El autoritarismo y la regresión democrática son posibilidades abiertas en América Latina gracias a la reconversión de la derecha en “una gran familia global” que retoma narrativas de la Guerra Fría y que, con el partido español Vox al frente, revive nociones paternalistas y colonizadoras.
Esta es la premisa central de “La reconquista autoritaria. Cómo la derecha amenaza la democracia en América Latina”, el más reciente libro del sociólogo argentino Ariel Goldstein, publicado por Marea Editorial, que analiza la radicalización ideológica que enfrenta la región desde hace varios años y que ha tenido en el presidente brasileño Jair Bolsonaro a uno de sus principales exponentes.
Goldstein, también autor del libro ‘Poder evangélico‘, advierte que la derecha global era hasta hace pocos años un espacio de trayectorias heterogéneas y culturalmente divergentes, en algunos casos ubicadas hacia el centro, pero ahora, de forma repentina, parece haber encontrado cauces comunes y, sobre todo, se ha radicalizado.
También recuerda que su irrupción en la región no es una novedad ya que, durante la Segunda Guerra Mundial, grupos argentinos buscaron unirse con España y Portugal para “reconstruir la hispanidad” a través de una alianza fascista que prometía neutralidad ante la guerra, proyecto que se vino abajo tras la derrota del nazismo en 1945.
Más tarde, en los setentas, durante las dictaduras que prevalecieron en Sudamérica, hubo represiones fascistas en las que participaron italianos como Stefano Delle Chiaie; agentes de la CIA como Michael Townley; o criminales de guerra nazis como Klaus Barbie.
“Las dictaduras estaban alineadas con Estados Unidos y la Operación Cóndor fue una herramienta clave en la persecución conjunta y el asesinato de opositores políticos. Este contexto fue propicio al fortalecimiento de los lazos entre grupos de extrema derecha”, explica el investigador.
De esta forma, los fascistas y los nazis acorralados en Europa por los crímenes cometidos, encontraron en América Latina un lugar para continuar sus tareas y en donde sus experiencias sobre estrategias de represión, persecución y asesinato fueron valorados.
Otro de los ejemplos de la cercanía con los fascismos fue la admiración que el dictador chileno Augusto Pinochet le profesó al dictador español Francisco Franco.
Ideario. Las dictaduras sudamericanas, precisa Goldstein, sostenían que combatían un enemigo interno y que las mayores violencias estaban justificadas para salvar al país de “la subversión” y “el comunismo” y defender “la libertad”, discurso de la Guerra Fría que las derechas de hoy han retomado al designar “un nuevo peligro comunista”.
En su agenda también predominan temas de seguridad, culturales, de valores o religiosos, además de que han mutado de una derecha tradicional elitista a una que es capaz de movilizar votantes y realizar actos masivos en las calles.
Uno de los ejemplos más recientes en Argentina, por ejemplo, es el caso del diputado Javier Milei, quien, a pesar de su escasa trayectoria, ya es precandidato presidencial rumbo a las elecciones generales de 2013.
Añade, además, que la sombra de la herencia de las dictaduras y los autoritarismos siempre se ha cernido sobre las transiciones democráticas en la región, pero el riesgo, latente, hoy es todavía más visible.
“La pandemia, al acentuar las desigualdades y la ilegitimidad de las instituciones, ha intensificado los reflejos de defensa y temor”, considera Goldstein al detallar uno de los motivos que intensificaron la desconfianza hacia un sistema que, luego de una emergencia sanitaria mundial, dejó un retroceso social y un mayor empobrecimiento.
“El fuerte cuestionamiento hacia las élites gobernantes ha derivado en el descrédito del régimen democrático. Cuando las élites gobernantes y los funcionarios son percibidos como alejados del destino de las mayorías populares, el régimen democrático pierde legitimidad y se vuelven más aceptables soluciones autoritarias y/o outsiders a la clase política que aparecen con propuestas disruptivas”, señala.
En este proceso han sido fundamentales los medios tradicionales y más influyentes que se dejaron seducir y cayeron en la trampa de promover la política del escándalo y el espectáculo, lo que ha beneficiado a los líderes de la derecha radical.
La democracia ha quedado debilitada, tanto, que en Paraguay, Guatemala, Perú y Honduras, el 40 % o más reconoce que apoyaría a un gobierno militar. La decepción hacia el sistema democrático también se ha reflejado con altos niveles en Brasil, Argentina y Chile.
Hermandad. En medio de ese desencantamiento, la derecha radical emergió en la región, en sintonía con sus versiones de EE.UU. y Europa, y hoy tiene a sus máximas figuras en Bolsonaro y en el excandidato presidencial de Chile, José Antonio Kast.
Si se toma en cuenta a los partidos, a las tendencias más antidemocráticas se suma el uribismo en Colombia, es decir, los seguidores del expresidente Álvaro Uribe; y la derecha en Perú, que tiene en Keiko Fujimori a su principal exponente.
‘La reconquista autoritaria’ devela cómo se ha construido una red internacional de la derecha en Occidente que tiene entre sus principales protagonistas a Vox, de España; Ley y Justicia, de Polonia; Hermanos de Italia; Chega, de Portugal; y think thanks vinculados al Partido Republicano.
La novedad de Vox, añade, reside en su capacidad de articular alianzas en Europa con los gobiernos de Hungría y Polonia y líderes de la derecha radical en Italia, Portugal y Francia y con los seguidores del expresidente de EE. UU. Donald Trump.
“Todos juntos alimentan la radicalización y unión de la derecha de América Latina (…) Hacen uso de conflictos históricos y culturales propios de cada país, se presentan como salvadores, construyen nuevos enemigos a atacar y canalizan las pulsiones sociales del odio”, explica.
Además, Vox se ha acercado de manera particular al bolsonarismo, al uribismo, a la derecha peruana, al PRO, el partido del expresidentes Mauricio Macri, en Argentina; y al Partido Acción Nacional (PAN) de Vicente Fox y Felipe Calderón en México.
Es una región que la ultraderecha española ha bautizado como “la Iberósfera” con base en una idea de la “reconquista” que quiere volver a instalar una noción paternalista y colonizadora en la relación entre España y América Latina.
¿Y la izquierda? Goldstein aclara que la derecha radical es un peligro en América Latina, pero también lo es la izquierda dogmática y autoritaria que es reacia a reflexionar sobre el pasado y que se codea con jerarcas autoritarios.
“En nombre de pragmatismo político, la izquierda regional hace oídos sordos ante el sufrimiento de la gente en función de ideales que no supieron sopesar sus costos”, señala en el mismo sentido en el que lo ha hecho el progresista presidente de Chile, Gabriel Boric.
Para disminuir el crecimiento de la derecha radical, es correcto entender cómo determinadas prácticas que se condenan fácilmente cuando aparecen encarnados en liderazgos de derecha, como el autoritarismo, el verticalismo, lo dogmático, las violaciones a los derechos humanos y la corrupción, son tolerados por la izquierda cuando aparecen en sus propias filas“, cuestiona el autor.
De esta forma, agrega, predomina la solidaridad orgánica y emocional para mantener la cohesión interna de los grupos por sobre un comportamiento racional y reflexivo. Es lo que se denomina “la paradoja militante” que acepta cuestionar pero no ser cuestionado porque las críticas suponen un ataque a su propia existencia. El problema es que esas posiciones terminan beneficiando a los ultraconservadores.
“La izquierda debe mantener una práctica coherente en su acción política entre los dichos y los hechos porque, cuando se pierde la dignidad, el desencanto lleva al crecimiento de la derecha radical”, señala.