Lesbianas, gays, transexuales, travestis, bisexuales e intersex en un siglo XXI que continúa no de manera vacía, sino con un legado vivo que marca nuestra realidad. “¿Quién nos quita lo bailado?”, nos podríamos preguntar al terminar esta obra del periodista Bruno Bimbi. Entre testimonios del colectivo de la diversidad sexual, y las grandes luchas que atravesaron nuestro movimiento, el autor del libro con un diálogo simple pero lleno de un odio visceral trata de dar por incinerado el armario que nos oprime. Publicado en la Editorial Marea en este 2017 donde el mundo se sigue reconfigurando a nuevos rumbos, y donde “lo bailado” nos tiene que servir para sacar lecciones para continuar.
Como acuñaron las feministas de la segunda ola en la lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras: “lo personal es político”. Cada una de las historias que se relatan, las de Laura, Gastón, Daniela, Bruno, Jang, todas se vuelven una. En un punto, el armario jamás nos guareció mucho del afuera. Se destaca su transito por los distintos formatos y lugares donde se traza nuestra sexualidad. Las famosas redes sociales para conocer nuevos chongos y chongas, donde prima la selección visual y estereotipada, inclusive la necesaria heterosexualización de la homosexualidad con los clásicos “masculino busca masculino”.
Están también los osos, los fanáticos del BDSM, del porno, que aparecen en el mundo virtual y no tan virtual del que se hace imagen el autor.
El deporte, donde ser puto o entremezclarse con mujeres muchas veces es impensado. El mismo Macri ,cuando tan solo era el presidente del Club Boca Juniors, dijo al respecto de sumar gays a su club: “Es una situación complicada. Es una enfermedad, no es una persona ciento por ciento sana“.
Las fiestas del “ambiente” donde los dark room escapan al panoptismo foucaultiano en que todo se ve.
¿Se escapan, realmente, de lo que todo se ve? Nuevamente, lo personal es político. Cuando el Estado y sus Instituciones planchan nuestras sábanas con más vehemencia que nosotros, no queda otra que enfrentarlo.
Así lo hicieron las lesbianas, gays y transexuales que solían ir al bar Stonewall Inn, cuando en 1969 la policía se querían llevar a quienes desafiaban al orden establecido. Una enorme gesta contra la represión estatal, que duró tres días, y en el tiempo, hasta el día de hoy. Bimbi sigue transitando esta historia de lucha pasando por Mark Ashton y el LGSM junto al movimiento obrero que enfrentó a Tatcher y en el plano nacional con la pelea por los derechos civiles llevada adelante por Carlos Jauregui quien organizó la primer marcha del orgullo en 1992.
A diferencia del posmodernismo, aquí los enemigos son concretos. La Iglesia Católica hizo todo lo posible para detener demandas democráticas fundamentales para pelear el sentido común de la mano de los más reaccionarios. El periodista nombra muchas veces en el libro a Gramsci, de quien podríamos tomar aquí la idea de que las instituciones crean a sus propios intelectuales orgánicos, como el rol que jugó aquí el Papa Bergoglio (antes y después de ser Francisco). Junto con otros secuaces como Agüer, o Gustavo Vera en lo político.
Cuántos fueron los avatares que pasaron las activistas de la disidencia y la diversidad. Entre las 244 páginas que conforman el libro, éstas son contados desde sus estrategias, polémicas, debates y luchas.
Bruno Bimbi te cuenta una parte del backstage del lobby, de las uñas que se comían las y los manifestantes de su deseo, de los cánticos contra el Papa y sus amigos.
Luego de una adolescencia donde el placer se vivió tardíamente, como cuenta al principio el escritor de este libro, es entendible la ansiedad de él y los miles con adolescencias robadas, que estuvieron esperando en las puertas del Congreso cuando se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario y más tarde, la Ley de Identidad de Género.
Otras historias, en su libro lleno de historias, marca la responsabilidad del periodismo. No por nada se les dice que son el cuarto poder: grupos religiosos que monopolizan la televisión brasilera para vaciarte la billetera o las posibilidades de vivir tu sexualidad, o para burlarse de los estratos más pobres de las travestis. O hasta Jorge Lanata, que dijo que el cupo laboral trans es “idiota”.
El autor nos habla de una “batalla cultural” que pelea por la hegemonía discursiva de la homofobia. Eso no quita que, en todos los gobiernos, fue una política de Estado la ligazón material y moral con la Iglesia Católica y el fortalecimiento de las fuerzas represivas. La famosa frase de Valashinov, discípulo de Bajtín, dice: “el signo lingüístico será la arena de la lucha de clases”. La pelea por la hegemonía, diría quien escribe esto, no es sólo discursiva. Es también en disputa por el poder político.
“Como siempre, todos los clientes serán obligados a formar fila y mostrar sus documentos, las lesbianas serían manoseadas, las travestis y transexuales detenidas por vertir ‘ropas del sexo opuesto’ y el alcohol decomisado. Pero algo salió mal. Muchos se negaron a mostrar sus documentos y reaccionaron ante los maltratos. Hubo gritos de “gay power”, empujones y canciones de resistencia”
Desde campañas moralizantes como las que llevó el peronismo de donde surgió el Frente de Liberación Homosexual contra el régimen capitalista-patriarcal y los roles de género establecido; hasta una dictadura que iba en busca de marxistas subversivos desde el jardín hasta la universidad. Desde los cursos de inclusión a las fuerzas armadas de Nilda Garré; hasta el protocolo de detención LGTBI de Bullrich.
La historia sigue sus giros. Se seguirán presentando distintas estrategias. Se transformaran, mutaran o continuaran los sufrimientos, también las luchas.
Hay un fin del armario ya escrito por Bimbi, y continuará en lo que excede a lo ya escrito, a lo ya vivido. Ese armario se construyó en base a todos los prejuicios y violencia que nos circundan, pero en el país con la legislación más progresiva del mundo en materia LGTBI, la igualdad ante la ley sigue sin ser la igualdad antte la vida.
Una lectura fresca, rápida, e interpelante.