Creado y dirigido por el periodista socialista Herman Schiller, Nueva Presencia comenzó a salir en 1977 como un suplemento de Di Presse, el último órgano periodístico en idish de la Argentina. Luego se independizó y fue uno de los pocos medios periodísticos que denunció la desaparición y tortura de personas en la Argentina en tiempos del terrorismo de Estado.
La revista llegó a vender 25 mil ejemplares semanales y se sostenía con pequeños avisos de buena parte de la comunidad aunque, según informa Belluci, en un momento dado, por presión de la DAIA, perdió gran parte de sus anunciantes, quebró y tuvo que cerrar. Nueva Presencia fue repudiado por los organismos oficiales de la comunidad por su política antibelicista y crítica respecto del gobierno de Israel.
Muchos de sus colaboradores también lo fueron de la revista El Porteño. En Nueva Presencia participaban con regularidad María del Carmen Feijoó, Emilio Mignone, Hebe de Bonafini, Osvaldo Bayer, Emilio Guidici, Roberto Hugo Mero, Juan José Sebreli. Emilio Corbière, Gerardo Yomal, Daniel Muchnik, Antonio Elio Brailovsky, Eliahu Toker, Roxana Morduchowicz, Saúl Drajer, Carlos Alberto Brocato, Moshe Wainstein, María Caiati, Nora Cortiñas, Rolando Jalife, Marcelo Benítez y Elio Brat, más la fotógrafa Alicia Segal. Las ilustraciones estaban a cargo de Roberto Bobrow.
NP funcionaba en un local de la calle Castelli, del barrio de Once. En sus páginas se habló por primera vez de las Madres de Plaza de Mayo. Fue portavoz, aunque no sólo, del Movimiento Judío por los Derechos Humanos, que Schiller creó luego con el rabino Marshall Meyer. En 1981, en la imprenta donde se hacía, explotaron dos bombas.
Bellucci es autora de los libros: Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política; Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo; Desde la Cuba revolucionaria. Feminismo y Marxismo en la obra de Isabel Larguía y John Dumoulin. Recientemente publicó El segundo sexo en el Río de La Plata, una compilación alrededor de la obra emblemática de Simone de Beauvoir, junto a la investigadora y docente, Mariana Smaldone.
Según Bellucci, NP combatía toda expresión de discriminación y entendía a las minorías sexuales y al feminismo como un aspecto más de los derechos humanos, algo que raramente ocurría en aquella época en que esas personas parecían no existir y estaban fuera de la agenda pública. Schiller planteaba armar alianzas con prostitutas, pres*s sociales y polític*s a partir de la idea que l*s excluid*s encabezaban una lucha contra el autoritarismo: “Los homosexuales deben dejar de asumir formas vergonzantes. Es necesario sentir orgullo de la propia identidad para salir a pelear por sus derechos”.
“Ante todo, quisiera contar la historia que me cruzó con Herman Schiller”, dice Bellucci. Lo conocí personalmente en 2002 cuando se presentó como candidato a vicejefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por la coalición Izquierda Unida. En esos momentos yo colaboraba en ese espacio político. En 2007 me acerqué a él para que testimonie sobre su relación con Carlos Jáuregui, el adalid del movimiento gay y el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Yo estaba recabando información para mi libro Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política, editado por Emecé en 2010. Schiller me resultó una persona difícil para el diálogo y tuve que tener mucha paciencia. Nos reunimos en un café en Bartolomé Mitre y Pueyrredón, a metros de su casa”.
“El 6 de mayo de 2017 me invitó a participar en su programa de radio Leña al Fuego junto a Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación de mujeres Pan y Rosas, para hablar en torno a la relación entre capitalismo, machismo y patriarcado, en el bar La Dignidad, Aguirre 29”, rememora la periodista y ensayista. “En 2012 Schiller fue echado de Radio Ciudad por el entonces intendente Mauricio Macri. Dicho esto, escribir sobre el semanario Nueva Presencia fue un tributo tanto para este militante socialista, emblema del compromiso con los derechos humanos, como para esta publicación laica, de pensamiento crítico, antibelicista, anticapitalista y anticolonial”.
-¿Cómo esperás que sea leída esta investigación?
