CAPITULO 2 LA GRIETA PROGRESISTA
…Si miramos la coyuntura de 2015 a la luz del antecedente del progresismo encarrilado por la Alianza con su agenda infinitamente menos audaz que la de Alfonsín, se comprende más cómo parte de este universo progresista prefirió asumir el relato de que el kirchnerismo era una segunda parte del menemismo y adherir, ya con muchos menos matices, a un programa neoliberal encabezado por un apellido tan estrechamente vinculado a la última dictadura, al menemismo y a las corporaciones empresarias como Macri, antes que apoyar la continuidad vía Scioli en 2015 o la vuelta del peronismo vía Alberto Fernández en 2019. El menemismo y el kirchnerismo, para esa porción del progresismo que se cree superior moralmente y que no aspira más que a un neoliberalismo sin corrupción, son dos caras de la misma barbarie. Aun así, Cambiemos superó en complejidad las aspiraciones de ese progresismo descolorido. El Gobierno de Cambiemos no fue solo la aspiración de reeditar la Alianza sin el fracaso de 2001, como denunciaron sus detractores y aceptaban en secreto muchos de sus adherentes. Cambiemos fue más que eso. La Alianza, un antecedente lejano ineludible, un programa trunco a reeditar. La explosión de 2001 y el crecimiento económico logrado bajo el kirchnerismo son elementos mucho más cercanos para pensar al PRO y a Cambiemos.
Las grietas que anidaban en el universo progresista, nunca del todo visibles en los noventa, explotaron cuando una parte del progresismo se fue volviendo furibundamente antikirchnerista y otra parte encontró en el kirchnerismo la realización de los objetivos más importantes que habían quedado inconclusos desde 1983, en el marco de un hemisferio que rompía con los legados del Consenso de Washington, las recetas del FMI y reivindicaba la vuelta de la política como herramienta de transformación social.
El antikirchnerismo, entonces, se fue nutriendo en un ancho océano donde convivía la derecha nostálgica de la dictadura militar –que nunca le había perdonado a Alfonsín el Juicio a las Juntas y mucho menos al kirchnerismo la reactivación de los juicios a los represores–, el universo de la antipolítica potenciado desde fines de los noventa y la minoritaria, pero potente, porción del universo progresista antiperonista que, poco después de 2005, había roto en gran medida lanzas con el kirchnerismo. Más adelante, la ruptura abrupta del Gobierno de Cristina Fernández con la dirigencia comunitaria judía a partir del pacto con Irán y la muerte del fiscal Alberto Nisman, operada desde los medios y desde parte de la justicia federal, articulada con campañas internacionales contra el Gobierno, dejaron el campo reconfigurado como “antikirchnerismo” en condiciones de ganar elecciones.
El progresismo antikirchnerista pasó a ser una derecha no conservadora (no está en contra de la despenalización del aborto, no tiene una mirada punitiva sobre la pobreza ni con el delito, ni añora la dictadura). Aun así, está totalmente encolumnada con las derechas que se van articulando como respuesta a la década de gobiernos populares en el hemisferio, que no son solo las derechas oligárquicas tradicionales, pero tampoco constituyen una derecha moderna y democrática, como algunos intelectuales pensaron sobre el PRO luego del triunfo de Cambiemos en 2015.
CAPITULO 7 LA CALLE DURANTE EL MACRISMO
…2017 fue un año de calles más espaciadas, pero mucho más nutridas, sobre todo los primeros meses del año. Desde las redes sociales, pero esta vez con la acción militante del PRO, se organizó en formato autoconvocado una “Marcha por la Democracia” para el primero de abril de 2017.
La movilización se convocó en respuesta a dos fuertes acciones opositoras que transcurrieron durante el mes de marzo –que se caracterizó por numerosas movilizaciones opositoras, convocadas desde sectores del sindicalismo, principalmente ATE, CTERA y Bancarios–: el paro docente, sostenido en la provincia de Buenos Aires, que buscaba revertir el ajuste de salarios y, en la misma semana, el primer paro nacional de la CGT, cuyos principales dirigentes habían mostrado, un año antes, más cercanía a la candidatura de Macri que a la de Daniel Scioli, e inclusive expresaban expectativas y cercanías con el nuevo Gobierno.
