En "Los jueves de redención", el periodista y escritor platense Matías Crowder, radicado en Cataluña desde la crisis de 2001, construye una novela que indaga, primero, desde la mirada de un niño, y luego la de un joven que quiere comprender el pasado de su infancia, sobre los cuerpos que flotaban en los canales de su pueblo en el Delta, en lo que después se supo que eran los vuelos de la muerte durante la dictadura cívico militar.
Los cuerpos que caen del cielo los jueves por la madrugada son los "llovidos", la forma que encuentran los habitantes de esta novela publicada por Marea para nombrarlos en tiempos de terror: "Me imaginé que sucedería en aquellos pueblos donde aparecían cuerpos, obligados al silencio", adelanta Crowder (1973), autor de "En el tren" y "El cuerpo de las palabras", entre otros libros traducidos a varios idiomas.
-Télam: ¿Cómo apareció el interés de trabajar desde la ficción el pasado reciente?
-Matías Crowder: Siempre me interesaron las historias sobre la dictadura argentina y los desaparecidos. En especial, desde que conociera la de Rodolfo Walsh. Para este libro volví a repasar cientos de historias, testimonios, videos de los juicios, entrevistas. Quería volver a empaparme de un tema que, como argentino de mi generación, habita en nosotros. Me volví a emocionar, a verme detrás de la pista de la maldad humana, como de sus resortes más nobles, la resistencia, el dar la vida por una idea, el sobrevivir de aquel infierno, buscar a los tuyos entre los desaparecidos, luchar por la memoria.
T: ¿Y cómo se vincula esta memoria con tu propia experiencia?
-M.C: Fue el escenario de mi infancia. El silencio, los tiroteos por la noche. Vivía en La Plata, en la zona de la Catedral, y cada noche había tiroteos. Mi madre nos escondía debajo de la cama, porque hacía poco una ráfaga de disparos habían marcado el edificio. Una de esas noches, los militares fusilaron a uno que escapaba, y una de esas balas que le mató atravesó el Peugeot 504 de mi padre y quedó en el asiento. Mi padre la guardó desde entonces. El fusilado jamás apareció, lo hicieron desaparecer.
Además de ello está Pablo Díaz, el superviviente de "la noche de los lápices", que era el hijo del jefe de mi padre, y venía a casa a darle algún recado, hasta que un día no vino más. Mis padres comentaban lo sucedido en secreto. Todo estaba bajo un aura de silencio. Y para nosotros, los que aún éramos niños, era algo natural. El terror que se escondía detrás de las apariencias, de un decorada naif con canciones de Palito Ortega.
T: El registro de la violencia que circunda por las páginas da cuenta de ese silencio...
-M.C: Es la atmósfera que flotaba en aquellos años. Era una violencia terrible, la del Estado, que se ocultaba detrás de un mecanismo tan horrendo como el de lanzar personas con vida desde un avión. Como el de hacer desaparecer miles de personas. La tortura, el secuestro. El silencio. Y es una violencia cobarde, que funciona desde las sombras pero también una violencia arraigada. Muy nuestra. Que en manos de esos forigados de la dictadura, desde personal de grupos de tareas a obispos, se volvió siniestra.