La reconstrucción ficcional de los años que el siniestro Adolf Eichmann vivió en el interior de la provincia de Tucumán, en la zona lindante con Catamarca, que Marcos Rosenzvaig realizó en su obra titulada “Querido Eichmann” puede ser interpretada de diversas maneras.
Una es la demostración de cómo ex jerarcas nazis pudieron refugiarse en la Argentina, ocultando aparentemente sus orígenes, mientras continuaban añorando su época de esplendor en el Tercer Reich, y soñando la posibilidad de que surgiera un Cuarto Reich.
Otra es exponer que en la Argentina había un porcentaje de miembros de la sociedad que admiraban las teorías sociales y racistas sostenidas y ejecutadas por el fascismo y el nazismo.
También podríamos interpretar esta obra como oposición a la teoría de Hannah Arent de que Adolf Eichmann solo cumplió órdenes, sin ser un racista convencido.
Independientemente a la historia real de cómo Eichmann logra escapar de los aliados, y que gracias al accionar del obispo Alois Hudal, y su red de protección a los nazis que huían de Europa, llega a Buenos Aires, como Ricardo Klement y es contratado para trabajar en la empresa CAPRI, propiedad también de nazis autóctonos, “Querido Eichmann” es una novela que describe crudamente momentos sumamente importantes sobre la Shoá
Algunos de ellos son relatados por el atormentado Herr Klame, un simple SS que estuvo en Auschwitz, y describe minuciosamente lo que hizo y vio hacer; otros por el propio Klement cuando en diversos momentos del texto afirma que el no mató sino que organizó “el transporte” que llevo a los campos de exterminio a un millón de judío.
El intento de Kelment/Eichmann de crear una célula iniciadora del Cuarto Reich en Tucumán, conformada por cinco lugareños, tres jóvenes incultos que eran sus ayudantes directos, un sacerdote que tenía una fotografía en donde se lo veía con Goebbels y un comisario pueblerino, posiblemente deberíamos considerarlo como una simple ficción.
Como también el hecho de que esa célula elimina, incendiándola, a una familia gitana; o que Kelment/Eichmann se comunicaba con Mengele; o que cuando es acusado de ser el asesino de la hija del ingeniero a cargo de la obra que estaba ejecutando CAPRI, Kelment/Eichmann se defienda diciendo quien era, no se lo detenga y que al descubrirse los verdaderos asesinos, pueda tranquilamente irse a Buenos Aires a esperar la llegada de su esposa e hijos.
Pero como decimos más arriba, fuera de esos momentos propios de una novela de ficción, y “Querido Eichmann” lo es, el texto de obliga al lector – o mejor dicho debería hacerlo – a tomar conciencia de lo que significa la Shoá, y que la ideología que le dio origen no ha desaparecido sino que está resurgiendo.
Por todo lo dicho consideramos que esta obra “Querido Eichmann” de Marcos Rosenzvaig es mucho más que una novela escrita partir de una base histórica, pues crudamente describe lo ocurrido en los campos de exterminio y por lo tanto debe leerse.