“El ataque de pánico es un fin del mundo
que cabe en diez minutos.”
Pánico. Ana Prieto.
La portada invita a abrir el libro de crónicas que Ana Prieto publicó junto a Marea Editorial a mediados del año pasado. La imagen de Medusa, acechando entre las letras de la palabra “Pánico” causa un cierto morbo por saber lo que se encuentra entre sus páginas.
Medusa, la criatura hermosa que nace del terror y que convierte a los hombres en piedra cuando miran directamente su rostro. La gorgona, movida por la ira al haber sido ultrajada por Poseidón, mata sin piedad a todo aquel que ose enfrentarla directamente, convirtiéndolo en estatua.Sólo Perseo logra vencerla, cuando consigue decapitarla sin mirarla a los ojos, valiéndose del reflejo en su escudo para calcular la estocada mortal.
Como sucede en la vida cotidiana para aquellos que son víctima de los ataques de pánico, si se dejan llevar y deciden observar directamente “a los ojos” la causa de su pánico sin más preámbulos, se quedan de piedra. Sólo aquél que ve su situación desde una perspectiva distinta, valiéndose de otras herramientas, como el sentido común, el análisis profundo o la evasión de los elementos propiciatorios del ataque, puede salir ileso y evitar esos terribles diez minutos. No es una garantía, pero es una salida tranquilizadora.
Muchas personas son o han sido víctimas de ataques de pánico en algún momento y no le dan la suficiente importancia, no lo comentan por miedo a mostrar debilidad o, simplemente, no saben darle un nombre al evento. Para estos individuos y todos aquellos que sientan curiosidad por saber un poco más en profundidad de qué se tratan estos episodios, Ana Prieto ha creado una obra que no tiene pérdida. Desde la introducción, pasando por sus diez crónicas, el epílogo y el acertado apéndice, Pánico –Diez minutos con la muerte pone a disposición de cualquiera los distintos matices referentes al pánico y sus irrupciones en la vida cotidiana.
Con mucho talento y una prosa amable y fluida, la autora mendocina lleva en este libro a sus lectores en un paseo por las calamidades del pánico, sus raíces y sus implicaciones científicas. Comenzando por esa mirada un poco extrañada de aquellos que nunca sufrieron un ataque de pánico y su imposibilidad de comprender la profundidad de la situación, Prieto pasa por la etimología y la mitología detrás del pánico, nos muestra la ansiedad y la necesidad del control, la explicación científica de las causas y los cambios químicos. El ataque de pánico es colocado tras distintos filtros y llega a verse como una especie de iniciación al cambio personal, un rechazo a la sobreadaptación o un evento temporal (que puede llegar a aislar a cualquiera incluso por años).
No se le escapa nada a la autora: incluso las distintas medicaciones y los diferentes tipos de terapia como forma acercamiento y tratamiento para estos “diez minutos con la muerte” pueden leerse en el catálogo que expone.
En definitiva: Pánico es una obra circular. Y a pesar de que los temas relacionados con medicaciones, terapias y síntomas puedan sonar muy técnicos o especializados, no es difícil de entender. Pánico no es un libro para estudiantes de psicología ni nada parecido: es un compendio de crónicas que buscan poner a la sociedad en el contexto de lo que la ansiedad, el pánico y el miedo significan en la vida de alguien que los sufre regularmente. Finalmente: no es un libro para usarse como terapia en su sentido más básico, aunque puede servir como método para tomar conciencia o, sencillamente, como una forma de darle nombre a los oscuros momentos vividos.
Como si lo enunciara la Jasmine de Woody Allen, esa ex-adinerada venida a menos de Manhattan que no se termina de acomodar a la vida de clase media, al recorte de gastos y el trabajo en relación de dependencia –que evade la realidad para mantener una condición casi aristocrática ficticia y, cuando no lo logra, cae en el vacío de la ansiedad, el pánico y la incertidumbre– Ana Prieto confiesa que “el sufrimiento puede ser muy humanizante, y que la empatía es una fuerza extraordinaria contra el sinsentido” para justificar la necesidad de contar estas historias que, como también habría dicho antes, “se conciben desde el periodismo y se escriben desde la literatura”.