La autodenominada Marcha por la Democracia no buscaba solo defender al Gobierno de Macri, sino también apropiarse de las banderas de la defensa, tanto de la democracia como de la república. Esta convocatoria, que logró movilizar a Plaza de Mayo a decenas de miles de personas, construyó su relato de defensa de una democracia jaqueada, no ya por militares ni corporaciones, sino por el kirchnerismo, el sindicalismo y el movimiento de derechos humanos. En este contexto, la marcha le dio cierto oxígeno al Gobierno y las repercusiones le fueron favorables.
CAPITULO 9 AGOSTO
El mes de agosto de 2019 puede ser tomado como un laboratorio para pensar la Argentina, como lo fueron también –con otras intensidades– febrero de 1989, el comienzo de la hiperinflación que derrumbó al Gobierno de Alfonsín, o diciembre de 2001…
Agosto fue un mes de sorpresa y de caída agigantada por las operaciones de prensa y de los “mercados” de los días previos a la elección primaria, que crearon un clima de empate que solo duraría hasta el recuento de los primeros números. Agosto nos habla de fragilidades políticas y económicas. Agosto nos mostró un rey fuerte y un rey desnudo en pocas horas y también desnudó la débil convicción democrática de sectores que asumen el juego de la democracia liberal, pero desprecian a las mayorías populares cuando estas no los eligen. Agosto evidenció, como nunca antes durante los cuatro años de Gobierno de Cambiemos, la tensión entre los intereses del capital financiero, “los mercados”, y la democracia, no solo como sistema para elegir representantes sino como escenario para definir el futuro del país. Agosto y el derrumbe electoral y programático de Cambiemos también fue el fondo en el que emergió la épica de la “remontada blanca” contra el retorno de la barbarie kirchnerista en particular y peronista en general. Épica de un sector sin antecedentes épicos en nuestra historia política. No alcanzaría para arañar el ballotage, que era la única utopía posible después de la elección, pero sí lograrían revertir un derrumbe electoral y financiero que sobrevino al 11 de agosto, en una derrota digna, obteniendo el mismo porcentaje que en el triunfo legislativo de 2017.
CAPITULO 10 OCTUBRE
…En la poderosa tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires los Fernández obtuvieron la mitad de la diferencia que sacaron en todo el país, esto es, un millón de votos. Esta sección está compuesta por 19 partidos del conurbano, como el partido de La Matanza, que es el quinto distrito electoral del país y en donde votan más personas que en 17 de las 24 provincias, o los populosos partidos de Lanús, Lomas de Zamora, Florencio Varela, Ezeiza, Quilmes y Avellaneda. La tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires es el bastión electoral del peronismo y en muchos de sus distritos es donde la crisis pegó más duro. Aun así, el impacto de esa enorme diferencia tan publicitada, no se produjo a costa de un derrumbe del voto de Juntos por el Cambio. En las legislativas a senador de 2017, Cambiemos sacó en la tercera sección poco menos de 970 000 votos y en la presidencial dos años después, 956 000. Sobre un total de casi un millón de votos de Juntos por el Cambio, la pérdida de 14 000 votos después de dos años de derrumbe económico, cuyo impacto principal es en el Gran Buenos Aires, no pareciera ser una debacle electoral. La distancia porcentual de esa diferencia se amplió un poco porque en 2019 votó más gente que en 2017, pero no es una brecha tan significativa para cambiar la apreciación. Lo que se puede observar en los 19 municipios donde el Frente de Todos construyó esa gran diferencia es que el voto a Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio, no se derrumbó. Sumando los votos obtenidos en 2017 por el frente que conducía Sergio Massa, el sello del justicialismo con el cual compitió Florencio Randazzo, en el que participó como jefe de campaña el actual presidente Alberto Fernández, y Unidad Ciudadana, que encabezaba la actual vicepresidenta Cristina Fernández, el resultado es prácticamente el mismo a lo obtenido por el Frente de Todos en 2019, con diferencias que casi nunca superan el 10%.