-Hoy sale a la luz al disponer de Moléculas Malucas, un espacio para publicarla. A mi entender, representa una nota controvertida, dado que da cuenta de una visión más amplia y abarcadora de los derechos humanos que aquella enarbolada por los organismos y partidos de izquierda de aquel entonces. Por ello, está sumamente documentada. “El semanario Nueva Presencia. Páginas para los derechos humanos, el judaísmo, las minorías sexuales y el feminismo” tuvo una significativa repercusión, en especial, dentro de la comunidad judía nacional e internacional. También en el interior de algunos organismos de derechos humanos, feministas y de las disidencias sexuales. Por ejemplo, activistas que militaban con Schiller en sus visitas a la cárcel de Devoto para hablar con los pres*s polític*s en los inicios del gobierno de Alfonsín, aquell*s que colaboraban en el periódico que editaba Madres de Plaza de Mayo; las personas que rondaban los jueves en la Plaza de Mayo; académic*s que abordan la temática específica de la comunidad judía como es el caso de Emmanuel Kahan, militantes gays y lesbianas, fueron los que se sintieron interpelad*s e hicieron circular la nota con mucho cariño y respeto.
Violencia política contra la comunidad LGBT
-Las organizaciones disidentes de los ’70, que se llamaban en aquel entonces minorías sexuales, fueron atacadas por derecha y por izquierda. ¿Por qué creés que el segmento del arco político y social más progresista no las comprendió?
-Las minorías sexuales siempre fueron una afrenta para las izquierdas peronistas y marxistas. Sería muy largo de explicar. Creo que las izquierdas de los ‘70 y principios de los ‘80 disponían de una visión prefoucaultiana de la política, al desconocer al cuerpo y las prácticas sexuales como un campo de batalla, como un territorio en pugna. Ahora, se muestran cambios interesantes, pero aún domina la perspectiva heterosexual hegemónica. Cuesta entender que la comunidad LGBT impulsa trasformaciones sociales y otras formas de vivir, de conformar relaciones de parentesco y vínculos político/afectivos. En una nota de Moléculas Malucas, un diálogo entre Néstor Perlongher y Marcelo Benítez, Perlongher, con una lucidez única planteaba: “La consigna más perdurable del Frente de Liberación Homosexual es ‘machismo igual fascismo’ y apuntaba, intentaba, orillando lo delirante, politizar la cuestión sexual. En aquel contexto revolucionario de la Argentina del ’70 se presentaba como revolucionario. Ahora, desde el punto de vista práctico, la experiencia fue un fracaso rotundo porque ninguna de las reivindicaciones del F.L.H. lograron imponerse, ni siquiera popularizarse”.
Si bien durante la última dictadura cívico militar se asesinó a números*s homosexuales, en realidad no fueron sus principales víctimas. En realidad, con el regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de 18 años de destierro, se comenzó a vivir una escalada de violencia política que tuvo su punto de inflexión en la masacre de Ezeiza y en las movilizaciones contra el derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile. Los actos de violencia destinados a perseguir y asesinar a diario se profundizaron en 1974 con la habilitación, desde el Estado, de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A. Un siniestro grupo paramilitar patrocinado por sectores políticos y sindicales de la ultraderecha peronista junto con la policía federal y las fuerzas armadas. Asesinó, secuestró y desapareció a cientos de personas que provenían de la militancia política de izquierdas de cuño peronista y no peronista, del mundo de la cultura, del periodismo, del sindicalismo combativo y del movimiento estudiantil. Mientras que los grupos feministas y homosexuales fueron amenazados de bomba y desde las páginas de la revista El Caudillo, de ideología «peronista ortodoxa», que representaba el brazo mediático de la Triple A se llamaba a internarl*s en campos de reeducación o directamente a exterminarl*s. Estos horrorosos acontecimientos están muy bien documentados gracias a los testimonios de Marcelo Benítez, histórico militante del Grupo Eros del Frente de Liberación Homosexual (FLH), poeta, novelista, ensayista, dibujante e ilustrador de los boletines Somos (FLH) y Postdata (Grupo Federativo Gay). Todo lo relatado se documenta en distintas notas y ensayos publicados por Moléculas Malucas, desde el año pasado hasta hoy.
-¿Se puede establecer algún puente entre lo judío y las disidencias sexogenéricas?
Por supuesto, es el eje central de la nota: el interrogante sobre las razones que llevaron a esta publicación judía a abrir un espacio solidario para que los grupos iniciales y referentes de las minorías sexuales y del feminismo tuviesen voz y presencia, en momentos de retirada de la dictadura cívico militar, cuando aún no estaban organizados como movimiento. Acaso, aparezca una punta: “combatir toda expresión de discriminación”. Del mismo modo, cabe la posibilidad de que Schiller y su equipo entendiesen las minorías sexuales y el feminismo como un aspecto más de los derechos humanos. Tanto para él como para el periodista Yomal, uno de los principales colaboradores, existía un paralelismo entre la comunidad judía y los homosexuales varones frente a la represión y persecución que atravesaron durante el nazismo en los campos de concentración.
