El reconocido sociólogo e investigador Daniel Feierstein lanza una advertencia: la teoría de los dos demonios está resurgiendo, recargada, y está logrando erosionar el apoyo social a las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. Esto conlleva graves consecuencias. Quizás la más preocupante sea su utilización para relegitimar la represión a la protesta social. En diálogo con Infonews, Feierstein habló sobre su último libro “Los dos demonios (recargados)” (Ed. Marea), donde llama la atención sobre estos peligros y las fallidas respuestas que están dando los organismos de derechos humanos y los movimientos sociales y políticos. Feierstein es uno de los mayores investigadores sobre genocidio en Argentina y ha puesto sus estudios al servicio de las luchas por los derechos humanos. Entre otros aportes, trabajó con algunas querellas de los juicios a represores para justificar teóricamente la acusación de que la dictadura llevo adelante un genocidio. Este año se decidió a publicar un libro diferente a sus trabajos académicos. Los dos demonios (recargados) es un texto que busca intervenir directamente en el debate público y, especialmente, tiene como objetivo llamar a una autocrítica colectiva. Es por ello que en el libro Feierstein siempre habla en la primera persona del plural. “Me incluyo porque soy parte de aquello que es criticado, pero también para quebrar cierta cosa del académico que le viene a decir a los que trabajan políticamente lo que tendrían que hacer o lo que hacen bien o lo que hacen mal (...). En ese sentido, el libro lo que busca es que podamos interrogarnos colectivamente”, explica. ¿Por qué crees que la nueva versión de la teoría de los dos demonios está logrando un éxito cuando la original ya no lo hacía? Yo creo que la original en su momento tuvo un consenso absoluto, luego se la logra ir deslegitimando. Esta versión recargada nunca va a asumir que es la versión de los dos demonios, lo que va a plantear es que distingue la diferencia pero que en la insistencia sobre la violencia represiva se ha olvidado una parte de la historia. Por eso se presenta más que como dos demonios, como verdad completa y memoria completa. Lo que viene a hacer es a reinstalar esta lógica de dualidad pero diciendo que hay una parte que falta. Y creo que esto logra consenso porque se monta en un problema: nunca se pudo hacer un lugar a la explicación entre movimiento popular, políticas de resistencia y acciones armadas. Como que en las formas de construcción de sentido que empiezan a surgir a mediados y fines de los '90 y que van a reemplazar a los dos demonios, la cuestión de las organizaciones armadas va a ser una especie de tabú. Entonces, lo que hace la versión recargada de los dos demonios es destapar ese tabú ¿Se percibieron los cambios en la nueva versión de la teoría de los dos demonios? Eso es uno de los temas centrales que trato de llamar la atención, que aunque es una teoría de los dos demonios necesito llamarla recargada para señalar que hay puntos de continuidad pero también hay cambios muy importantes. Y esos cambios la hacen infinitamente más grave. Creo que en la lucha que empieza antes, y que en los 90 logra éxitos, no se logró percibir suficientemente que la teoría original tuvo algunas conquistas importantes para el campo popular. Entre esas conquistas estaba la deslegitimación del actor militar, la legitimación del juzgamiento de los genocidas y una cantidad de elementos que si bien venían con un costo asociado, su dirección tenía algunos elementos interesantes, sobre todo cuando uno piensa que fue el sentido común que reemplazó y disputó con la versión de los genocidas, o sea con el sentido común instalado en la propia dictadura. Cuando aparece esta versión recargada el sentido es muy otro. Entonces acá la equiparación no está al servicio de legitimar el juzgamiento de los genocidas, sino de relegitimar la represión, de demonizar cualquier acción de resistencia, de homologar el movimiento popular de los '70 con el movimiento popular del siglo XXI para poder estigmatizarlo y relegitimar su represión. Fijate que en esta versión recargada las "víctimas" que aparecen son aquellas que sufrieron la violencia insurgente, mientras que en toda la década del 80 si bien se equiparaban las violencias, las víctimas sobre las que se hablaba permanentemente eran las que habían sufrido la violencia represiva. Si nosotros pensamos que estamos enfrentando la teoría de los '80 no estamos viendo sus derivas actuales y el modo en que está afectando el sentido común hoy. Este es uno de los temas que el libro busca poner sobre la mesa. En el libro advertís que el gobierno de Cambiemos se nutre de esta teoría para legitimar una mayor política represiva. Si, pero me parece que lo expresaste muy bien, y esa es una diferencia crucial. Que se nutre de algo que no es que creó este gobierno. Ahí hay otro error complicado que tenemos que ser capaces de observar. La teoría de los dos demonios recargados no nace con el macrismo ni necesariamente representa al macrismo. Es previa, por supuesto que sectores del macrismo y ni hablar la ministra de Seguridad (Patricia Bullrich), pueden utilizar esta representación para legitimar la represión. Pero esta diferencia es fundamental porque no es ni algo que surgió con el macrismo ni que va a terminar con el macrismo, sino que es algo que determinados gobiernos pueden utilizar como sistema de legitimación o relegitimación de la represión. Es importante ver que las representaciones se construyen de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo. Y entonces un error que trato de señalar en el libro es no quedarse tan