por Marina Mariasch
Los que conozcan a Osvaldo Bazán por haberlo visto en programas de chismes se sorprenderán ante la rigurosidad con la que construye esta (primera) Historia de la homosexualidad en la Argentina. Por otra parte, esas apariciones mediáticas le valieron una distinción de las GLTTB (las agrupaciones que representan gays, lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales) del país por difundir una imagen positiva del movimiento gay en los medios de comunicación.
Osvaldo Bazán –escritor y periodista– dibuja con este libro contundente un mapa que otros textos ya habían empezado a trazar. La literatura más reciente en torno a la homosexualidad tuvo sus exponentes más notables en varios escritos de Néstor Perlongher, en el diario íntimo de Pablo Pérez (Un niño sin amor), en los estudios de Jorge Saléis (Médicos, maleantes y maricas) y de Rapisardi y Modarelli (Fiestas, baños y exilios. Gays en la última dictadura). Pero la Historia de Bazán abarca desde la relación entre indios hasta el recientemente adquirido derecho de unión civil.
La historia es un entramado en el que conviven la aparición de las “teteras” (baños de bares, estaciones y cines “como lugar de cita y socialización del deseo”, donde “legiones de desesperados encontraron un sitio”), los gays en el surgimiento del rock nacional, los intelectuales y los militares frente a la homosexualidad, los grandes gestos homofóbicos, la formación de los frentes de lucha.
Tal vez por ser sólo “sodomía imperfecta” –según calificó la Inquisición a la homoeroticidad femenina– y por lo tanto (por no incluir de manera indispensable la penetración anal) ser más difícil para su identificación y sanción, el sexo entre mujeres parece tener un lugar secundario en el relato. Lo que Bazán registra –a partir de documentos antropológicos, históricos y periodísticos– son también los caminos que recorrió a lo largo de los años la percepción que se tuvo de la homosexualidad, en la mayoría de los caos, masculina. Y llega casi siempre al mismo destino: primero fue pecado, luego una enfermedad y un delito; finalmente, y con suerte, algo indeseable incluso para los miembros de la propia familia.
La primera parte del libro, que consigna las fuentes de la edad de la Colonia, es casi una historia de la homofobia. Al contrario de lo que sucedía en otras culturas –por ejemplo, en la japonesa, donde el amor entre hombres fue milenariamente entendido como propio de su idiosincrasia–, los hidalgos portugueses y españoles que llegaban al Nuevo Mundo veían a la homosexualidad con horror.
Pero horrorizarnos ahora de eso sería anacrónico porque la homofobia perdura tristemente hasta nuestros días.
Sin embargo, esta minoría mayoritaria parece haber existido desde siempre. Con lo cual la conclusión final es absoluta: la homosexualidad no es nada. Y como tal, llegará el día (seamos optimistas) en que dejará de ser vista, repudiada, estudiada como un fenómeno.