En esa voz hay otras voces. En esa voz están el cuerpo, la poesía, las canciones, el desgarro y la epifanía. Esa voz y ese cuerpo son de Gabo Ferro, el cantante, compositor y performer escénico inagotable: los periodistas Sergio Sánchez y Mariano “Lalo” Ugarte acaban de publicar el libro Un tornado dulce. Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro, de 322 páginas. ¿Cuántas memorias, luminosidades e inspiraciones dejó Ferro, quien había nacido en 1965 y falleció en 2020? ¿Cuántas interrogaciones siguen revelando su poesía, sus obras y sus discos sin adjetivos?
“Era un tipo súper inabarcable por todo lo que hizo”, cuenta Sergio Sánchez, de "Página/12", y co-autor de Un tornado dulce con Lalo Ugarte, coordinador del Área de Música del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Por su vasto legado cancionístico, poético e incluso su trabajo en teatro, Gabo Ferro devino un artista múltiple: entre el primer rock argentino, la raíz folklórica, la chanson francesa, la trova y el vals criollo. La entrega vocal sin definiciones cerradas. Gabo Ferro, un médium de la canción que conmociona a quienes lo siguieron desde siempre y quienes hoy lo redescubren.
Y aquí está Un tornado dulce (cuyo título proviene de su eterna canción “Volver a volver”) para narrar la vida, las influencias, las amistades, las memorias, las inspiraciones y las preguntas nuevas en torno a uno de los más influyentes -e inimitables- cantautores de la música popular argentina del siglo XXI. “A Gabo le interesaba lo urgente: decir algo ahora. No dar vueltas ni decorar tanto, sino hablar de manera directa en este momento. Él decía: ‘Mañana no sé que puede pasar’”, grafica Sergio Sánchez, quien había podido entrevistarlo ocho veces en torno a sus diez discos solistas, editados entre 2005 y 2019.
Ese material se expande en el libro, profuso en testimonios, detalles y análisis: una investigación periodística y una historia oral que se lee con gran velocidad y disfrute. “Para el libro reescuché todas mis entrevistas a Gabo y utilicé lo que había quedado inédito -prosigue Sánchez-. Gabo estaba apurado por dejar obra. Publicaba casi un disco por año y, si no tenía un disco, tenía un proyecto en teatro, un proyecto poético o lo que fuere. Era muy prolífico, riguroso y minucioso. Era un cancionista popular pero, a la vez, un intelectual: muy receptivo, crítico y provocador de pensamientos e ideas”.
Además de cantante, creador y poeta, Gabo Ferro fue Doctor en Historia y editó los libros Barbarie y civilización: sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835-1852) y Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino. Ambos por Marea, la misma editorial que lanzó ahora Un tornado dulce. También escribió Costurera Carpintero. Antología de letras de canciones de Gabo Ferro, entre otras ediciones.
Sobre todo, Gabo Ferro construyó una obra musical de incandescente belleza, entre el disco Canciones que un hombre no debería cantar (2005) y Su reflejo es el lobo del hombre (2019). También editó varios discos en colaboración, entre ellos el esencial El veneno de los milagros (2014), con Luciana Jury, y en varias puestas escénicas expuso algo que comprueba el libro Un tornado dulce, con prólogo de Sergio Pujol: el lenguaje artístico y vocal de Gabo Ferro formaba parte de su cuerpo.
“Su cuerpo era su palabra. Estaba todo unido: cuerpo, palabra, voz”. En la penúltima entrevista que hicieron, en mayo de 2019, en su casa, Gabo le dijo: “‘Lo que más me interesa de la canción es la literatura: la literatura de la canción’. Eso me quedó grabado y lo utilizo mucho en el libro. La palabra, en Gabo, es cuerpo. Por eso, y por su voz tan aguda y expresiva, es tan difícil versionar sus canciones”.
Gabo era su voz, su identidad y sus oscuros alumbramientos para hablar del amor, del dolor, la sangre, la tristeza, la muerte, el género y lo inenarrable: lo que escapa a nuestra comprensión cotidiana. “De cara al futuro me pregunto qué va a pasar con su obra -dice Sánchez-, porque él estaba muy atento a su época y a su contexto. Muchas veces hablaba sobre cosas que iban a pasar después. Por ejemplo, en la canción ‘El amigo de mi padre’, de su primer disco, habló de una pareja de varones muchos años antes de que se aprobara el matrimonio igualitario. Además tocó el tema de lo no binario antes de que en la Argentina se empezara a hablar de eso”.
