Marea Editorial

La desconocida historia del argentino que mató a un nazi en el campo de concentración de Treblinka

El periodista y escritor Gustavo Sierra dedicó diez años a investigar los hechos protagonizados por Meir Berliner. En Treblinka murieron 850.000 judíos y un solo militar nazi: el comandante Max Bialas, a manos de un polaco-argentino. Clarín Cultura anticipa aquí un fragmento del libro Berliner, que revela esa década de pesquisa con el rimo de una novela. Por Gustavo Sierra

Trabajé en esta historia más de diez años. Escuché por primera vez el nombre de Meir Berliner cuando entrevisté a Marcia Ras, la historiadora del Museo del Holocausto de Buenos Aires. Ella me contó sobre el héroe de Treblinka y, a partir de ese momento, no me lo pude sacar del cuerpo. El argentino-polaco que protagonizó uno de los hechos más trascendentales de la resistencia judía durante el Holocausto y que, ya entrados en la segunda década del siglo xxi, seguía siendo, prácticamente, un desconocido. En el campo de concentración nazi de Treblinka murieron 850 000 judíos y un solo nazi: el que mató Berliner. Tenía que intentar contar su historia.

A partir de ese momento comencé a recopilar la mayor cantidad de información posible. Pero cuanto más me adentraba en el tema, menos sabía de Berliner. Comencé por sus orígenes en Polonia. Tanto de los archivos regionales como de los museos nacionales polacos me respondieron, después de meses de búsqueda, que no tenían registros de la persona que murió en Treblinka. Buceé en el Jewish Gem, el sitio más completo que existe sobre la época, así como en el JRI-Poland. Aprendí que el apellido Berliner en algunas regiones es casi tan extendido como el de los Pérez o Sánchez en el mundo hispano. También en los archivos de Yad Vashem, el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá, donde hay un certificado de su existencia, firmado por una supuesta familiar, sin mayores referencias más allá de su final conocido. Lo único que se repetía era el suceso de Treblinka y lo que había contado el testigo y sobreviviente Abraham Yaakov Krzepicki. La recopilación del testimonio que realizó Rachel Auerbach fue fundamental para conocer lo sucedido. Rachel trabajaba junto al historiador Emmanuel Ringelblum en la organización de resistencia Oneg Shabat que actuó en el Gueto de Varsovia. Sin las palabras recogidas del testimonio de Krzepicki, que luego fueron reproducidas con detalles en su libro Eighteen Days in Treblinka, la acción de Berliner hubiera sido completamente olvidada.

Los testimonios dejados por la Oneg Shabat fueron guardados en tres tarros de leche y varias cajas de metal que escondieron en los sótanos de dos casas del gueto. Esas construcciones quedaron derruidas por las bombas y los combates antes de que los nazis abandonaran Varsovia. Durante las excavaciones posteriores a la guerra se rescataron, primero en 1946 y luego en 1950, dos de las tres partes del archivo. Fueron dos tarros de leche y tres cajas de metal, algunas bastante deterioradas, que contenían los testimonios y escritos sobre la vida cotidiana en el gueto. Todo esto fue recopilado en una edición denominada Crónica del gueto de Varsovia, que tuvo decenas de publicaciones en varios idiomas. Apenas una parte de lo que se rescató, que supera las 25 000 páginas.

Poco antes, había estado en Varsovia y pude ver lo que queda de los vestigios del gueto, su dimensión, las líneas divisorias, las ruinas de lo que fueron los edificios más emblemáticos. Fue como parte de un viaje junto a un pequeño grupo de prestigiosos colegas invitados por el Comité Judío Latinoamericano. De la mano del historiador Yoel Schvartz visitamos los sitios emblemáticos de Varsovia, Cracovia y los campos de concentración. Al regreso entrevisté en Buenos Aires a tres sobrevivientes del Holocausto que rehicieron sus vidas en Argentina: Eugenia Unger, Irene Dub y Rosa Rotemberg, así como a la hija de otros sobrevivientes, Zully Peusner, que me contaron detalles de la vida diaria en el gueto y en los campos. También tuve el honor de participar de una reunión de sobrevivientes coordinada por una de ellos, Diana Wang. Todo eso lo escribí en una serie de notas que publiqué en el diario Clarín bajo el nombre de Los argentinos del Holocausto.

