“La vida se ocupó de dejarme sin verdades”. A los 17 años, Mariana recibió una noticia bomba que destruyó todo el mundo que conocía. ¿Quién? “Mariana Zaffaroni Islas nació en Buenos Aires el 22/03/1975; es hija de Jorge Zaffaroni y María Emilia Islas, ambos uruguayos; el 27 de septiembre de 1976, los tres fueron secuestrados en su casa de Vicente López, provincia de Buenos Aires; sus padres permanecen desaparecidos; Mariana fue anotada como hija propia por un agente de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)”. Hoy Mariana, que tiene el número 46 entre los 133 nietos recuperados hasta ahora, Analía Argento, una de las más prestigiosas y queridas periodistas de la arena política, y la ilustradora Sabrina Gullino Valenzuela Negro, autora de unos dibujos hermosos, publican Los nietos te cuentan cómo fue, el título inaugural de una colección que conjuga periodismo y pedagogía: ahí donde se discuta la historia (un pensador dijo que, de los tres tiempos, el pasado es el más fácil de inventar), a los pibes se les cuenta cómo fue.
“Cada vez que aparece un nieto siento que hay desaparecidos que pueden aparecer”, escribe Analía, que narra la historia de su tío Beto, desaparecido en 1978, y su vía crucis de niña: una munición de porotos que ponía adentro de los zapatos para que le doliera al caminar y con el sacrificio se produjera el milagro de la aparición que nunca llegó. ¿Por qué contar estas historias justo ahora? Porque cierta narrativa actual (la historia siempre es pendular) dice que el horror no fue tan horroroso, que el espanto no fue tan espantoso. “¿Sabías que hay desaparecidos que aún pueden aparecer y volver con sus familias?”, interpelan las autoras: “Son las nietas y los nietos que buscan las Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Faltan 300? ¿400? El número exacto no se sabe”. Cada nieto que se encuentra es un nombre más en una lista sagrada y un poroto menos en el martirio de una niña creyente.
En Los nietos te cuentan cómo fue, trece personas narran sus historias de identidad (“son reales, no son un cuento”) y además comparten las anécdotas, las películas, las canciones y otras cosas que los acompañaron en el tránsito de un nombre a otro, de una filiación falsa a la familia verdadera. Y Sabrina, que como Mariana también es una nieta restituida, compone ilustraciones e historietas de trazos claros y colores escasos (negro, gris, rojo, rosa…) tan bellas como conmovedoras: sus dibujos refuerzan el contraste entre la inocencia y la culpa. “¿Te imaginás descubriendo que tu mamá y tu papá no son quienes pensás? ¿Que hay una familia que te busca? ¿Qué tenés otro nombre y hasta tu fecha de cumpleaños es distinta”, escriben Analía y Mariana, que recién a los 35 años pudo dejar de festejar su cumple en fecha falsa y un año después se decidió a hacerlo el día verdadero de su nacimiento. Parece una ñoñería semántica, pero no lo es: estas historias en primera persona aciertan en la segunda del singular cada vez que le hablan a un pibe o una piba que tengan dudas sobre el pasado, que siempre se reescribe.
Es inevitable: cualquier historia de nietos es también una historia de abuelas y para estos hijos-de-hijos no debe existir anhelo más entrañable que el de aquel café con leche con galletitas que entonces se les negó junto con sus familias verdaderas, a la tardecita mientras en la tele Carozo y Narizota invitaban a compartir la merienda después de hacer los deberes. Un tributo final para los muñecos y su padre, José Luis Telecher: todos los títeres van al cielo.