Marea Editorial

La cuarta ola: una tipología de los movimientos de derecha radical

Adelanto del nuevo libro de Ariel Goldstein. El rol del líder principal y de los oportunistas en estos grupos.

El siguiente fragmento corresponde al libro “La cuarta ola” (Marea), de Ariel Goldstein.

 

El líder principal

La capacidad de conducción de un líder de derecha radical reside en representar una síntesis de las expresiones que componen el movimiento: fanatismo, oportunismo y una visión religiosa de la política vinculada con el mesianismo. Sobre Hitler se ha dicho que, “en acción, como político, irradiaba una extraordinaria intensidad de convicción y certeza que muchos encontraron irresistible, particularmente en tiempos inestables”. Se destaca también la capacidad oportunista de Hitler de adaptarse a los distintos ambientes.

El líder principal suele tener una biografía personal que combina dosis de frustración y venganza. Su ingreso en la política es un intento de revertir esa situación trágica y de aislamiento en la que se encuentra y vengarse de sus enemigos, reales o imaginarios. También, de obtener una compensación en la aclamación de las masas por su pasado infructuoso. Estos aspectos se encuentran presentes en la trayectoria de Hitler, Milei, Villarruel, Bolsonaro y Trump, entre otros líderes de extrema derecha. Ser “políticamente incorrecto”, esa percepción que tienen sus adherentes respecto de su autenticidad frente al resto de la clase política, obedece también a una fractura psicológica; lo que permite conectar con la frustración de una parte de la sociedad frente a la falta de respues- tas de la dirigencia tradicional.

El líder tiene un papel organizador y legitimador sobre prejuicios circulantes en el mundo social, lo que parece dotar su irrupción de un carácter novedoso frente al consenso establecido que busca garantizar normas de convivencia democrática. Esto es, el reconocimiento del otro como un adversario legítimo. El líder puede tener un papel liberador, al legitimar prejuicios y ataques al enemigo que existían previamente a su aparición en el centro de la escena. Tanto en Argentina como en Brasil hemos visto cómo la irrupción electoral de Milei y Bolsonaro legitimó las reivindicaciones en favor de la dictadura y la represión ilegal, un aspecto compartido por una porción de la población, pero que previo a estos fenómenos no se expresaba abiertamente.

El líder expresa una síntesis entre fanatismo y oportunismo, dos características presentes en estos movimientos (aunque no solo en estos). Mientras el líder se ofrece como una versión más moderada que los fanáticos, de los que hace uso para amenazar con la violencia o la persecución a sus enemigos, expresa al mismo tiempo un mensaje más amplio. En los movimientos de derecha radical, por lo general, el líder principal es carismático en los términos definidos por Max Weber. Su posición de liderazgo y el ejercicio de su dominación sobre el conjunto está basada en la creencia por parte de sus seguidores de que posee cualidades extraordinarias. Para mantener al movimiento unido, el líder está obligado a diferenciarse de los fanáticos y hacer guiños de moderación hacia un electorado más amplio.

Por lo tanto, mientras en el liderazgo principal de un movimiento extremista de derecha aparecen versiones más híbridas, alrededor de este liderazgo aparecen personajes intermedios que representan los atributos de los cuales se compone la personalidad del liderazgo principal extremista: oportunistas, fanáticos y nuevos conversos. Estos intermediarios cumplen funciones clave para el sostenimiento de estos movimientos.

Al representar una conjunción entre oportunismo y fanatismo, una de las características que asume el líder de derecha radical es el mesianismo. De este modo, se sobreestima la propia significación del líder movido por el narcisismo y la megalomanía, lo cual es alimentado por el reconocimiento de las masas e incluso por la dinámica de las redes sociales. En esta cuestión, cumple un papel importante la religión, al habilitar una concepción sobre el ejercicio del poder como una “misión divina”. La religión brinda legitimidad al liderazgo de extrema derecha al hacerlo aparecer como carismático y providencial.

La creencia del líder en una inspiración divina en su liderazgo para el triunfo y vencer las adversidades es propio del mesianismo. Eso está en Bolsonaro, que considera que gracias a Dios triunfó sobre el atentado que sufrió; en Milei, que dice que es un divulgador como Aarón, y que solo podía vencer si estaba en “los planes del Creador”, mientras se presenta como representante de “las fuerzas del cielo”; en Trump y en Netanyahu. Milei ha señalado que “he sido testigo de tres resurrecciones por tres métodos distintos”.

John Carlin toma de Albert Camus que el resentimiento “según crezca en un alma fuerte o débil, se convierte en ambición sin escrúpulos o amargura”.

El resentimiento es el motor existencial de varios de los líderes de derecha radical (Milei, Trump, Bolsonaro, Putin). Es decir, se plantea aquí el vínculo entre el resentimiento y el oportunismo o la falta de escrúpulos, dos aspectos constitutivos de los movimientos de extrema derecha.

El líder principal suele adoptar la postura de un cruzado moral que distingue a “puros” de “impuros” y confronta a sus seguidores contra un enemigo, que es adjudicado como responsable por la decadencia del país. Sin esa cruzada moral, el movimiento carece de energías y fines políticos. El enemigo cumple un papel fundamental en la narrativa del líder. Esta cruzada moral, que busca diferenciar “puros” de “impuros” es lo que dota de sentido la tarea de los fanáticos, los oportunistas, y al movimiento. Por eso, el castigo al enemigo que promete el líder cumple un papel central.