-¿Cómo surge el nombre bilingüe argentino-brasileño Moléculas Malucas? ¿Es un homenaje al poeta, sociólogo, escritor, ensayista y militante Perlongher, quien en 1982 se fue a vivir a San Pablo?
-En parte sí. Es un nombre que surgió espontáneamente hacia fines de 2020 cuando con Juan Queiroz, archivista, investigador y activista sexodisidente, decidimos llevar adelante esta experiencia política de archivos queer y rescate de memorias “fuera del margen”. Te diría que el nombre surgió a las apuradas. La opción anterior era en papel y se iba a llamar Les Amorales, pero cuando estábamos a punto de lanzarlo supimos de la existencia de un proyecto similar, con el mismo nombre, realizado por gente amiga. Como somos poc*s y nos conocemos, fuimos por otro, forzad*s a llevarlo al formato virtual por el inicio de la pandemia. Ahí, surgió Moléculas Malucas, como forma de homenajear la existencia de un pequeño espacio de estudio llamado así, creado en 1982 por Néstor Perlongher y Jorge Beloqui, radicados en esa época en San Pablo. Aquel grupúsculo se formó luego de la visita a Brasil del filósofo Félix Guattari, quien sostenía que los movimientos minoritarios o moleculares no podían seguir girando sobre sí mismos sin posarse sobre lo social. Por ser Perlongher un referente icónico de los activismos de las disidencias sexuales, este nombre, como vos decís, es un modo de homenajear su lucha con toda su potencia política revolucionaria y desviada.
A las pocas semanas, l*s dos fundador*s del proyecto convocamos a un pequeño grupo de activistas y archivistas sexo-disidentes, feministas queer, trabajador*s sexuales, investigador*s e historiador*s para formar una colectiva editora. Por ejemplo, todo el material gráfico como visual para documentar mis ensayos de historiografía queer, lo aporta Juan Queiroz, quien a su vez, es el editor de la revista. Como dijo Pabli Balcazar, “Juan es como una hormiguita gigante y mariquita que va juntando pedazos de nuestra historia de manera cariñosa y siempre generosa”. Mientras tanto, Marcelo Ernesto Ferreyra, activista feminista defensor de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos y miembro de la Colectiva Asesora de Sexo y Revolución- CeDInCI/UNSAM, participa con datos, memorias, fechas, imágenes y contactos al disponer de uno de los archivos más importantes de la comunidad LGBTI. Al menos, ell*s dos son las principales fuentes para mi escritura. También nos acompaña Jorge Luis Giacosa, un primoroso del lenguaje, un corrector sin puntero que fue miembro del Grupo Eros del Frente de Liberación Homosexual (FLH). También colaboran Javier Fernández Galeano, doctor en Historia de Brown University; Ivana Tintilay, trabajadora sexual y archivista del movimiento trans-travesti; la gran Cecilia Palmeiro con sus importantes traducciones del inglés y del portugués al castellano de textos vitales para Moléculas como lo fue la historia del Manifiesto Tortillero, escrito para nosotr*s por Kelly Cogswell; y otr*s compañer*s que conforman una colectiva editora activista, diversa y con pasión de archivo.
-¿Cuál es el programa de acciones futuras de Moléculas Malucas?
-Dentro de nuestras posibilidades de proyecto autogestivo y sin fines de lucro, pretendemos continuar visibilizando materiales y memorias que por distintas razones no aparecen en las narrativas oficiales de la historia de los movimientos desobedientes fuera del margen. También queremos dar espacio a voces que tal vez no encuentren lugar en otros medios. Al ser un emprendimiento independiente manejamos nuestros tiempos de acuerdo a nuestras posibilidades, pero siempre empujados por la pasión de militancia y de archivistas. Para 2022 tenemos pensado trabajar en dos proyectos, tal vez un poco más ambiciosos. El primero es publicar, en un formato de revista/libro, selecciones de los casi setenta artículos publicados en Moléculas Malucas. Y el segundo es otro proyecto virtual, pero con trabajos que incluyan más contrapuntos con la actualidad, que consideramos que es una articulación sumamente necesaria. En nuestras intensas charlas activistas con Juan afloran temáticas que no encuentran lugar en este formato de Moléculas Malucas. Si bien nos apasiona, se centra exclusivamente en el archivo y la memoria y por ende falta oportunidad de maniobra para plantear críticas amplias de la actualidad tanto nacional como internacional. Queremos seguir respetando el formato de Moléculas Malucas y paralelamente elaborar este otro proyecto que aborde el presente.