Apenas habían pasado unos pocos días de la extraordinariamente cruenta, sangrienta y encarnizada batalla Del Pilar, aquella que enfrentó a unitarios y federales y cuya vitoria le diera a estos últimos el control de la provincia, cuando en un encuentro entre el general vencedor, el fraile apóstata y héroe de la Independencia, José Félix Aldao y el temido caudillo riojano Facundo Quiroga, mantienen el siguiente diálogo: “Quizás, general Aldao, debería ser usted menos apegado a las formas”, descerraja de entrada Quiroga. “No se olvide que estamos en Mendoza”, explica Aldao, a lo que el riojano interpone: “Eso se puede solucionar con algo de energía, siempre que sea necesaria, por supuesto”. Al escuchar, Aldao buscó un esfuerzo más, a las palabras indicadas para persuadirlo, para que su interlocutor pudiese entender más acabadamente lo que le estaba diciendo: “Acá –señaló– la fuerza sirve en el momento, pero en el decurso del tiempo hay que recurrir a las formas. No me pregunte por qué, pero es así. ¿Podía usted imaginar, después de la paliza que les dimos en Pilar, que esta canalla soberbia unitaria se iba a hacer rogar para entregarnos lo que le pedimos?”. “Puede ser”, respondió Quiroga, dando por terminado el intercambio.