Eugenia Langone / La Capital
Osvaldo Bazán es “periodista, gay y otras cosas más”, según sus propias palabras. Pero además fue el primero en recopilar los últimos 500 años de la “Historia de la homosexualidad en la Argentina. Desde la conquista de América hasta el siglo XXI”, un libro que presentó en 2004 y se reeditó el año pasado, además de estar en las bibliotecas de más de 200 universidades del mundo y presentarse nuevamente en Rosario mañana, a las 19.30, en la Feria del Libro. “¿Por qué les molesta tanto?”, fue la pregunta que lo movilizó a investigar esa historia que a lo largo de los siglos habló de sodomitas, pecadores, enfermos, delincuentes y putos para referirse a las minorías sexuales. Es el mismo “Estado el que discrimina”, asegura, aunque admite que hubo cambios: “Hace diez años decirle homosexual a alguien era un insulto y hoy el insulto es decirle homofóbico”.
—Si bien el libro salió en 2004, se reeditó el año pasado y sigue generando interés.
—Fue una alegría enorme que ocurriera eso. Y en este tiempo pasaron cosas: ahora está en más de 200 bibliotecas de universidades del mundo y recibo consultas de investigadores de otros países. Es un trabajo que hice con mucho placer y movido por inquietudes personales, pero está bueno que impulse nuevas investigaciones.
—En 2001 cuando escribiste la nota para la revista Noticias donde los famosos hablaban sobre su homosexualidad y vos mismo hiciste pública tu condición sexual dijiste que era un gesto político. Lo mismo señalaste con la publicación del libro. ¿Hubo cambios a partir de esos gestos que se dieron en el país ?
—Creo que ahora hay un entendimiento de la cuestión. Y estoy contento de haber aportado mi grano de arena. Yo no hablé ni hablo de mi intimidad, pero digo que soy homosexual porque es el lugar en el que me paro para opinar.
—El libro relata las diferentes formas de discriminación de la homosexualidad, ¿cómo las analizás históricamente?
—Hay un arco que demuestra que ésta fue siempre una cuestión política, porque el poder necesitó construir un enemigo y las minorías sexuales fueron el blanco perfecto. Cuando el poder estuvo en manos de la religión, la homosexualidad era un pecado, cuando pasó a la ciencia era una enfermedad y cuando pasó al derecho se convirtió en delito. Esto permitió reforzar los lazos de la mayoría en contra de una minoría, nos usaron de enemigos y no nos explicaron por qué. Por eso, la pregunta que me impulsó fue ¿por qué les molesta tanto?
—Planteás que son “legalmente discriminados”.
—Es que es el propio Estado organizado es el que discrimina y ese es el gran problema. Entonces, si no decimos que somos homosexuales nunca habrá leyes para nosotros.
—Es hacerlo visible.
—Ese es el gran tema y es muy importante; la visibilidad. Por eso siempre la homosexualidad fue aquello de lo que no se podía hablar y si no se puede hablar, no existe. Entonces la primera batalla es la de existir. Al no hablar del tema nadie sabe qué es. Ahora, en cambio, cuando cada uno descubre un primo gay en la familia, se da cuenta de que somos personas, buenas o malas, aparte de la condición.
—¿Además del Estado y la Iglesia, hubo otras organizaciones que se decían más progresistas pero que castigaron a las minorías, incluso desde la izquierda?
—La izquierda no fue especialmente benévola. Hay un momento de historia donde entre Onganía de un lado y el Che Guevara del otro había un mismo enemigo: el homosexual. Cuba tuvo campos de concentración para homosexuales y recién ahora se está revirtiendo esa situación. El capitalismo necesita parejas heterosexuales que se reproduzcan y tengan niños que compren cosas y el comunismo las necesita para hacer la revolución; siempre fue un disvalor el hecho de no procrear.
—¿Somos una sociedad muy homofóbica?
—No más homofóbica que otros países en el mismo estadio de desarrollo capitalista. Comparada con Latinoamérica, Argentina es Suecia. Pero hace diez años decirle homosexual a alguien por televisión era un insulto y ahora, en cambio, es decirle homofóbico.