Apenas se abre el libro asalta al lector una frase de La representación de los hacendados, ese documento redactado por Mariano Moreno en 1809. Es contundente: "Deberían cubrirse de ignominia los que creen que abrir el comercio a los ingleses en estas circunstancias es un mal para la Nación y para la Provincia". El libro es Moreno. El fuego que inventó la patria, de Miguel Wiñazki, que se presenta hoy a las 19 en Espacio Prometeo, Matienzo 1642. Y junto al lento desgranar de este texto, muestra un Moreno que fue católico y monárquico y su evolución política.
"El primer Moreno es paradojal, contrarreformista, iluminista y liberal pero no independentista", escribe el periodista, que dirige la Maestría en Periodismo de Clarín y la Universidad de San Andrés.
-¿Qué lo atrajo de Moreno?
-Fue un personaje mayor y contradictorio. Era un modelo de sumisión monárquica y eclesiástica. Viajó a la Universidad de Chuquisaca para estudiar cánones y leyes, para ser solemne y sacerdote. Volvió hecho Mariano Moreno, el arquetipo del revolucionario intelectual latinoamericano.
-¿En qué consistió su búsqueda?
-Investigué su transformación, su mutación de la sumisión a la ruptura, de la mirada devota, teocéntrica y monopolista, hacia la anglofilia, hacia la Representación de los Hacendados que supo ejercer, y hacia el terror metodológico que impuso como secretario de la Junta. Pero esencialmente decidí indagarlo porque fue un genio. Moreno activó la historia desde su lucidez.
-¿Qué pasó en Chuquisaca?
-Chuquisaca era dual. La universidad, conservadora, monárquica y subordinada a Madrid, y el entorno de la Universidad, dinámico, insurreccional y prerrevolucionario. Afuera, Moreno observó dos cosas: la explotación innominada de los indios que extraían la plata de las minas, y el hecho irrefutable de que muy pronto ya no quedarían más metales por extraer. Eso produjo su giro copernicano, su adecuación efectiva a la nueva época. El modelo económico virreinal llegaba a su fin. En lugar de minería y esclavitud hacía falta libre comercio y ascenso de una nueva clase que quería exportar: los hacendados. En las tertulias de los estudiantes y de los catedráticos, extramuros de la Universidad, Moreno dio forma ideológica al nuevo paradigma socioeconómico. Ello incluía a Inglaterra, y en esos tiempos, aquello era revolucionario.
-¿Qué fuerzas de la historia expresaban lo que aparecen como sus contradicciones?
-Moreno es sucesivo y torrencial. Primero sirvió como un monaguillo filosófico al imperialismo español que agonizaba y luego al inglés que recién se configuraba. Y entre ambas cosas, expresó el espíritu emancipatorio latinoamericano.
-¿Se pueden ver sus huellas en la historia que siguió?
-Su fuego fue la luz de la Revolución, y también un incendio de la moderación. Moreno le quitó a la moderación política todos sus prestigios y ese fuego "que fundó la patria" fue su herencia, su halo. Su maldición, si se quiere, la maldición de Moreno, es la intemperancia política argentina.