“Hace muchos años que, en cada aniversario de la Noche de los Lápices, releo mis propias palabras, ideas y consignas de años anteriores. Reviso textos que me devuelven imágenes de encuentros, plazas repletas de jóvenes, banderas, abrazos, emociones, cantos, lágrimas, tristezas, voces entrecortadas de emoción, risas y esperanzas compartidas. Y ante distintos micrófonos, cuento mi historia (…) Cada año, en cada conmemoración de la Noche de los Lápices, sigo tomando conciencia de todo lo que todavía falta contar, que también es demasiado. Entre estos demasiados sentí la necesidad de dejar en palabras escritas cosas que nunca había podido decir: esas que quizás no sirven para una entrevista breve ni para 140 o 280 caracteres; esas que tenía guardadas y que fueron mi andamiaje, mi sostén, mis sombras, mis grises, mis miedos y pequeños actos heroicos. Reflexiones profundas, viscerales, que no siempre se pueden decir de un tirón ante un micrófono o ante un auditorio y que permiten entender quién soy. Así surgió este libro. Seguro que no voy a llegar a decirlo todo, pero ya es algo.”
Así comienza mi primer libro “La larga Noche de los Lápices”. A partir de relatos autobiográficos cuento, en primera persona y con tono intimista mis experiencias como militante y evoco mis escritos desde la cárcel. Pero también, principalmente cada relato es una respuesta detallada a las innumerables preguntas que las nuevas generaciones me han realizado a lo largo de estos años. Los por qué, los cómo, los cuándos, narrados con profundidad, con los detalles necesarios para una mejor comprensión de los hechos.
“¿Sabías lo que te podía pasar? ¿Por qué no te fuiste de La Plata? ¿Qué pensaste? ¿Cómo resististe? ¿Valió la pena? ¿Te arrepentiste? ¿Cómo saliste adelante? ¿Qué pensaste?”
Son las preguntas que en los distintos relatos buceo en mi interior, viajo al pasado y me interpelo en el presente para responderlas y formularme otras nuevas.
Porque la memoria colectiva no es solo una pugna sobre las interpretaciones del pasado, sino los significados que elaboramos de nuestro presente y, en especial, de nuestros futuros posibles.
Ya hemos visto que el mero hecho de recordar, u olvidar, determinados acontecimientos no nos garantizan su carácter transformador, debemos complejizar los procesos de trasmisión de la memoria.
Cada 16 de septiembre se nos presenta, a quienes sentimos el deber de conmemorar el trágico hecho de la Noche de los Lápices, una oportunidad para recrear experiencias, evocar imágenes, tejer tramas de la memoria y, sobre todo, proyectar nuevos horizontes.