centrado en la cuestión de lo que es un gobierno y entender lo que ocurre en el subsuelo de la construcción de representaciones, que al contrario, es condición de determinación del voto o de la posibilidad de acceso a la legitimación de un gobierno, y no es creación de un gobierno. En relación con esto hubo una sensación de que en el siglo XXI hubo una politización de la población. Sin embargo, cuando parecía que las políticas de derechos humanos tenía un apoyo mayoritario es cuando gana el macrismo y empieza a crecer esta teoría. ¿Hay una relación? Es muy interesante lo que planteás en este sentido de que lleva a revisar cómo se vincula la construcción de consensos a nivel de las representaciones sociales con las prácticas de gobierno. Esos consensos se construyen siempre por abajo, y creo que la repolitización de la sociedad y la posibilidad de avance en determinadas políticas de derechos humanos tuvo que ver con una lucha que viene desde el '83, que cobra mucha fuerza a partir del '96 con el 20º aniversario del golpe, que tiene un nuevo empujón en 2001 con la crisis y la repolitización a partir de la mecánica asamblearia y que nutre la posibilidad con que cuenta el kirchnerismo de llevar a cabo todo una serie de transformaciones políticas. Lo cual no le quita mérito al kirchnerismo que puede aprovechar eso. Eso podía existir desde hace cuatro o cinco años y sin embargo era enfrentado e ignorado por los gobiernos y el kirchnerismo sí logra en una situación de profunda debilidad (NdR: Carlos Menem renuncia al ballotage presidencial de 2003 porque las encuestas pronosticaban su segura derrota). Esto lleva a Néstor Kirchner a ver que la articulación con esta construcción colectiva le puede implicar una fuerte legitimación social y política. Y esto es muy valorable, que haya visto esto y que lo haya implementado. Por eso digo que hacia el 2010 o 2012, es difícil de situar, me parece que hay un giro bastante fuerte del gobierno (kirchnerista) de haber olvidado rápidamente esa génesis y empieza a tener un discurso muy cerrado de permanente autobombo y creer que las conquistas habían sido sólo producto de decisiones políticas de un gobierno. Es interesante ver que por ejemplo las políticas de juzgamiento a los genocidas, aún tan tarde como en el 2012, eran la medida con mayor apoyo social y en las encuestas que hace el laboratorio del Centro de opinión pública de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, el 82% de la población apoyaba en 2012 las políticas de juzgamiento. Esto quiere decir que mucha gente que nunca votó al kirchnerismo, siquiera en el 2011 con el 54%, apoyaba las políticas de juzgamiento. Esto muestra que eran dos universos que confluyeron. Cuando se busca desde el gobierno que esos dos universos sean uno y que por lo tanto los organismos participen en actos de lanzamiento de campaña de un candidato presidencial o que en un lugar como la ESMA te reciban los discursos de un presidente o las imágenes de un presidente determinado, esto generó un desmontaje de esta potencia que le daba que fueran dos instancias autónomas. Entonces, lo que era una política de Estado y una construcción colectiva, por ejemplo la política de juzgamiento a los genocidas, se transforma en una medida kirchnerista. Si es una medida kirchnerista, el antikirchnerismo tiene que estar en contra. Y esto me parece que fue no observar la importancia que había tenido que fuera una construcción colectiva. Volviendo al macrismo. Por un lado, planteás que hay una mayor política represiva pero, por otro, marcás como acierto político que se posiciona como neutral en la disputa con la teoría de los dos demonios. ¿Cómo logra equilibrar ambas cuestiones y mantener legitimidad? No digo que sea mérito en el sentido de que me guste, digo mérito en el sentido que logra efectos positivos, logra lo que buscaba, que es, en lugar de embanderarse en esa disputa, tratar de plantearse como actor neutral que le abre el espacio a las líneas en disputa. Es muy perversa la lógica porque se basa en esta lógica recargada de los dos demonios que es darle la misma entidad a la verdad del genocida que a la verdad de aquel que fue aniquilado por el genocida. Es un procedimiento efectivo pero perverso. Como que quiere plantear como diálogo lo que no es un diálogo y es la relegitimación de aquel que llevó a cabo un proceso genocida. A partir de estas discusiones que abriste con el libro ¿cómo encontrás al movimiento diverso de los organismos de derechos humanos? Yo creo que hay una muy buena recepción del libro pero no sé si hay una posibilidad de continuidad del debate. Mi percepción es que todavía cuesta mucho ser capaz de observar los propios errores y que hay una cuestión instalada no solo en este tema, y que yo lo trabajo en el libro, que es el encierro en nosotros mismos. Hay una tendencia a subestimar a quien piensa distinto, a encerrarse en las propias verdades y que es producto de varios elementos, por un lado la concentración del aparato mediático y por otro del tipo de comunicación que generan las redes sociales que tiende a ser mucho más fragmentada. El objetivo es tratar de quebrar esa fragmentación. Ahora no me animaría a decir que eso ocurrió ni que lo puedo hacer con un libro, pero si es un llamado de atención para que lo podamos tratar de replicar y no solo en este tema. Me parece que el triunfo de Bolsonaro en Brasil nos tiene que hacer pensar en esto. Si lo que vamos a hacer es quejarnos porque la gente es fascista o si lo que vamos a hacer es tratar de interpelar esos discursos. Para eso hay que escucharlos, conocerlos y entender cuál es su lógica para poder empezar a desarmarlos.