feminista, Gisèle Halimi, quien contó con el apoyo de Simone de Beauvoir dándole visibilidad a este caso en una carta publicada en el diario Le Monde. Dos años más tarde, ambas publicaron el libro Djamila Boupacha que es un relato testimonial, con una introducción escrita por Simone de Beauvoir.
Luego, el 6 de septiembre de 1960, apareció la “Declaración sobre el derecho de insubordinación en la guerra de Argelia”, una carta abierta firmada por 121 intelectuales y publicada en la revista Vérité-Liberté. En este texto se exigió al gobierno francés y a la opinión pública que reconocieran la guerra de Argelia (l954-l96l) como una legítima lucha por la independencia, denunciando el uso de la tortura por parte del ejército francés. Pertinentes son las observaciones de Karine Tinat, en su trabajo “La biografía ilusoria de Simone Beauvoir”: Argelia le desató a Simone un compromiso militante. Por primera vez tomó las calles, intervino en manifestaciones de apoyo a la lucha anticolonial y levantó su voz en actos políticos contra el gobierno francés.
Del mismo modo cabe recordar su posicionamiento contra la guerra de Vietnam. Ella, junto a Gisèle Halimi, integró el Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra o Tribunal Russell-Sartre para investigar y evaluar la intervención de Estados Unidos en Vietnam. Este fuero se autoconstituyó en Londres en noviembre 1966 y fue presidido por el filósofo y matemático Bertrand Russell e integrado por miembro*s procedentes de 18 países, entre los que se contaban juristas, filósof*s, historiador*s, escritor*s y científic*s. Se examinaba la política exterior de Estados Unidos y sus prácticas tendientes al exterminio de la población que pudieran ser caracterizadas jurídicamente como actos de genocidio durante la guerra de Vietnam.
A la vez, sus convicciones socialistas llevaron a Simone de Beauvoir, junto con Jean P. Sartre, a apoyar de manera activa la gran rebelión de mayo del 68 desencadenada por la vanguardia política de jóvenes y el movimiento estudiantil como el factor más dinámico. Así fue que tanto ella como la teórica feminista, Christine Delphy participaron en junio de ese año en una gran reunión en la Universidad de la Sorbona. Fue el único encuentro feminista que se celebró durante toda la revuelta estudiantil parisiense. Ambas integraban el grupo Femenino, Masculino, Futuro (Féminin, Masculin, Avenir. FMA). Intervino en este histórico estallido para plantear las diferentes formas de opresión femenina, la misoginia, así como las reivindicaciones de igualdad en todos los derechos.
En simultáneo, Simone cuestionó la invasión de Checoslovaquia con tropas de cinco países socialistas en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, liderados por la ex Unión Soviética, para poner fin a la llamada ‘Primavera de Praga’.
Tampoco habría que olvidar que ella firmó una carta aparecida en el periódico Le Monde, del 9 de abril de 1971, dirigida a Fidel Castro, acompañada por sesenta y dos intelectuales europe*s y latinoamerican*s, donde expresaban su preocupación frente el arresto del poeta y catedrático cubano Heberto Padilla, autor del libro Fuera del juego.1 Esto significó el quiebre de las relaciones entre la revolución cubana y algunos de sus fervientes intelectuales europeos.
En 1976 fundaron el «Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres», tomando como ejemplo la plataforma del Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra. Diana E. H. Russell trabajó con otras colegas durante dos años para lograr su organización. Russell, activista y escritora feminista sudafricana, fue quien acuñó en 1970 el término feminicidio que surgió como una alternativa al término neutro “homicidio”, para reconocer a todos los estilos de crimen de odio sexista.
La sesión inaugural de este Tribunal estuvo a cargo de Simone de Beauvoir, que en su discurso de presentación dijo: «Saludo al Tribunal Internacional como el comienzo de la descolonización radical de las mujeres». Tiempo después, su conferencia introductoria se reprodujo en el periódico de izquierda Le Nouvel Observateur. Se desarrolló en el Palacio del Congreso de Bruselas y tuvo como marco el día internacional de la mujer. Duró cuatro días, del 4 al 8 de marzo, con más de 2000 participantes de 40 países del Norte como del Sur que testificaron sobre sus experiencias personales al haber atravesado formas de opresión, discriminación, desigualdad y violencia sistemática en todas las culturas. Aquellos modos de dominación machista fueron vistos como crímenes, con una lista de temáticas innumerable: prohibición del uso de anticonceptivos, ilegalidad del aborto voluntario, esterilizaciones forzadas, clitoridectomía, episiotomía de rutina, matrimonios forzados, crímenes médicos y económicos, violación sexual, prisioneras políticas, delitos contra lesbianas, violencia doméstica hasta femicidio.
Su contribución a la defensa de los derechos humanos en Argentina
Por último, queda por abordar el respaldo y acompañamiento de Simone -en diferentes oportunidades- a los reclamos de nuestr*s familiares de desaparecidos y muert*s durante las dictaduras cívico militares a lo largo de la década del setenta. Ella ponía su nombre a disposición para hacer denuncias sobre violación de derechos humanos en Argentina.
