Por Lorena Vincenty
Neuquén > La revista Humor surgió en años de la dictadura, no sólo para hacer reír, sino para hacer pensar. A poco de su difusión y en manos de grandes creativos, la publicación que colgaba de las tanzas en los puestos de revista cobijó expresiones periodísticas sin antecedentes ni sucesores y se convirtió en un símbolo de libertad de expresión.
Muchos recordarán aquellas tapas en las que los personajes de la actualidad se transformaban en caricaturas y metían el dedo en la llaga. Algunos se preguntarán por qué desapareció, mientras pocos esperan que vuelvan en tiempos en que el público no genera el broche que soporte su peso.
El periodista Diego Igal en su último libro, “Humor Registrado. Nacimiento, auge y caída de la revista que superó apenas la mediocridad general", investigó, revisó la colección completa y entrevistó a sus hacedores para “recrear los años de creatividad y éxito, y también su declive y cierre”.
“El libro es la primera historia completa de la revista Humor. Arranca con la llegada de los padres de Andrés Cascioli a Argentina y termina con su muerte. La idea era utilizar su vida como eje, para contar la historia de la revista”, explicó el periodista.
Andrés Cascioli fue su editor. Era dibujante -notable caricaturista-, diseñador y publicista, y se convirtió en un impulsor de míticas revistas de humor político, como "Satiricón" y "Humor Registrado". Creó también Ediciones de la Urraca, sello en el que se publicaron más de una decena de revistas, entre ellas "El Péndulo", "El Periodista de Buenos Aires", "Humi" y "Fierro".
Igal contó que no llegó a entrevistarlo, pero en la reconstrucción de aquella redacción, en las charlas con casi 90 personas que trabajaron con él, y la revisión de entrevistas que Cascioli diera en vida, descubrió uno de los motivos de la genialidad de la revista: “Creo que era un tipo que tenía una intuición y una edición de los productos que cuesta encontrar ahora en editores. Hoy la mayoría de los medios está regenteada más por hombres de negocios. Era un tipo que podía encontrar talento, interpretar talento, y darle trabajo a gente tan talentosa como él. No era egoísta ni celoso del talento ajeno”.
¿Qué te llevó a hacer esta investigación?
Trataba de determinar cómo podía ser que una revista que había soportado los peores cinco años de la dictadura se había venido abajo en democracia. Buscaba también reconstruir la cocina creativa, recrear lo que era esa redacción, y en el medio me encontré con historias, alegrías, heroísmo, aventuras, pero también con mucha bronca, porque se vino abajo por múltiples factores y mucha gente quedó dolida con Cascioli. Fue muy triste que termine así porque fue uno de los hitos más altos del periodismo gráfico argentino.
Fue una revista cultural que llegó a vender 330 mil ejemplares. Lo hizo, como pocas, o ninguna, enfrentando a la dictadura militar, diciendo desde el humor lo que nadie creía que toleraría la censura. ¿Qué hizo que lograran hablar de cosas que nadie hablaba?
La audacia. No tuvieron autocensura y fueron muy inteligentes, porque iban probando de a poco y supieron encontrar las grietas que había en las internas del gobierno dictatorial. Empezaron hablando de la política económica, después de la represión cultural, y cuando se desató la interna política dentro de la junta se empezaron a meter con eso. En el ’83 llega el pico de venta con 300 mil ejemplares, y ahí ya podían decir lo que querían. Creo que lo que imperó fue la inteligencia, el talento y que no tuvieron autocensura.
De todas maneras, y teniendo en cuenta la perversidad del terrorismo de Estado, resulta raro que no hayan terminado con la publicación.
Lo que hubo fue, tal vez, una subestimación. Cuando se dieron cuenta de lo que era la revista, ya era masiva; habían tenido un escándalo con la detención de Jacobo Timerman, y después de esa experiencia creo que no querían repetirla. También el tema de las caricaturas, los chistes; sin dudas, lo subestimaron. Puede ser que hayan dejado hacer para mostrar cierta amplitud, pero son especulaciones, porque tuvieron un amague de censura, el secuestro de una revista, amenazas permanentes; no es que podían hacer lo que querían y la sacaban barata.
Descubriendo "Humor"
Una generación juvenil entera se constituyó en público leal de la revista y hoy la recuerda como un hito en sus vidas: a través de ella se informó, rió, juntó bronca y hábitos culturales, y aprendió a ser crítica. Diego contó que cuando la revista surgió, él tenía 7 años, pero se maravilló cuando la conoció y fue al empezar a estudiar periodismo que le impactó descubrir el papel que había tenido en la dictadura.
¿Creés que podría volver a publicarse una revista de estas características?
No. Los gráficos están en una franca depresión, producto de que no se venden, y producto de eso la gente no los compra, y como no los compran se hacen de muy baja calidad, con una matriz muy pauperizada. Productos como "Humor", "Fierro", "Sexhumor" no pudieron aggiornarse o reinventarse en las nuevas tecnologías y códigos del humor, al nuevo lenguaje que se instaló con la vuelta de la democracia.
Reconstruís en el libro aquella redacción en las que circulaban figuras como Alejandro Dolina, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain, Santiago Kovadloff, entre muchos otros. ¿Qué destacás de ese lugar?
Fueron 21 años que tuvieron diferentes épocas, la dictadura, el alfonsinismo y el menemismo, y en todas todo el mundo destaca que había mucha libertad para trabajar, algo que los medios perdieron hoy. Había un crisol de ideologías importantes, con el peronismo de Dolina, Feinmann, Juana Moncalvillo, había radicales como Enrique Vázquez, u Oscar Muiño, gente de izquierda, independiente.
Parece una contradicción en sí misma: la revista resistió a la dictadura, pero no logró sobrevivir a la democracia. Concretamente, ¿por qué se termina?
Termina por muchas cosas. Una es porque la gente dejó de comprar revistas, cambiaron los consumos culturales. Después porque sufrió una persecución fiscal durante el menemismo a través de la DGI, una persecución judicial muy importante a través de calumnias e injurias. Les hacían muchos juicios. También estaba muy mal gerenciada. Cascioli siempre renegó de su papel de empresario, siempre le huyó a ese rol, y no supo elegir los mejores administradores.
Pareciera que en muy poco tiempo el país destiñó, perdió cosas buenas. ¿Qué creés que le hizo tanto daño a la revista?
El menemismo. La banalización de la política fue un golpe duro con lo que hacía la revista. Acordate “A la cama con Moria” y todas esas cosas; era muy difícil hacer humor con eso. La gente no lo consumía, y creo que no lo vieron ni lo advirtieron. Después la amplitud de la tele, la apertura cultural, el destape, ni hablar de Internet, la llegada de Marcelo Tinelli, fue todo una competencia que fue minando la masividad de una manera feroz, y terminó vendiendo la mitad de lo que vendía.
¿Qué legado le dejó Alberto Cascioli al periodismo?
Creo que fue el último gran editor gráfico, que le dio mucha bola al talento, a la calidad, y el legado es haber hecho una revista que le dio trabajo a un montón de personas, con una libertad increíble. Todos los productos que hizo son un clásico del humor gráfico, y un hito. Fue un potrero, una cantera de donde salían humoristas, escritores, caricaturistas. Fue una escuela muy grosa.