Marea Editorial

La seductora permanencia de las noticias de ayer

Dos libros reunen la obra periodística de Alicia Dujovne Ortiz, antes y después de su exilio; y de Luisa Valenzuela, de gran trayectoria en medios.

“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto”, afirmaba el célebre escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez en la 52° asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) el 7 de octubre de 1996 en Los Ángeles.
 

“Gabo” intentaba capturar, de alguna manera, la esencia de un periodismo que ya no encontraba. Más autodidacta, bohemio y callejero. Hoy, casi tres décadas después de ese discurso y pandemia mediante, la descripción no puede parecer más lejana. Pero vale la pena preguntarse: ¿en verdad se acabó aquel periodismo romántico y artesanal? Periodismo de colección es una serie de libros lanzada por Editorial Marea que intenta, a través de la recopilación de textos periodísticos difíciles de encontrar y valiosos por la calidad de su pluma, establecer un diálogo con el presente. Estos libros intentan ver hasta qué punto un oficio aparentemente condenado a narrar el ayer es capaz de reflejar una época y dejar de ser un bien perecedero.

Cronista de dos mundos

La vida de Alicia Dujovne Ortiz se reparte entre la Argentina, donde nació en Buenos Aires en 1939, y Francia, donde vive desde 1978. Allí partió rumbo al exilio en plena dictadura militar. Publicó libros de poesía, novelas, crónicas y biografías. La más célebre sea, tal vez, la que le dedicó a Diego Armando Maradona (Maradona soy yo) aunque también biografió a María Elena Walsh y a Eva Perón.

Fue durante mucho tiempo corresponsal cultural desde Francia para el diario La Opinión de Jacobo Timerman y La Nación. En este volumen se incluyen entrevistas a personalidades como Carlos Fuentes, Luis Felipe Noé, Juan L. Ortíz y Sara Gallardo, entre otros.

En diálogo exclusivo con Ñ, la autora afirma: “Al releer estos textos después de tanto tiempo, advierto la línea divisoria entre los escritos antes de abandonar la Argentina en 1978, amplios, poéticos, gozosos; y los escritos a partir de mi exilio en Francia, mucho más sobrios. La diferencia está en que a poco de llegar comencé a escribir en francés (cambiar de lengua es cambiar de alma), y también en los temas: si en los años previos a mi partida me consagré a la poesía y al arte, mi condición de exiliada me movió a interesarme en la realidad política y social de la Argentina y del mundo”

.También agrega que este libro “se ha convertido, del modo más inesperado, en un libro de historia, a la vez personal y universal”.

Su texto favorito, confiesa, es aquella bellísima crónica/entrevista a Juan L. Ortíz publicada el 6 de abril de 1978. Amplía al respecto: “Si lo único que hubiera escrito en mi vida fuera mi entrevista a Juan L. Ortiz, me podría morir tranquila. El viejo sabio me recibió en su casa de Paraná, poco antes de mi partida y de la suya, definitiva esta última. Fue un encuentro profundo, y el espacio que le dedicó el suplemento cultural del diario La Opinión me permitió reproducir hasta el cantito con que el poeta de País del Sauce ritmaba sus palabras”.

Confiesa que su estilo “dependía de la persona entrevistada. Me adaptaba a ella, la iba siguiendo en sus palabras y en lo que no decía. Nunca sometí a nadie a un esquema rígido, establecido de antemano. Puede que el valor de esta obra esté en su fluidez”.

La recopilación y edición de sus textos estuvo a cargo del periodista y editor Ariel Hendler. Consultado por Ñ acerca de cómo fue esa labor, comenta que “fue como descubrir una suerte de universo paralelo que había estado siempre ahí esperando a ser descubierto, quizás no sólo por mí, como si hubiese sido hasta ahora una autora de culto cuya fama circula entre iniciados”.

Hendler destaca algunos de los textos que le tocó editar: “Desde una charla a fondo con Carlos Fuentes sobre las capas tectónicas de la novela Terra Nostra hasta una carta abierta a Simone de Beauvoir en la que demuestra conocer al detalle tanto su obra como su vida, pasando por una entrevista inmersiva, casi performática, a Juanele Ortiz en su reducto de Paraná: una pieza de colección".

"A esto hay que sumarle –continúa– su vida repartida entre París y Buenos Aires, su erudición sobre temas tan variados como las artes plásticas, la cultura judía o la vida de Gardel; y también una gran capacidad de observación y reflexión sobre la realidad en sus notas sobre el estallido de 2001, la transformación de la industria editorial en el mundo o la idiosincrasia de la sociedad israelí”.

Sobre los criterios que tomó a la hora de editar, afirma que “la primera decisión fue abarcar la mayor diversidad posible de temas y registros: entrevistas, crónicas, crítica cultural e investigaciones. Decidí incluir la totalidad de sus notas sobre pensadoras y escritoras notables, en general francesas o europeas, por entender que suponen un aporte de gran valor para la movida de las nuevas ‘sororidades’. Ojalá sea así”.

