Marea Editorial

Portapaleles: Espías detrás de las noticias

No somos ángeles es el título del libro que reúne textos recopilados por los periodistas Liliana Caruso, Florencia Etcheves y Mauro Szeta de sus propias libretas de apuntes.

No somos ángeles es el título del libro que reúne textos recopilados por los periodistas Liliana Caruso, Florencia Etcheves y Mauro Szeta de sus propias libretas de apuntes. Es que los tres, justamente, han trabajo como cronistas en secciones policiales de distintos medios nacionales.

Editado por Marea, el libro ofrece jugosas anécdotas que suelen no publicarse por cuestiones de espacio y quedan deambulando en el recuerdo. Aquí algunas de ellas.

La casa del crimen

No hay ciudadano platense que no sepa dónde queda la casa en la que el odontólogo Ricardo Barreda acribilló a toda su familia. Calle 48 en pleno centro de la Ciudad de las Diagonales.

La casa del crimen es antigua y se parece más a un petit hotel que a una casa de familia. Hace quince años que está cerrada y en el medio de un trámite de sucesión. Acumula deudas impositivas millonarias. La fachada de esta casona es exactamente igual a la de la casa lindera. Pero la ironía supera a lo inmobiliario.

La casa del crimen está llena de pintadas: "Ricky ídolo", "Asesino", "Aguante Barreda". La casa de al lado está reciclada, pintada de blanco y verde. En ese lugar funciona un spa de belleza y cuidados para la mujer.

—¡Qué increíble!— comentó un día ante los medios de comunicación la vecina de enfrente— ¡En una casa mataron a cuatro mujeres y en la otra las cuidan y las ponen lindas!

Gran Hermano

Segundos después de sentarse en el banquillo de los testigos Hugo Conzi empezó con un derrotero de denuncias, que abarcaban un complot para involucrar a su hermano en el crimen del joven Schenone. En el medio de ese complot, había un policía de apellido Calabresi. Según Conzi, el uniformado le había confesado que los investigadores habían cambiado pruebas para perjudicar a Horacio.

Calabresi negó rotundamente los dichos de Conzi y el tribunal dispuso que se haga un careo entre los dos hombres. El careo incluyó tramos desopilantes, entre ellos, cuando Conzi comenzó a llamar "Cala" al policía Calabresi y más tarde aludió a él diciéndole "Cala...", momento en que el comisario le dijo: "Conzi, Hugo Conzi". Y éste retrucó: "Bond, James Bond".

Amigos son los amigos

El juicio que se siguió en los Tribunales de San Isidro por el crimen de María Marta García Belsunce tuvo momentos de tensión, de lágrimas y de bronca. Fue una especie de montaña rusa emocional (...), Pero sin lugar a dudas el testimonio que más expectativa generó fue el del vecino Nicolás Pachelo, el sospechoso de la familia de María Marta.

Los allegados a Carrascosa coparon parte de la sala desde temprano, pero además estudiantes de derecho, vecinos de San Isidro y hasta fiscales del fuero no aguantaron la curiosidad de ver personalmente a este chico del que contaban tantas historias.

Pachelo no desilusionó. Llegó vestido con un traje impecable para la ocasión y ostentó miradas con esos ojos verdes que llamaron la atención de las mujeres que estaban en la sala.

El vecino, conocido por rebelde, no perdió oportunidad de hacer gala de sus relaciones personales más exclusivas:

—Yo practico tiro al blanco en la tosquera de mi familia. Lo hago con mis amigos, Antonio y Aíto de la Rúa. También era frecuente que vinieran los hijos del Coti Nosiglia.

Cuando la TV se coló

El Tribunal Oral Nº 6 que juzgó a Carrascosa tenía en una caja más de 30 casetes VHS con filmaciones de distintas medidas de prueba.

Los jueces sabiendo que el fiscal Molina Pico conocía de memoria el contenido de cada tape no dudaron en preguntar:

—Doctor, ¿usted se acuerda en qué número de casete está la grabación de la autopsia?

—Si no recuerdo mal, creo que está o en el número siete o en el nueve— respondió Molina Pico.

Decidieron probar con el número siete. Lo metieron en el video reproductor y la imagen los dejó helados. Tino y Gargamuza, los simpáticos dibujitos animados de TVR, coparon el audio y video de la pantalla gigante de la sala.

—Tino, ¿sabés lo que es un pituto?— preguntaba con voz aflautada Gargamuza.

Las carcajadas llegaron hasta el pasillo donde estaban los periodistas.

El negocio de las fotos

El equipo de Canal 13 fue el primer medio nacional en llegar a Río Cuarto. Sabía que la imagen de Norita era fundamental para la cobertura televisiva. En una galería del centro de Río Cuarto dos casas de fotografía ofrecieron gentilmente fotos de Nora Dalmasso en las que se las veía participando de distintos eventos sociales. Aparecía bella, radiante y siempre con un sonrisa.

—Yo te doy las fotos. Espero que sirva para encontrar al asesino— argumentaba el dueño de la casa de fotografía.

Dos días después, el caso Dalmasso era imparable. El periodismo porteño había copado Río Cuarto y las fotos de Norita riendo y bailando se tornaron valiosas. Negativos, videos y hasta fotos carné eran ofrecidas a los periodistas. Pero el "arreglo" había cambiado. Se llegaron a pedir hasta mil pesos por una foto de Norita en el último cumpleaños de Marcelo Macarrón, poco tiempo antes de su asesinato.

Pero la oferta más desopilante llegó de una voz anónima:

—Tengo una foto de Norita disfrazada de Gatúbela y un video de una fiesta donde el gobernador De la Sota baila haciendo "trencito" con Nora. Las dos cosas te las dejo en 50 mil.

Ese material no salió a la luz. Nunca se sabrá si nadie lo compró por el excesivo precio o si en realidad esas imágenes nunca existieron.

 

¡Grande Pa!

Los abogados penalistas, siempre trajeados y serios, también tienen familia, esposas, hijos, como cualquier mortal. Pero ellos aseguran que por su profesión, justamente, sus niños son muy avispados.

Ana es la hija del doctor Roberto Ribas (defensor de Nicolás Pachelo). Cuando ella tenía 14 años fue invitada a esquiar al sur. Su papá letrado se enteró de la cantidad de dinero que iba a costar el paseo y decidió darle a su hija una lección de vida.

—Anita, gracias a que papá trabaja todo el día vas a poder ir a esquiar— le dijo.

Y la nena sonriente y con un abrazo le contestó:

—¡Gracias papá! Y, ¡aguante la delincuencia!

Banda de cirujanos

"Todo lo robado tiene uso". Ese era el lema que aplicaba una banda de ladrones que operaba en la zona de La Matanza, el distrito con más población del Gran Buenos Aires. A fines de 2004, esos delincuentes asaltaron una sala de primeros auxilios de Ciudad Evita y se robaron desde gasas hasta todo tipo de instrumental quirúrgico. La dejaron "pelada".

Para aprovechar al máximo lo recaudado como botín, los asaltantes decidieron montar un "minihospital de campaña" para atender a los "chorros" que cayeron en desgracia.

Además, los barbijos y los guantes los utilizaron para concretar los asaltos y no dejar evidencias en su contra.

Desde entonces los apodaron "La banda de los cirujanos". Los que los conocieron aseguraban que no discriminaban a nadie y que hasta atendían a ladrones heridos de otras zonas.