Los años 70 comenzaron con un rock nacional creciente y rebelde. Con pelos largos y pantalones que se ensanchaban llegando a los pies. Aunque sobrevolaban vientos de represión, la juventud se reunía alrededor de guitarras y poesías. Una joven daba sus primeros pasos en escenarios llenos de varones. Aunque lo sentía como algo normal y se divertía, todavía no había caído en la cuenta de que ella, Gabriela, era la primera cantante del rock nacional. La primera voz femenina que se subía a esos escenarios a contar lo que sentía, con las palabras que quería.
En 1972, sacó su primer disco, “Gabriela”, de la mano de algunos jóvenes que también estaban escribiendo la historia de nuestro rock: David Lebón, Edelmiro Molinari y Oscar Moro.
Hace algunas semanas, la multinacional Sony Music remasterizó ese disco en vinilo y ya está en distribuído en las disquerías. “Para mí este disco es el comienzo de todo. A todos mis discos los tengo como si fueran hijos, los amo. Pero el hecho de que haya sido el primero es muy importante, porque fueron mis primeras canciones, fue mi primera vez en un estudio, mi primera grabación. Eran los años de predictadura y había una oscuridad en el aire, entonces lo que hacía era cantar toda la furia que se vivía en ese momento. Y venía mucha gente a escucharnos, justamente, para sacarse esa mochila de encima de que te pararan en la calle, por ejemplo. Así que para mí no es solo un disco, significa toda una época de la Argentina, también. Y todo ese movimiento de rock progresivo, que fue fascinante musicalmente, de mucha creatividad”, comentó Gabriela Parodi.
En ese mismo año, Gabriela formó parte de recitales históricos como el Acusticazo, donde compartió escenario con Litto Nebbia, León Gieco, Raúl Porchetto, entre otros; y el Buenos Aires Rock, que está registrado audiovisualmente por Daniel Ripoll, y donde también cantaron Arco Iris, Billy Bond y la pesada, Sui Generis, Pescado Rabioso, Vox Dei. Gabriela fue la única mujer en ese escenario. Es conocida por mucha gente como “la primera cantante del rock nacional”. Título que le costó asumir pero que, con el tiempo, se fue amigando. “Pionera es una palabra muy fuerte, por más de que ya la tengo integrada a mi ser. Para mí pionero es San Martín. En su momento me fue raro el título. Pero bueno, después de todo soy una chica que subió a los escenarios y cantó e hizo música. No hice ninguna proeza. Fue mi momento, me tocó. Y no había otras mujeres en el escenario con quien compartir, lo cual a mí me hubiera encantado. Después vino Carola Cutaia, que grabó su disco. Mi carrera en Argentina fue muy cortita, porque fue de 1970 a 1974. Y después emigré. Ahí vinieron muchas otras mujeres a los escenarios, por supuesto. Estoy reconciliada con el término ‘pionera’”, dijo.
Gabriela contó su experiencia como mujer en los escenarios de esos años. “Algo bueno que tiene la juventud es la inconsciencia. Después nos vamos volviendo más analíticos, más conscientes, y hay cosas que no haríamos. Pero te mentiría si te dijera que fui maltratada, o que me discriminaron. Me sentía como una especie de mascota, lo cual me encantaba. Estaba todo bien, eramos todos amigotes. Con los pibes de Vox Dei, de Orions Beethoven, que quizá los veías en la calle y cruzabas de vereda, y eran chicos que iban a comer ravioles con la abuela el domingo. Hubo un mito que se formó alrededor del machismo y las mujeres en el rock. Hablo por mi experiencia, no sé cómo la habrán pasado las que vinieron después de mí. Pero yo la pasé bárbaro”, recordó.
Recientemente, la cantante presentó su libro “Las mil vidas de Gabriela’”, donde cuenta relatos de su vida. La artista nació en Argentina, donde vivió hasta los 8 años. Su padre era diplomático y, por eso, vivió su infancia en distintos países y continentes: Portugal, Turquía, Irlanda, Brasil. La autora habló acerca de cómo recuerda esa infancia: “Fue como si te hubieran metido en el ciclo de centrifugado de un lavarropas, porque nada paraba. Cuando lograba echar raíces en un lugar y hacer amistades, nos estábamos yendo. Eso no fue lindo. Lo viví como algo doloroso. Después, con el tiempo, porque todo se va acomodando, empecé a sacar provecho de haber tenido esa vida. Porque fue un privilegio haber podido vivir en distintas culturas, haber hecho amigos de diferentes nacionalidades, eso fue apareciendo después en mi música”.
Luego de su partida de Argentina en 1974, su carrera musical continuó. Su segundo disco fue “Ubalé” (1981). Gabriela lo reconoció como un disco importante para ella pero también para el rock, porque fue la primera vez que se unieron los músicos de la costa oeste norteamericana, con los músicos argentinos que vivían en Los Ángeles, como León Gieco, Gustavo Santaolalla, Pino Marrone. “Creo que logré hacer una fusión que tiene mucha emotividad”, dijo.
En 1983, Gabriela sacó su único disco en inglés, “Friendship”, íntegramente grabado en Suecia, que se distribuyó nada más que en los países escandinavos.