Una vez más, tenía una parte importante de la historia, podía reproducir el clima de lo que se había vivido en el gueto, los traslados, Treblinka, etc., pero no sabía nada de Berliner. Era un personaje sin pasado.

En su testimonio, Krzepicki mencionó que Berliner le contó que había hecho el servicio militar en Argentina. Fui al archivo del Ejército argentino, en el barrio porteño de San Telmo, e hice un pedido de informes usando diferentes fechas posibles y combinando maneras de escribir el nombre y el apellido. Nada. No estuvo enrolado en el Ejército. Fue cuando comencé a sospechar que Berliner había ocultado ex profeso su verdadera identidad a sus compañeros con los que compartió los días en que sobrevivió en Treblinka.

Obviamente, hice numerosas búsquedas por nombre y barco de llegada como inmigrante a la Argentina. No figura en los archivos del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, el CEMLA, ni en la base de datos del Hotel de Inmigrantes. Tampoco en las listas parciales de las empresas de vapores que cubrían la ruta entre los puertos de Europa y América Latina.

Los documentos que conseguí de su partida de nacimiento a través de un pedido de informes a los Archivos Nacionales de Polonia tampoco fueron de gran ayuda. No eran determinantes y apenas me hablaban del lugar donde nació, pero no me indicaban cuándo emigró, qué ruta tomó, etc. Muchos de los registros se perdieron en la guerra.

En ese momento tuve que decidir si escribía una historia de ficción alrededor de lo poco que sabía sobre la figura del vengador de Treblinka o si la dejaba para siempre. Fue cuando, indagando dentro de la comunidad de inmigrantes polacos, me crucé con un dato crucial. Habían sido borrados numerosos archivos de polacos pertenecientes o vinculados con la organización mafiosa Zwi Migdal. Supe de inmediato que allí estaba la clave. Conseguí una versión original del libro que escribió el comisario Julio Alsogaray, Trilogía de la trata de blancas, publicado en 1933. Relata cómo realizó la investigación sobre los proxenetas y cómo logró los testimonios claves de Perla Przedborska y Raquel Liberman, que le permitieron llegar a descubrir la estructura de la organización. En un anexo del libro figura la lista de los 450 integrantes de la Migdal acusados por el juez Manuel Rodríguez Ocampo. Allí, finalmente, estaba Berliner, no como socio de la Mutual sino como simple integrante de la organización. En su texto, Alsogaray también me dio la explicación de la falta de antecedentes: los abogados y jueces que trabajaban para la Migdal se encargaban de borrar todos los archivos.

El resto fue una mezcla de información, deducción lógica, pintura de época y reconstrucción histórica. Especialmente útil para esto fue el trabajo que realizó sobre la Rosario del siglo xx el ex concejal, poeta, periodista, historiador y dramaturgo Rafael Oscar Ielpi. Su libro El Imperio de Pichincha: la mala vida en Rosario, 1870-1935 es fundamental para entender el mundo de la prostitución en general y muy particularmente el accionar de los mafiosos de la Migdal en esa ciudad. Un trabajo que completó con otro volumen que firma junto al historiador urbano Héctor Nicolás Zinni, bajo el título de Prostitución y rufianismo. A Ielpi lo conocí y entrevisté en esa época a raíz del fenómeno del narcotráfico que había estallado en su ciudad. Recuerdo una extraordinaria charla que mantuvimos en la terraza del histórico edificio que se levanta sobre el mítico bar El Cairo.

De Rosa y Ruth solo sabemos, en base al testimonio de Krzepicki, que Berliner llegó a Treblinka junto a ellas y que en la misma estación fueron separados. Según el protocolo de los alemanes nazis, las mujeres pasaban directamente a las cámaras de gas. Permanecían vivas en el campo no más de tres o cuatro horas.

 

Berliner. El vengador de Treblinka, de Gustavo Sierra (Marea).

Gustavo Sierra fue corresponsal de guerra y enviado especial de Clarín, CNN, Telemundo, NBC, Telenoticias e Infobae. Cubrió las guerras de Afganistán, Irak y Ucrania, siguió los pasos de Osama bin Laden en la frontera afgano-paquistaní y relató la narcoguerra mexicana. Es autor de Bajo las bombas (2003), Kabul, Bagdad, Teherán (2006), Sinaloa-Medellín-Rosario (2014), y El 68 (2018), entre otros.