Uno de los ejes clave que trabaja Un tornado dulce es la visión autogestiva y horizontal que tenía Ferro acerca del proceso artístico: lejos de las mega-discográficas. Aun a costa de no volverse masivo. “Nunca negoció su decir y su arte. Esto también limitaba la escucha general, porque era muy inconveniente a la hora de cantar como cantaba, tensando sus posibilidades expresivas. Pero me parece que él va a seguir creciendo. No creo que se convierta en un artista de culto, de nicho”.
Su obra se seguirá expandiendo “porque es muy transversal: abarca el teatro, la poesía, el ensayo, la música, la historia, la política, todo. Gabo va a seguir siendo estudiado. Yo creo que él tenía cierta intención de no pasar inadvertido. Espero que el libro ayude para que su figura resuene todavía mucho más que hoy”, desea Sánchez.
Un tornado dulce llevó tres años y medio de trabajo y su terso registro periodístico permite una lectura ágil y enfocada. Las voces entrevistadas despliegan múltiples puntos de vista sobre la personalidad de Gabo Ferro; su ética creadora; sus canciones; su relación con sus pares y con el público; su evolución artística; sus producciones y su voz: ese fascinante cuerpo vocal que, en escena, embelesaba y dejaba sin palabras.
“El libro es muy coral. Queríamos que hablaran todos los que formaron parte de Gabo, más que nosotros. No es un libro de crítica musical sino un recorrido biográfico, pero en el que también habla Gabo todo el tiempo gracias a las entrevistas recobradas. Él mismo responde varias de las preguntas que uno se hace a lo largo de toda su producción. Los demás aportan registros muy distintos, pero todos reconocen la genialidad, la disciplina, el carisma y la ácida dulzura de Gabo Ferro”.
¿Qué aspectos nuevos descubrieron sobre sus vetas creativas? “Su recorrido por el teatro, por la performance -apunta Sánchez-. Esa era una faceta de Gabo que yo no seguía mucho. Acá aparece mucho acerca del Gabo actor, del Gabo intérprete en escena y de la potencia que él tenía para desplegar su cuerpo -a la par de su voz de tenor- en el teatro y hasta en la ópera. Era talentosísimo en todo lo que encaraba”.
Y así como Gabo Ferro podía trabajar y vencer sus miedos “en el contexto del teatro, donde no se sentía tan seguro como con sus canciones en escena”, algo más que Sergio Sánchez y Lalo Ugarte pudieron corroborar es que “a Gabo no le interesaba tanto el pasado. Él hacía un proyecto y soltaba, iba otro proyecto y soltaba, y así con cada cosa. A veces por ahí se le juntaban los proyectos, pero lo urgía lo nuevo. Y se fue de este plano a los 54 años”.
Tuvo un núcleo de músicos con los que grabó sus diez discos -tan celebrados- y editó otros en colaboración con Flopa Lestani y Ral Varoni, Pablo Ramos, Juan Carlos Tolosa y Sergio Chotsourian. Pero El veneno de los milagros (2014), su disco a dúo con Luciana Jury, a dos guitarras y voces, fue una cumbre de entendimiento, goce compartido, calidad y misterio en once canciones: una huella ineludible para las músicas de raíz del siglo XXI. “En ese sentido, La Jury fue una privilegiada, porque fue una de las únicas con las que Gabo tuvo un proyecto con continuidad”, dice el autor.
“Soltá”, “Soy todo lo que recuerdo”, “Volver a volver”, “Lo que te da terror”, “No te alcanza”, “Por qué no llorás un poco”, “Estamos, estarás”, “Volví al jardín”, entre cientos. ¿Qué canciones de Gabo Ferro lo seguirán acercando a las nuevas generaciones? ¿Qué nuevas facetas de Gabo se revelarán a través de ellas? Contesta Sánchez: “Gabo buscaba la libertad absoluta en todo lo que escribía, en dónde decidía presentarse y en sus tiempos para sacar un disco y editar sus poesías. Yo creo que él pudo ser realmente libre a la hora de hacer y de decir. Gabo es Gabo por esa libertad creativa, esa potencia y esa originalidad. Y por eso va a seguir teniendo trascendencia”.