Luego vino “Altas Planicies”, que comenzó a grabarlo en Estados Unidos, pero lo concluyó en Argentina, en 1991. Allí compartió con músicos como Pedro Aznar, Juan Carlos “ Mono” Fontana, Dino Saluzzi. “Fue un bálsamo tocar con Dino, porque su bandoneón tiene algo campestre, no es tanguero. Suena a mañanas de campo, con aire fresco. Grabar con él fue un gran triunfo para mí”, contó.
Después vino la trilogía que grabó con el guitarrista norteamericano Bill Frisell, que Gabriela considera ‘uno de los músicos más reconocidos del último medio siglo’. “Con él logré algo que fue muy importante para mí, que fue colaborar. Él me daba la música y yo escribía la letra. Fue algo diferente y un gran aprendizaje. Colaborar y tocar con esos músicos tan grosos, que eran más bien del under, pero muy muy grosos. En ‘Viento Rojo’ que es el segundo disco que hice con él, yo no quería que la música tocara el piso, quería que fuera como una nube que pasa y la ves pasar, y ves su forma pero no la llegas a tocar. Es un disco que no tiene batería. Tenía violín y chelo. Fue para mí muy especial, una experiencia fantástica. Era la primera vez que grababa sin batería, y es otro mambo, porque no hay nada que te traiga a tierra y que te marque el ‘uno’. Amé hacerlo y me interesó mucho la dinámica, los colores. Cuando decidís poner o sacar algo”, dijo la cantante.
En 2007 llegó su último disco, “El viaje” Entre otros reconocimientos, el disco escaló al número 9 de los World Music Charts de Europa.
El nuevo regalo poético y lírico que convida Gabriela no viene en forma de canción. Esta vez, la artista decidió escribir un libro, donde cuenta “anécdotas musicales, viajes y lugares del mundo, y mucha poesía”. Ella no quería que sea solo una biografía, sino que deseaba contar lo que sintió ante esas situaciones que le tocaba vivir. Combinó esas historias y anécdotas con letras de su repertorio. Allí se dio cuenta de que sus letras son, en su mayoría, autobiográficas.
“Nunca pensé que este libro iba a tener tanta repercusión. Siempre pensé en escribir mis memorias, como una especie de novela pero real. Y quizá se vendían unas cuantas copias, pensaba. Y desde que lo presenté no paro de trabajar en la promoción, y estoy teniendo una devolución hermosa de los lectores. Todo el mundo me dice: ‘Me vi reflejado en esto’ o ‘se me escapó un lagrimón’. Todas cosas que para un escritor o un músico son lo que importa. Para mí, la devolución de la gente y los fans que aparecen, que a veces son como amigos íntimos en un momento y después desaparecen y no los ven nunca más, para mi es fascinante. Eso me da la pauta de lo que ocurre con la obra que acabas de hacer”, contó. Y agregó: “Escribir este libro fue liberador. Esta soy yo, acá tienen mi vida, con todos los dolores y la oscuridad que pasé también. Porque además no soy una estrella. Y la gente se enganchó con eso. Porque vieron que yo les cuento como es el lado oscuro de la luna, también. Nosotros vemos la luna, pero no vemos el otro lado, donde hay mucha gente que está peor que nosotros”.
En “Las mil vidas de Gabriela”, cuenta que trabajó en fábricas, realizó diferentes tipos de trabajo en Los Ángeles. Quedó indocumentada y, por ende, estaba en el país como ilegal: “Trabajaba con gente muy pobre y compartíamos todo. La gente pobre lo poco que tiene lo comparte. Eso para mí fue un gran aprendizaje, porque no elegimos dónde nacemos, pero en la clase trabajadora hay una solidaridad que no tenemos quienes somos de clase media. Eso me ayudó a entender mejor el mundo. A tener más empatía. Me ayudó a miles de cosas, humanamente hablando”, recordó.
La cantante y escritora habló de su actualidad musical y se refirió a las nuevas tecnologías en cuanto a la difusión de la música. “Ahora estoy muy entusiasmada. No planeando otro disco, porque ahora podes subir de a canciones. Lo cual es mucho menos pesado, al menos para mí. Digo ‘termino este tema y lo subo’. No tengo la presión de tener una discográfica esperándome, ni tener que hacer 10 temas porque te lo piden. Se van a venir cosas nuevas. Estuve muy encerrada por problemas de salud. Por eso me alejé un tiempo de la música, porque cantar lleva mucha energía física. Y enfermo no lo podes hacer, no sale la gloria de lo que es la voz humana cantando. Ahora estoy mejor y pude contar mi historia en este libro, donde también figura la historia de esta enfermedad que tuve y que de alguna manera tengo, pero que no es terminal. Ahora voy a volver a grabar, y a agarrar mi guitarra. En verdad ya lo estoy haciendo. Cuando pase toda esta furia de la prensa del libro, tengo muchas ideas frescas y mucho material que no entró en los discos. No porque sea malo, sino porque no pegaba con el mensaje del disco. Entonces, tengo cosas viejas que tengo ganas de volver a repasar y traerlas a la actualidad, porque sé que son buenas. Hay algunas joyitas que creo que le van a tocar el alma a algunas personas”, concluyó la artista.