José Maria Malvido, un infectólogo argentino de 44 años que vive en Buenos Aires, acababa de separarse cuando comenzó la pandemia. Como el proceso apenas comenzaba, aún no se había decidido el régimen de visitas para sus hijos. El tribunal entendió que pertenecería a un grupo de riesgo, como si fuera un eterno caso sospechoso, y le impidió verlos. Fueron siete meses de pandemia en los que Malvido siguió principalmente por teléfono el crecimiento de sus hijos de 2 y 4 años.
Para no pensar demasiado en su situación, centró toda su atención en la pandemia. Trabajó de lunes a lunes como jefe de operaciones en el hospital público Alberto Balestrini de La Matanza, ubicado en una zona pobre y superpoblada en la provincia de Buenos Aires. El hospital solo llevaba seis años en funcionamiento cuando empezó la pandemia. El equipo, que no contaba con mucha experiencia ni formación, se enfrentó a un escenario imprevisto. “Fue muy difícil ese período entre tener que enviar gente a hacer cosas, gestionar equipos Interdisciplinarios y aún no tener la confianza de las mismas personas a las que le estás dando indicaciones”.
Malvido también trabajaba en una clínica privada y daba clases virtuales pero, como si todo eso fuera poco, decidió comenzar un diario junto con una compañera para recopilar todo lo que estaban experimentando. El diario, publicado en Instagram (@detrasdelosbarbijos), no solo sirvió como forma de distracción: cumplió el papel de mejorar la comunicación dentro del propio hospital. Los empleados leyeron las historias publicadas, vieron sus nombres incluidos y sintieron que estaban trabajando juntos contra el virus.
No es de extrañar, por tanto, que Malvido crea que la pandemia puso en valor la atención interpersonal. Durante su trabajo presenció, más de una vez, una videollamada entre un familiar y un paciente, que a veces sacaba de allí la fuerza necesaria para volver a combatir la enfermedad. Él mismo se encontraba a menudo llamando a los pacientes para comprobar cómo estaban, y cree que el seguimiento virtual o telefónico debería ser cada vez más común en la atención. “El médico ya no puede ser simplemente alguien que se sienta frente al paciente. Tienes que romper la dinámica de los turnos a dos meses y ser más consciente de lo que sucede a tu alrededor. Claramente se observó que no es lo mismo acompañar a las personas que verlas una vez y no volver a saber de ellas nunca más”.