No sucede en Ciudad Gótica, no vuela ni usa armas de fuego. Norita, nuestra heroína, camina por Castelar, se sube al tren Sarmiento y recorre las calles de Buenos Aires buscando a Gustavo, su hijo desaparecido. Los villanos son como el Guasón, pero más crueles, se ríen, son muchos, son dictadores, están armados hasta los dientes, esconden a Gustavo y a un montón de personas, en su mayoría jóvenes. Y no solo matan, también torturan y se apropian de los bebés de sus víctimas. Nuestra heroína está sola con su dolor, pero no está sola para la lucha, forma parte de un grupo de madres que se juntan alrededor de la Plaza de Mayo y que tienen un poder superior, el amor. ¿Puede el amor más que el odio? Sí, Norita, la película dirigida por Jayson McNamara y Andrea Tortonese, traza ese camino. No es una ficción. Es una realidad para revisar y aprender.
Norita murió el 30 de mayo de este año pero resucita en la pantalla grande, es Como la cigarra, como esa canción de María Elena Walsh que tanto le gustaba. Se trata de una película documental, con archivos, animada con muchos simbolismos, producción en la que participaron desde Jane Fonda hasta Naomi Klein y Gustavo Santaolalla, que también se ocupó de la música, y con varios testimonios, de la misma Norita Cortiñas, de Ana Careaga, Nora Strejilevich y Haydée Gastelú. El film atraviesa la historia argentina mientras muestra a una mujer, Nora, ama de casa, “machista”, atada al patriarcado y sus efectos, enamorada de Carlos, su marido, ocupándose de sus dos hijos, Gustavo y Marcelo, trabajando dentro, siempre dentro del hogar; una mujer de las de antes, como tantas otras. Hasta que el 15 de abril de 1977, en la estación de Castelar, su hijo Gustavo es secuestrado por fuerzas de seguridad y entonces su vida se desgarra. Y comienza su transformación, el camino del pañuelo blanco. Norita empieza a ser, y será hasta el final de su vida, una Madre de Plaza de Mayo, una heroína que definirá con sus actos, qué es luchar por Memoria, Verdad y Justicia sin tirar un solo tiro. Y así se podrá comprender qué es estar en El lado Norita de la vida.
Norita, la película, quizá te haga llorar como me hizo llorar a mí y como tantas veces lloré con ella, durante las entrevistas para el libro que hicimos juntos o simplemente dialogando acerca de su sufrimiento, el de no saber qué pasó con su hijo, que continúa desaparecido. Pero también es un documental que ofrece esperanza, pero una esperanza activa frente a la desesperación; pone luz y memoria sobre las tinieblas y la desmemoria. Norita es una película para tomar fuerzas, la fuerza que transmite una madre. En tiempos donde prima el egoísmo y la cosificación, Norita humaniza, nos enseña qué es la empatía, esa capacidad para identificarnos y compartir sentimientos en la lucha a favor de los que más sufren, porque todos sufrimos, pero hay seres más arrasados que otros. Norita no se quedó sola ni solo con su dolor, nunca dejó de buscar su verdad, qué pasó con su hijo Gustavo, pero también se comprometió con otras dolencias, con otras causas, donde había alguna injusticia, ahí aparecía Norita, nuestra heroína, pequeña pero inmensa, con su pañuelo blanco, su sonrisa y su firmeza.
Norita, la película, es arte, pero arte reflexivo. No es entretenimiento para distraernos, es arte terapéutico, arte memoria, es la posibilidad de pensar cómo podemos hacer para vivir en un mundo mejor.
Pablo Melicchio, psicólogo (UBA) y escritor, autor de El lado Norita de la vida, Marea Editorial.