La política de Brasil volvió a dar un fuerte gesto de distención mientras los bloqueos y protestas en las principales ciudades del país terminan de desaparecer por completo. Los equipos de transición de Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva se reunieron para dar inicio a unas conversaciones que se extenderán por casi dos meses.
La transición presidencial está en marcha y el poder de Brasil y el resto del mundo lo celebra. “Es una muestra de que las instituciones funcionan y la burocracia está lo suficientemente fuerte como para anteponerse a las marchas y pedidos golpistas que hubo en la calle”, exclamó alegre ante TN un diplomático extranjero con sede en Brasilia.
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La capital brasileña recibirá la mayor parte de las reuniones que se produzcan de ahora en adelante. Quienes inauguraron esta serie de encuentros fueron Geraldo Alckmin, el vicepresidente electo junto con Lula, y Ciro Nogueira, el ministro de la Casa Civil –o jefe de Gabinete- de Jair Bolsonaro. Ambos fueron los elegidos para encabezar los equipos de transición.
En Brasil, este proceso está legislado y le permite al presidente electo acceder a los números y cuentas del Estado incluso antes de ocupar su cargo. Esto puede abrir una caja de pandora con información no conocida hasta el momento. Dependerá de Lula si decide hacerlo público o no. Alckmin seleccionará a un plantel de 50 personas para que lo acompañe hasta el 1 de enero cuando sea la asunción formal.
La urgencia económica
Hay distintos puntos clave en agenda, pero entre ellos se destaca el político y económico. Es por eso que antes de la primera reunión del jueves entre los equipos de transición en el Palacio del Planalto hubo otra con el encargado de redactar el presupuesto para el próximo año, el senador Marcelo Castro.
De allí surgió una primera definición fuerte: el nuevo gobierno de Lula quiere mantener el programa de “Auxilio Brasil”, lanzado por Bolsonaro después de la pandemia. Es una ayuda social directa de 600 reales (unos $35.000 al cambio blue) a las familias más necesitadas y golpeadas por la crisis económica tras el Covid-19.
Para sostener ese multimillonario desembolso el gobierno de Lula debería lograr una autorización de gastos estatales extras para el año que viene, algo que el propio líder del PT había criticado del presidente actual. En Brasil hay un tope presupuestario donde el gasto público no puede aumentar más que el índice de inflación, a excepción de que el Congreso lo habilite.
“Lula va a tener que prestarle atención a la agenda social para generar mecanismos de asistencia para los actores más empobrecidos y sacar a Brasil del mapa del hambre como ya lo hizo anteriormente”, explica en diálogo con TN el politólogo Facundo Cruz. Trascendió incluso que el nuevo gobierno buscará que el programa se llame “Bolsa Familia”, como la icónica asistencia que impulsó Lula en su primer gobierno.
Misteriosos decretos de 100 años de confidencialidad
A lo largo del último año y medio, y a sabiendas de la posible derrota electoral que finalmente sufrió, Jair Bolsonaro ha ido publicando una serie de decretos de confidencialidad de 100 años sobre temas que podrían son espinosos para él o que complican tanto al presidente como a miembros de su familia.
El despacho de Presidencia decretó, por ejemplo, confidencialidad para la cartilla de vacunación de Bolsonaro, la investigación de procesos internos del gobierno o el acceso a los datos de sus hijos Carlos y Eduardo en relación al Planalto. Muchas de estas restricciones se hicieron públicas luego de que los medios presentaran solicitudes de acceso a la información pública que eran rechazados por este motivo.
En uno de los primeros debates que tuvieron todos los candidatos en la recta final de campaña, Lula prometió levantar todos los “secretos por 100 años”. “Lo primero que puede llegar a salir de ahí son datos relacionados a la pandemia, a la política sanitaria y los programas que adoptó Bolsonaro para enfrentar al Covid-19″, analiza Ariel Goldstein, investigador del CONICET y autor de “La Reconquista Autoritaria”.
Sin estar entre los archivos confidenciales, los números finos de las ejecuciones presupuestarias también quedarán a la vista de los equipos de transición. Allí es donde Lula tendrá que decidir si hace públicas algunas estadísticas o si se las reserva en un juego de cintura política, tal como coinciden los analistas Cruz y Goldstein.
Un rompecabezas de puestos políticos
Estos dos meses de transición servirán, además, para entender cómo Luiz Inácio Lula da Silva empieza a moverse con los aliados de la coalición que lo hizo ganar las elecciones. Son 10 partidos que formarán parte de la alianza y el presidente electo sabe que tendrá que hacer una distribución de cargos para mantener la paz interna.
“Haber elegido a un compañero de fórmula de centroderecha fue un fuerte gesto de Lula, y nombrarlo a cargo de la transición lo es también”, le explicó a TN el consultor político Caio Manhanelli, haciendo referencia a Geraldo Alckmin, un hombre más cercano a los empresarios. De todas formas, de cerca lo seguirá Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores (PT).
“Lula es y ha sido uno de los actores clave de la construcción del presidencialismo de coalición”, agregó Facundo Cruz, miembro también del Centro de Investigación para la Calidad Democrática y autor de “la Gente Vota”. Se espera que los próximos movimientos, inclusive las 50 personas que formarán parte del equipo de transición, sean una muestra de las fichas que moverá el líder del PT.
En ese sentido, Cruz agregó que en sus mandatos anteriores “Lula repartió espacios ministeriales entre aliados, pero los que dependían de la presidencia u oficiaban como espacios de coordinación de gabinete los reservaba para aliados de máxima confianza o miembros del PT”. El principal objetivo de Lula será formar una sólida alianza en el Congreso que le permita gobernar y avanzar con sus proyectos.