Tal es así que Simone pidió a las fuerzas armadas el esclarecimiento por la detención en Trelew del hijo de una amiga argentina, Gabriella Roncoroni de Christeller, nacida en una familia de la alta aristocracia italiana y una de las fundadoras de la primera agrupación feminista en Buenos Aires, la Unión feminista Argentina (UFA, 1970-1976). Para esta ocasión, Simone elevó su protesta ante el embajador argentino reclamando por los presos políticos en nuestro país.
Ahora bien, tal como lo plantea Andrea Giunta en su obra Feminismo y Arte Latinoamericano “en la reunión de la UFA que se celebró el día de los fusilamientos de Trelew, 22 de agosto de 1972, donde perdieron la vida dieciséis militantes revolucionarios, se planteó si debían respetar la agenda previamente establecida o responder a la represión gubernamental debatiendo acciones concretas. El desacuerdo produjo una crisis en el seno del grupo”. En su libro Con el corazón en llamas, Christeller relata cómo conoció a Simone durante sus recorridos por el viejo mundo, sus encuentros y diálogos extensos.
Asimismo, firmó una solicitada por la aparición con vida de Roberto Quieto, segundo en la dirección de Montoneros que fue secuestrado a plena luz del día en una playa de la localidad de Martínez. De acuerdo a María Alejandra Vitale en su libro ¿Cómo pudo suceder?: Prensa escrita y golpismo en la Argentina (1930-1976) “Su madre publicó esa solicitada en el diario Crónica el 27 de diciembre de l975, en la que reconocidas personalidades e intelectuales europeos, entre ell*s Simone, exigían al gobierno peronista y las fuerzas armadas su aparición”.
Entre tanto, el 23 de febrero de 1978, el periódico Le Monde hizo público un extenso Manifiesto de las feministas titulado “Somos Todas Locas de Plaza de Mayo”, como muestra de apoyo y reconocimiento a las 14 madres que en 1977 iniciaron la protesta de cada jueves para exigir y conocer el paradero de sus hijos e hijas detenid*s y desaparecid*s por la dictadura cívico militar. Piera Oria en su artículo “Los manifiestos que la recuerdan” publicado en el folleto In Memoriam. Simone de Beauvoir, abril de 1989, transcribió el documento completo. Al cierre, se proponía lo siguiente: “Mientras sus reivindicaciones no sean satisfechas, llamamos a las mujeres francesas a unirse a sus luchas y a expresarle su solidaridad. Nosotras seremos entonces 26 millones de “Locas de Plaza de Mayo”. Encabezaba la lista de firmantes Simone de Beauvoir, Giséle Halami, Delphine Seyrig, Marie Cardinal, Marguerite Duras y un sinnúmero más.
Se supone que exiliadas latinoamericanas le aportaban información a Simone sobre lo que acontecía en la región. Un ejemplo de ello, fue nuestra compañera Dora Coledesky, comprometida militante trotskista en nuestro país y devenida en feminista en Francia, figura protagónica por la conquista del aborto voluntario en Argentina desde la transición democrática en adelante. Ella vivió varios años exiliada en París junto a su compañero de militancia y de vida, Ángel Fanjul. El mundo citadino y bricolage de esa capital para Dora fue intenso, pero, a la vez, emancipador debido a su vínculo con el efervescente movimiento feminista local. A raíz de su contacto estrecho con los movimientos de derechos humanos, empezó a tener puntos de convergencia con chilenas y uruguayas. Así, ella formó parte del Grupo de Mujeres Latinoamericanas.
En julio-agosto de 1981, Les Temps Modernes, la revista fundada por Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau Ponty y Simone de Beauvoir, le dedicó un número especial (420-421) a la Argentina durante la última dictadura cívico-militar. Bajo el título “Argentina: entre el Populismo y el Militarismo” (Argentine: entre Populisme et Militarisme ) fue coordinado por el poeta César Fernández Moreno y el escritor David Viñas, quienes se encargaron de convocar a diversos intelectuales, Juan Carlos Portantiero, Osvaldo Bayer, León Rozitchner, Hipólito Solari Irigoyen, Julio Cortázar, Juan José Saer, Juan Gelman, Beatriz Sarlo, Noé Jitrik y Paco Urondo, –exiliados o no– para pensar acerca de la Argentina frente al imperio del terrorismo de Estado.
Si nos atenemos a estos hechos y muchos más por nombrar, nuestra escritora nos legó un posicionamiento crítico a las guerras, a los regímenes autoritarios, a los crímenes contra la humanidad, al genocidio y al fascismo.
Al mirar hacia atrás nos damos cuenta que no estamos sol*s. Nos acompañan varias generaciones que al igual que Simone, ejercieron un enorme respaldo para que los conflictos y diferencias entre los países sean resueltos mediante negociaciones pacíficas y no mediante la violencia institucional o la guerra a modo de defender la paz, la vida y el destino de la humanidad. Hoy estamos recordándola y diciéndole gracias, Simone.