En los últimos años, la literatura ha luchado por permanecer en los espacios limitados por la pandemia, como las librerías y los mercados abiertos, para fortalecer la multiplicación de las lecturas de todos los que debimos permanecer en casa. Con la posibilidad de salir a través de una novela, ese péndulo entre dos lugares nos permite viajar a través de la escritura de Luisa Valenzuela en Fiscal muere. Allí se establece un puente deseado, y muchas veces necesario, entre la realidad y la ficción, a través de ciertos detalles que trasladan a los lectores a un momento histórico relevante en Argentina: el truculento suicidio del fiscal Alberto Nisman a fines de 2015. Como escritora y periodista, bajo la intensidad del género policial, Valenzuela logra captar “el sueño de los (in)justos” mediante las tribulaciones de un excomisario que cuestionan e imponen una interpretación necesaria para darle vida a los silencios.
– La portada de su novela muestra la cercanía de pantallas que detallan los objetos y las acciones que fueron luego incluidas en la corte, para el juicio sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman. ¿Cree que la dinámica de estas imágenes nos traslada al juicio inconcluso, de “pericia absurda”, como fue calificado por el presidente Alberto Fernández?
– Qué interesante cómo leés el paratexto. Notarás que nunca aparece en lugar alguno el nombre del fiscal, si bien la alusión es directa e indisimulable. La imagen del televisor en rojo alude a las Alertas que de golpe irrumpen en los noticieros. En cuanto a la palabra “reiteramos” ya está resultando inquietante. No puede ser que aún no se haya cerrado este caso que data de 2015. Un caso por demás obvio a pesar de la “pericia absurda” a la que alude nuestro presidente con excesiva condescendencia, cuando en realidad se trató de un ridículo sainete. Un teatro montado por la gendarmería del gobierno anterior dos años después del hecho.
– Pasando ahora al epígrafe de su obra: “El texto solo puede ser comprendido en su totalidad como una estructura en evolución, casi proteiforme” – Ted Nelson, Proyecto Xanadu. ¿Esa búsqueda de conectar diversos documentos cree que podría reconstruir un vínculo entre lo que usted denomina “la mirada horizontal” del periodismo con la “mirada vertical” de la literatura?
– Separo tu pregunta en dos. En lo que respecta al epígrafe, lo transcribí pensando en toda la tinta que corrió y seguirá corriendo (es de temer) sobre el emblemático caso.
En cuanto a las miradas, hasta unos meses atrás te habría dicho que no, que para mí periodismo y literatura son agua y aceite y responden a muy diferentes programas metales. Ahora, dada la circunstancial aparición casi simultánea de la novela y la antología de artículos, surgió la idea de la mirada “oblicua” y los inesperados entrecruzamientos de ambas corrientes.
– ¿Piensa que la lectura de “Fiscal muere” nos sirve también para estudiar la reciente historia política de Argentina?
– Ojalá sea así. Porque si bien es una ficción entiendo que a veces la ficción puede tocar puntos de la realidad (no siempre de manera voluntaria por parte de la autora) que los medios hegemónicos omiten o, peor aún, distorsionan al punto de lo inverosímil.
Es cierto, por ejemplo, que, si bien la deducción del protagonista aún siendo factible es ficcional, los datos que recabé para sostenerla fueron tomados de informes fidedignos.
– ¿Cuándo una muerte puede ser considerada un verdadero crimen y cuándo una suerte de “justicia” añadida debido a las carencias del sistema judicial?
– No creo que estés formulando tu pregunta en relación con este caso en particular, porque acá el único y verdadero crimen no fue la muerte del fiscal que a todas luces se trató de un suicidio, inducido o no, sino el uso espurio y falaz que se hizo de esa muerte para lograr derrocar un gobierno que disgustaba a la derecha, y no solo la local. With a little help from their friends…
– El personaje Santiago Alberto Masachesi es un comisario que internamente lleva otra historia: le interesen las artes plásticas, las galerías, los cuadros inmensos… ¿Esto le añade la capacidad de entender aquello que no se puede discernir en las investigaciones policiales más “realistas”?
– Me gusta tu pregunta porque Masachesi (ya explicará él por qué se ha argentinizado su apellido italiano) me resultó un personaje muy vivo que aún hoy me habita. Así que, habiendo aparecido por primera vez en lo que empezó siendo un cuento aislado, “La mancha roja”, cierta madrugada me delineó con lujo de detalles lo que resultó ser su deducción. Al momento de escribir su novela, Masachesi me llevó primero a contar partes importantes de su vida, su interés por las artes y sobre todo su joven pasión por las novelas de detectives, Miss Marple sobre todo. Un comisario por lo tanto muy muy sui generis, creo que ahí gozó de cierta influencia de Montalbano: honesto y heterodoxo.
– La acusación del asesinato de Nisman, sin pruebas suficientes, transforma la representación del juicio en una representación casi teatral, particularmente inconclusa, en un “lawfare de pura cepa”, como ha señalado en sus entrevistas. ¿Cree que la novela se enfrenta a la utilización de los sistemas jurídicos como arma de guerra?
– Desafortunadamente el poder judicial por estas latitudes es una verdadera desgracia. Es casi criminal con sus tergiversaciones. No sé si mi novela en particular puede despertar conciencia al respecto, ojalá fuera así. Pero sí creo en la capacidad develadora de la buena literatura que indirectamente enseña a tomar conciencia del lenguaje, esa arma de doble filo.
– Quisiera retornar a la idea de que “la ideología late por debajo de la literatura”. ¿Cree que su novela también ejerce un relato de resistencia?
– Ese antiguo tema ya ha sido ampliamente debatido, y denostando. Yo me crié pensando que en la dicotomía entre “el arte por el arte o el arte dirigido” (Borges vs. Sábato de alguna manera) era crucial optar por lo primero. La balanza se inclinaba hacia el lado Borges y literatura y política resultaban antagónicas. Los tiempos cambiaron, y en mi caso la política se fue colando de manera a veces imperceptible y otras veces brutal en mis textos. Y por ende la resistencia. Pero nunca el mensaje propiamente dicho. Nada de esas contaminaciones de quien cree poseer una verdad…