Si bien la imagen del millón de votos de diferencia es impactante y pareciera que se produjo un terremoto, la realidad electoral fue mucho más moderada. Por un lado, se debe a la unión de tres alianzas referenciadas con el peronismo y, por el otro, al pequeño desgranamiento que fue hacia Macri, pero que sufrió otro desgranamiento mayor hacia las dos fórmulas que le quitaron votos por derecha y a la fórmula de Roberto Lavagna. Por supuesto, también hubo quienes votaron a Macri en 2015 y le ratificaron la confianza en 2017, pero votaron a los Fernández en esta ocasión. Sin embargo, esta última situación queda oculta por la contundencia de la simetría que se da en la contabilidad que propusimos, con lo cual no debe ser un porcentaje muy significativo.
ENSAYO FINAL
…Alfonsín tuvo que adelantar la salida en el marco de una brutal hiperinflación, pero tres décadas después todos parecerían querer ser Alfonsín. El presidente actual lo cita más que al mismo Juan Domingo Perón. Sin embargo, ese primer Gobierno radical, con final tormentoso y derrota electoral en 1989, ha patrimonializado varios triunfos: el retorno a las libertades democráticas y el Juicio a las Juntas están dentro de los más importantes. Menem tuvo varios “muertos en el armario” para los que ven a la década de los noventa como una segunda década infame, al igual que la transcurrida entre 1930 y 1943. Corrupción, impunidad, excesos, abuso de la autoridad presidencial, remate del patrimonio nacional y desocupación única en la historia son compensados por un largo período de estabilidad económica, varios años de crecimiento y consumo, modernización de muchas áreas de la economía y disciplinamiento definitivo de los militares al poder civil. El kirchnerismo también tuvo en su inventario una enorme cantidad de logros económicos, políticos y sociales para diversos paladares. Para buena parte de la población logran contrapesar las denuncias de corrupción reales e inventadas. Los nombres de Néstor y Cristina, como también lo es el de Alfonsín –aunque no el de Menem–, son y serán nombrados en el futuro para fortalecer un discurso, para sentar posiciones, para reivindicar legados, para emocionar audiencias. ¿Quién va a mencionar a Macri en un discurso de asunción para reivindicarlo? Un presidente que, en su paso por el gobierno –más allá de certezas en cuanto a la necesidad de avanzar con la calidad de la gestión estatal y mayor cuidado del gasto público– no dejó nada o casi nada. La mejor imagen que se puede conservar en torno a Macri es la construida con relatos con acotada eficacia: “no lo dejaron gobernar”, “los problemas heredados del kirchnerismo –pesada herencia– eran más grandes de los que se creían” o “por lo menos fueron honestos y les faltó más tiempo”. Nada de esto alcanzaría para ser reivindicado en un discurso inaugural. Macri contribuye en su reclusión a tener un destino menor que el que la coalición que él dirigió y le asignaba a Cristina Fernández durante los dos primeros años del Gobierno de Cambiemos. Macri, en medio de dificultades de todo tipo en el comienzo del brote de coronavirus en el país y en el marco de un gobierno nuevo que tomaba medidas contundentes, dijo que “el populismo es peor que el coronavirus”, logrando despertar, en el mejor de los casos, silencios de aliados y repudios mayoritarios. Más allá de su falta de contacto acerca de cómo se estaba viviendo a principios de marzo de 2020 la posibilidad de la extensión de la pandemia en su país, ¿quién habla en la Argentina de populismo más allá de algunos dirigentes políticos o del mundo financiero? ¿Quién escucha en la calle, en un bar, en la escuela, en la fábrica o en el barrio la preocupación por el “populismo”, categoría usada hoy por los pastores seculares de la derecha continental? Cada vez más lejos está un recambio de poder que lo tenga a Macri en un papel protagónico. Su imagen es la imagen de un fracaso y no hay paso del tiempo en este caso que pueda tapar fracasos, resaltar cosas buenas, idealizar otras y construir de Macri un Alfonsín.