Buenos Aires A cien años de su nacimiento, la biógrafa de Eva Perón, Alicia Dujovne Ortiz, reconstruye en una novela catártica e intimista los últimos días de la “abanderada de los humildes”. La escritora radicada en París repasa los secretos mejor guardados de la líder peronista y los pesares que la acompañaron en su tranco final. Morir no viene solo, antes hay que ponerse de acuerdo con uno y con los demás y hacer examen de conciencia como dice el curita babieca, y después ya se puede llamar a la muerte como a un gato, así, con el dedo, dale, negra, vení. Estoy lista como los boiescáu, esperame hasta el sábado que termino de arreglar unas cositas y enseguida caete nomás por acá, negra sotreta. Sábado 26, no me fallés. ¿Cómo habrá sido la última semana de Evita, el tranco final? En la procesión va por dentro (Editorial Marea), su último libro, Alicia Dujovne Ortiz recrea esos días que marcaron a fuego la historia argentina, adentrándose en los pensamientos y la voz mordaz de una Eva Duarte de Perón en su lecho de muerte, que se debate entre el cáncer, los efectos de la morfina y los dolores que sufrió como mujer. Aguijones de distintos momentos de la vida, burlas, abandonos varios, cachetazos reales y simbólicos, infidelidades y una violación… “Ha llegado el momento de hablar de ciertas cosas que se invisibilizaron en pos de seguir con la glorificación de Evita. ¡Pero cuánto más admirable es ella si la miramos desde esta perspectiva humana!”, exclama Dujovne Ortiz apurando un cortado en la porteñísima esquina de Santa Fe y Pueyrredón, en un bar que es su “oficina” cada vez que vuelve a la Argentina (vive en París hace cuarenta años). “Ese episodio tremendo de su violación a los 15 siempre ha sido un tema prohibido; no digo que sea desconocido porque lo he publicado en mi biografía sobre Eva hace más de veinte años, pero se tapa. ¡Y ella fue una víctima, como tantas chicas que ahora lo denuncian! Eva no podía. ¿Quién iba a contenerla hace tanto, en un pueblo, siendo pobre e hija no reconocida? La entenderíamos mucho más a la luz de esos sufrimientos de mujer.” ¿Quiénes eran esos “nenes caca” a los que tu personaje de Evita acusa y recuerda con tanto dolor? Eran dos jóvenes de Junín, acomodados. La invitaron con una amiga en auto a Mar del Plata, pero nunca llegaron porque se desvíaron en el camino, abusaron de ellas y las abandonaron desnudas por ahí. Fue determinante para su vida. Ahora, que al fin podemos hablar de la violencia contra las mujeres, tendríamos que leerla a Evita también desde ahí. En 1995 publicaste una reconocida biografía sobre Eva y ahora volvés en clave ficcional. ¿Qué te faltaba contar, que te pusiste en su piel en la agonía? No sé… Será que tengo 80 años y he visto morir a muchos. En esta novela hay algo de aliento desbocado, de urgencia, por eso decidí sacarle los puntos aparte al texto. Salió de mí como un chorro, la escribí en un mes. ¡Tenía el tema atravesado hace tanto! Todo está refrendado por testimonios de allegados a ella que llegué a entrevistar, como el cura Benítez; la fotógrafa Annemarie Heinrich y las viejitas del Partido Femenino.