Los oportunistas y el papel de “la ola” de derecha radical

“Entre los bolsonaristas están los ingenuos, los fanáticos, pero los peores son los oportunistas”,decía Ruth de Aquino, columnista del periódico de Brasil O Globo.

Los líderes de extrema derecha no emergen generalmente dentro de un partido establecido, sino por fuera. La falta de un partido organizado, con estatuto, con trayectoria, historia y regulación de las conductas internas favorece el ingreso de los oportunistas. Los oportunistas desempeñan un rol importante dentro de los estratos intermedios de los movimientos de extrema derecha.

Jean Paul Sartre decía al respecto lo siguiente: “Mañana, después de mi muerte, algunos hombres pueden decidir establecer el fascismo, y los demás pueden ser lo bastante cobardes y débiles para dejarles hacer”. A diferencia de los enfoques que estamos acostumbrados a ver del fascismo asociado a la fortaleza del líder principal que despertaría una fervorosa adhesión, Sartre asocia la expansión del fascismo con dos palabras: cobardía y debilidad. Los “colaboracionistas” que aprovechan los momentos de autoritarismo para ajustar cuentas denunciando a sus enemigos florecen en estos contextos. “Basta el silencio ante la audacia de los fascistas para que avancen sobre todo y todos”, señala el historiador Federico Lorenz. Al analizar el nazismo, Hughes destaca la complicidad de los “buenos” que dejaron hacer, el círculo de complicidad que lo hace posible.

“Las bandas fascistas reclutan multitud de aventureros con mentalidad de mercenarios”, señalaba el anarquista Daniel Guérin.

Los movimientos de derecha radical suelen desarrollarse como una ola, lo cual tiene que ver con su origen, que expresa un componente de fanatismo y frustración en el marco de una profunda crisis económica, social y política que se opone a las estructuras tradicionales de canalización del conflicto político. En ese transcurso, que supone un crecimiento importante, nuevos advenedizos se suben a la ola. Esta ola de crecimiento atrae a personajes pragmáticos de fuerzas tradicionales –en general de la derecha política– o a otros sin experiencia que se sienten seducidos por el nuevo liderazgo y también por sus posibilidades de crecer en la carrera política.

Esto se pudo ver en el bolsonarismo, cuando ingresaron figuras externas a la política en sus listas. Estas figuras, si bien lograron crecer rápidamente por su adhesión al movimiento, tuvieron problemas de adaptación, se vieron desilusionadas y rompieron con el bolsonarismo una vez que habían logrado su cargo.

En el caso argentino, esto también se ha visto con el ingreso de personajes del peronismo residual y el menemismo a La Libertad Avanza. O también figuras mediáticas e influencers. Varios de estos personajes no parecen haber mostrado en el pasado una adhesión a la agenda de extrema derecha en defensa de la “familia tradicional”. Sin embargo, al integrarse a las filas de La Libertad Avanza han comenzado a alinearse con esas perspectivas.

El caso de Boris Johnson, ex primer ministro de Gran Bretaña, puede ser ilustrativo. Se trata de un cínico que apostó a la salida de la Unión Europea (Brexit) para cultivar seguidores en el mundo de los euroescépticos, pero, como la mayoría de los Tories, quedó totalmente sorprendido por el triunfo del Leave, posición frente a la que estaba en contra cuando era alcalde de Londres.

Este cinismo entremezclado con ambición y deseo de figuración personal explica el comportamiento de estos personajes con el objetivo de escalar y ser exitosos en la estructura del poder.

El oportunismo en el trumpismo se evidenció cuando se descubrió que en el chat interno de Fox News varios de sus conductores despreciaban el falseo informativo que debían hacer, pero lo hacían porque era el modo en que la empresa de Robert Murdoch podía ganar dinero. Lo mismo ha sucedido dentro de la Fundación Libertad, donde se le ha dado un lugar cada vez mayor a los impulsores de las ideas de extrema derecha, que se han disfrazado de liberales.

Este aspecto ha sido destacado por el filósofo John Kekes:

Von Ribbentrop es un ejemplo del oportunismo. Este personaje de la nobleza nunca parecía haber manifestado sentimientos antisemitas hasta la llegada del nazismo, pero luego se convirtió en el ministro de Relaciones Exteriores de Hitler.

“las creencias de estos hacedores del mal reflejaban sus pervertidas jerarquías de lo que es importante. Creyeron que el reconocimiento, la diversión y el ascenso en el mundo eran más importantes que el horrible daño que cometieron. Pero pudieron creer en esto solamente porque la envidia, el aburrimiento y la ambición los llevaron a falsear los hechos relevantes.”

Desde esta perspectiva, el oportunista “exagera la importancia de lo que le interesa al hacedor del mal y minimiza el grave daño que provocan sus acciones”. Un tema destacado en varios libros que analizan estos fenómenos es el papel de los vanidosos, resentidos, ambiciosos y envidiosos, que utilizan el sentido de la oportunidad sin escrúpulos para crecer en los contextos de crisis. Algunos quizá no tenían marcadas preferencias ligadas al extremismo antes de su ingreso en estas formaciones, y es el potencial de éxito lo que los lleva a la adhesión al movimiento.