Marea Editorial

La rabia desempleada

Por Andrés Criscaut

Joe Bageant no es nadie, y es precisamente gracias a ese anonimato que Crónicas de la América Profunda adquiere un carácter inusitado y poderoso. "Es innegable que soy un producto de Internet", dice este hijo de la clase trabajadora blanca norteamericana, magistral caricaturista de las "escenas de la lucha de clases en el corazón del Imperio", como reza con acierto el subtítulo del libro.

Tras varios años de coqueteo con el hippismo, el marxismo y el periodismo, Bageant decidió volver a su Winchester natal, en Virginia, para dedicarse a subir a su blog las descripciones de la galopante decadencia de sus amigos barrigones y compañeros "rednecks". El resultado ejemplifica la máxima de Tolstoi ("Describe tu aldea y describirás el mundo"), pero desfigurada por décadas de descomposición social, anomia capitalista, retroceso estatal y toneladas de cerveza barata y hamburguesas grasientas. Escrita con un tono urgente y un humor bonachón y corrosivo, esta es la historia de la rabia de "al menos 44 millones de ciudadanos que no pueden leer correctamente como para completar una solicitud laboral" y que pululan en la superficie de un mundo ajeno y desnaturalizado. Estas agudas crónicas van pintado los restos de "los viejos muchachos" que forman una clase social ya casi sumergida, devaluada y bastante embrutecida, que percibe el mundo a través de un provincianismo "de los tiempos de la Guerra Fría". Pero Bageant no habla sobre esos diecinueve millones de almas periféricas y casi obsoletas; él es parte inculpade ese "cincuenta por ciento de los pobres norteamericanos que son blancos". Y aclara que "la pobreza de los negros se extiende a la mayor parte de la sociedad negra", pero delimita su universo a que "los blancos pobres superan en número a todas las minorías pobres juntas".

A lo largo del libro aparecen varios denominadores comunes: la bebida, los excesos, Jesucristo y las armas. Esta homogeneidad deriva de la rutina y la apatía que destila cualquier operario poco calificado de alguna cadena de montaje o caja expendedora. Sin embargo el autor también deja traslucir cierta forma de suicidio colectivo de estos "ciudadanos conservadores, políticamente desinformados e indiferentes, y patriotas en perjuicio propio", que siguen empecinadamente apoyando y votando al mismo sistema que precisamente los relega y desahucia. Amantes de las armas, cristianos renacidos, cantantes de jazz disfónicas, teocráticos trasnochados, orgullosos soldados por necesidad, suprematistas blancos, desenraizados pioneros, terroristas antiestatales, fundamentalistas bíblicos, torturadores en Abu Ghraib y demás sobrevivientes harán magistralmente equilibrio sobre esa "línea divisoria entre las clases, esas fronteras que según el gran cuento nacional americano no existen".

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