El escritor tucumano Marcos Rosenzvaig vuelve a incursionar en la novela histórica, aunque desde un lugar diferente al de los idealismos utópicos, con “Querido Eichmann” y retoma la estadía en los años 50 del jerarca nazi Adolf Eichmann en Tucumán, tarea que define como estar “en la cabeza de un monstruo”, pero sin olvidar “que esa bestia es un hombre con sus miedos, nostalgias y amores. Y ahí reside el horror”.
En el libro publicado por Marea, Rosenzveig no sólo refleja los delirios e ideas de Eichmann quien, exiliado con el nombre de Ricardo Klement, busca no llamar la atención en su paso por Tucumán y Catamarca para evitar ser juzgado por crímenes de guerra, sino también las contradicciones de una sociedad provinciana en “una trama policial que no da descanso”, dice el autor.
“La celda era un dado sin cielo. Adolf Eichmann hubiese deseado rodar la noche entera, supongo, pero no fue así, porque ese 31 de mayo de 1962 la noche goteó lenta”. Así comienza el libro, en la prisión de Ramala, Israel, durante las horas previas a la ejecución del exteniente coronel de las SS, sentenciado a la horca por organizar deportaciones masivas de judíos a centros y campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
Rosenzvaig se basó “en algunos hechos históricos documentados y en fuentes orales rastreadas en ‘Las estancias’, el lugar donde se sitúa esta novela histórica”, término al que considera un oxímoron, dado que “si es historia no es ficción y si es ficción no es historia”, dice en diálogo con Télam.
“Probablemente habrá otras novelas de aquí hacia adelante. Se van gestando nuevas miradas sobre la historia y sus personajes y lugares”, reflexiona Rosenzvaig a futuro.
Ante una posible identificación del lector, tal vez desprevenido, con las autojustificaciones que testimonia el personaje principal de Klement, el ensayista revela que no es algo que persiga, sino que su objetivo es mostrar lo no contado y con ello fija un juego de sentido abierto en el propio título de “Querido Eichmann”.
“Es probable que no busque la identificación del lector. Desde la distancia se puede seguir la historia y se puede aguzar la reflexión. Jamás pensé en una lectura crítica. Solo me guié por el delirio de un nazi, mi fin fue meterme en las oscuridades de un hombre, en aquello que jamás contó ni a su mujer ni a sus hijos. Ellos sabían acerca de las cámaras de gas o los traslados. Allí no estaba mi interés, sino en aquello oculto, lo no revelado, entonces pude construir la ficción, una novela”.
Actor y dramaturgo además de docente, en cuyo texto la efectividad dramática se desliza, Rosenzvaig afirma que tiene el teatro incorporado a su vida desde sus 14 años, por lo que “escribir un guión o una obra teatral es sencillo”, en cambio una novela le representa un reto. “A mí me gustan los desafíos, escribo en el desafío, allí donde reposan mis inseguridades”, afirma.