Por Matias Mendez
La periodista mexicana Cecilia González lleva casi doce años en Buenos Aires donde trabaja como corresponsal de la agencia de noticias Notimex. Como manda su oficio, puede cubrir desde un partido de fútbol hasta la asunción de un presidente pasando por el estreno de una película o un caso policial. Los últimos cinco años le sumó algo adicional a su tarea: investigó el narcotráfico mexicano en la Argentina. El resultado es Narcosur, el libro que Marea Editorial publicó y sobre el que la autora dialogó con Infobae. El Cartel de Juárez, la ruta de la efedrina y una reflexión sobre la fascinación que provocan las figuras de El Señor de los Cielos y Pablo Escobar Gaviria, en esta charla.
-En Narcosur utilizás todos los géneros del periodismo, ¿cómo trabajaste?
Hay capítulos en los que trato de hacer crónica como tal pero hay otros que es entrevista pura y dura como con el juez Canicoba Corral, porque me parecía más interesante que se entendiera qué preguntaba y qué respondía él textual. Otras partes son como artículos periodísticos. Usé todos los géneros pero no fue algo premeditado. Como que el mismo texto me decía cómo tenía que manejarlo.
-Te traslado una pregunta que le hiciste al juez Canicoba Corral: ¿La aparición del Cartel de Juárez cambió el mapa del narcotráfico en Argentina?
No, creo que ese caso particular no modificó el mapa del narcotráfico en Argentina porque no hubo mayores casos ni se hizo una norma sobre lavado de dinero. No ha habido un nuevo caso tan resonante, sobre todo con tantas pruebas, porque las pruebas están de que el Cartel de Juárez lavó dinero acá.
También tiene que ver con un proceso de transformación del narcotráfico como fenómeno global: el narcotráfico se ha macdonalizado, esto significa que es difícil saber quién es el jefe, tercerizan cada parte de la operación. Sobre todo los que están en los rangos más bajos, están cometiendo un delito pero no saben para quién están trabajando. No son "lugartenientes de". Por ejemplo, en el caso de la ruta de la efedrina nadie se confesó culpable y nadie tenía una orden de detención previa. Entonces no se supo a qué carteles pertenecían.
-¿Es fundamental que exista una pata local?
Sí, totalmente y eso a veces se pierde de vista. También lo menciono en el libro: salvo en el año pasado que se abrieron más casos de la supuesta corrupción de la Policía de Santa Fe o la de Córdoba, casi siempre que se habla de narcotráfico en la Argentina se habla de capos colombianos, bandas peruanas, delincuentes mexicanos pero se habla muy poco de las conexiones locales, como si no tuvieran tanto peso. Sin ayuda local no se puede cometer ese tipo de delitos. Es imposible la penetración de un cartel sin algún tipo de protección política y sin alguna complicidad local.
Hasta donde yo investigué no vi que haya penetrado todas las capas del Estado, no veo eso en Argentina.
-¿Quién es el Señor de los Cielos y que quedó de su paso por la Argentina?
Amado Carrillo Fuentes fue como el sucesor del colombiano Pablo Escobar. Su historia tuvo muchos tintes surrealistas. Buscaba un refugio porque era buscado por Interpol, por la DEA, por la Policía mexicana y por enemigos de otros carteles. Su gran plan era operarse y cambiarse el rostro y buscar refugio en Sudamérica, entonces vino a Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. Montó una estructura que le permitiera venir a esconderse. Acá compró campos, estancias en Mar del Plata, casas en Bahía Blanca, etcétera. Después de ese viaje, regresa a México para hacerse la operación y muere después de una operación estética. Es igual que Pablo Escobar: fueron tan importantes que se convirtieron en leyenda.
-¿Ellos le dieron su impronta personal al narcotráfico?
Sí, Amado Carrillo Fuentes fue el primer gran capo en México que entendió el proceso de globalización y empezó a operar en otros países, no sólo en su región. Fue el Señor de los Cielos porque fue el primero que montó una flota de aviones propios para recoger la cocaína en Colombia y luego venderla en Estados Unidos. Fue un gran empresario, ilegal obvio. El crimen organizado entendió mejor la globalización que muchos Estados.
-Contás en el libro de la penetración en el norte argentino y la posible utilización de las Iglesias Evangélicas como pantalla.
Una estrategia que tienen es jugar a Robin Hood: van a pobladíos pobres, en el caso de Colombia o México, y hacen mejoras para el pueblo. Jugar al Robin Hood los ayuda a generar una estructura de apoyo social y de cuidado. Tu vas a las ciudades del norte de México y hay mausoleos en honor a muchos narcotraficantes llenos de flores. Una teoría que están trabajando varios investigadores y que yo pongo en el libro con signos de interrogación es que han venido células del cartel de Sinaloa y a través de las Iglesias Evangélicas van a filtrarse y a partir de ahí conseguir ese respaldo social que a la postre les garantiza protección.
-¿Tenés una explicación al éxito de la novela? ¿Qué es lo que atrae tanto a la gente?
La leyenda. Se construyen leyendas y es como si fuesen Cenicientas pero a nivel delictual: cómo un chico pobre se convierte en millonario y tan poderoso. Hay como un deseo de ser ellos pero por suerte la mayoría de la sociedad no nos atrevemos a ser ellos. Y los medios alimentan mucho el morbo y esta exacerbación. Los medios a veces idealizamos, somos muy irresponsables. Hay un segmento de la sociedad que los termina admirando.
Esta es una historia con tintes surrealistas en la que se relaciona al Cartel de Juárez con el misterioso asesinato de una señora de la alta sociedad argentina; a un chino que guardaba 205 millones de dólares en efectivo en una residencia en el Distrito Federal, con los poderosos carteles de producción de metanfetaminas; a un líder narco detenido en Buenos Aires que, cual superhéroe, vende en un blog "La camiseta de la justicia", con tres empresarios argentinos ejecutados como en tiempos de la dictadura militar; y a una mafia de adulteración de medicamentos con el lavado de dinero en campañas presidenciales.
Como cualquier otra gran empresa multinacional, los carteles mexicanos se internacionalizaron y diversificaron. Y en ese proceso, Argentina se convirtió en una nueva y disputada plaza.
Cecilia González nació en México, en 1971. Comenzó su carrera de periodista en 1993, como reportera del diario mexicano Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación. Realizó un posgrado en la Universidad Complutense de Madrid, en donde obtuvo el título de Experta en Información Internacional. Ha realizado cursos de especialización periodística en Cuba, España, Francia, Colombia y Argentina. Ha sido profesora de periodismo y suele brindar charlas sobre periodismo internacional en universidades de México y Argentina. Ha publicado en La Jornada, la Revista Mexicana de la Comunicación, la revista digital de crónicas Anfibia y en medios alternativos de Colombia, Francia, Italia y España. También ha realizado coberturas especiales en España, Francia, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Es autora del libro Escenas del periodismo mexicano. Historias de tinta y papel. Participó en los libros 72 Migrantes y Tú y yo coincidimos en la noche terrible, ambos proyectos colectivos que rescatan historias de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico en México. Desde 2002 es corresponsal de la Agencia Notimex en Argentina.