La mirada horizontal

Luisa Valenzuela (1938) es una escritora consagrada a nivel iberoamericano. Ganadora de la Beca Guggenheim y del Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, entre otros, tuvo una amplía trayectoria periodística que puede que no todos recuerden. Escribió para las revistas Atlántida y El Hogar; fue colaboradora del diario El Mundo y de La Nación, donde fue la primera periodista nombrada como redactora. También escribió en la revista Gente, donde era redactora estrella.

Nunca dejó de escribir columnas de opinión o crónicas. Aquí se incluyen perfiles y entrevistas a personajes como Susan Sontag, Juan Filloy, Elena Poniatowska o Carlos Alonso, entre otros. Hay varios relatos de viajes que llevan al lector de las selvas amazónicas al centro de Londres, Bogotá, Caracas, Bali e Indonesia.

Consultada por Ñ con respecto a su prosa, de notable exquisitez literaria, la autora confiesa: “Si bien en muchos casos la escritura me resultaba apremiante, dado que trabajé por largos años de planta en una redacción y siempre estábamos a merced de la hora de cierre, en general esas notas fueron escritas para suplementos, destinados a perdurar más que el diario al que pertenecen. Y en los suplementos aún hoy podemos encontrar esos méritos que podríamos llamar literarios. Y grandes firmas”.

También analiza su formación: “Fui afortunada. Me crié en una casa literaria por demás, fui desde muy chica una ávida lectora y para mejor tuve en La Nación un jefe, Ambrosio José Vecino, que se formó en el profesorado de Letras y, valga la redundancia, profesaba un enorme amor y respeto por la corrección gramatical".

"Así que mi escuela periodística no solo fue la calle, si bien la calle –es decir el fogueo con la realidad de todos los colores– me aportó muchísimo”. También se hace un momento para reflexionar sobre el periodismo actual: “ Había una ética que parece haberse esfumado hoy en muchos casos”.

Confiesa que le resulta imposible destacar un sólo texto como su predilecto pero se detiene sobre algunos recuerdos imborrables: “Era un ir poco a poco penetrando mundos entrañables, donde cada entrevistada o entrevistado brindaba algo de sí. Recuerdo por ejemplo cuando Niní Marshall me mostró en secreto el álbum de su gran personaje la Niña Jovita, que ella había ido armando con intenso cariño. O cuando logré destrabar el hermetismo de Nicolino Locche, el famoso boxeador que se había recluido en Mendoza”.

También amplía algo respecto a su técnica a la hora de entrevistar que advirtió al estar próxima a publicar esta antología: “Cuando leí las pruebas del libro me llamó la atención que ya en mis primeras entrevistas entendí que hasta los seres más anodinos tenían siempre algo interesante para contar. Cuestión de escucharlos, darles espacio para que se expresen desde lo más profundo y sincero”.

Respecto a su modus operandi periodístico, cree que “empatía es la palabra clave, la fascinación por lo diverso. La escucha, el interés. Mi curiosidad innata. Siempre quise saberlo todo de todo, ser un picaflor del conocimiento. Ante la duda de qué carrera seguir, porque me gustaban muchas, y mi sed de aventura, el periodismo apareció muy temprano como una opción emocionante”.

La obra periodística de Valenzuela reúne un fuerte componente literario en la forma y en la sensibilidad estética aunque, según la autora, consideró durante mucho tiempo que estos eran dos miradas diferentes.

“La horizontal, correspondiente al periodismo –de ahí el título del libro– exige captar la mayor cantidad de datos posible y atenerse a esa información. En cambio la mirada literaria, vertical, busca profundizar en el lenguaje, en lo no sabido, para crear personajes y conjurar un universo poético".

"Caminos que una va recorriendo y se entrecruzan y se retroalimentan. Porque si el trabajo literario algo le aportó al periodismo, el periodismo me dio las armas para abordar la perentoria actualidad desde la ficción sin contaminarla”.

La edición y recopilación de textos estuvo a cargo de la investigadora y docente de la Universidad de Ryerson (Toronto, Canadá) especializada en literatura latinoamericana Marianella Collette. Vía correo electrónico le contó a Ñ acerca de ese proceso.

“Llevó varios años. Luisa proveyó muchos de los artículos, mientras que otros llegan desde mi investigación en archivos de diarios y revistas. Una vez concluida la tarea, quedamos asombradas de la verdadera dimensión de su producción periodística. Claro, estamos hablando de más de cincuenta años de publicaciones esporádicas en una gran diversidad de medios gráficos”.

Si bien pueden ser leídos con nostalgia, bajo el prisma de un periodismo centrado en el placer del texto y la bohemia bucólica de las redacciones, ambos libros pueden ser entendidos, también, como desafíos. Instantes capturados por autoras que aún siguen vigentes y emergen, reunidos, con la intención de interrogar al presente. Porque a veces, en un tiempo que se esfuerza por avanzar casi sin mirar atrás, un repliegue hacia el pasado puede transformarse en un gesto de vanguardia.