Los periodistas Mariano «Lalo» Ugarte y Sergio Sánchez se propusieron la desmesurada tarea de poner en palabras la profusa, diversa y personalísima trayectoria artística, personal y política de Gabo Ferro que se devela en todas esas dimensiones en el reciente libro Un tornado dulce, editado por Marea Editorial.
A cuatro manos y sumando además a eventuales acompañantes de las travesías y al entorno social en el que el creador dejó una huella y no pocas ideas en la cultura nacional, se conforma una ruta de tinta y papel que complementa su título con la certera sentencia “Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro”.
“Decidimos incluir ese ambiente que trasciende a la obra y a Gabo pero que después resultan fundamentales para su hacer porque él todo el tiempo estaba en tensión con eso. Su obra es mostrar la crisis permanente con el contexto problematizando esas cuestiones y si hubiésemos hecho una descripción de su obra sola, me parece que estaríamos hablando de otro libro”, señala Ugarte en charla con De Coplas y Viajeros.
En otra de las ventanas del zoom, Sánchez complementa la idea de su compañero sumando potencias: “Gabo siempre tenía como la pregunta adelante, viendo el problema ahí, qué estaba pasando en la época y con las antenas bien paradas y por eso definía a la canción como un problema y no como entretenimiento y les decía a sus contemporáneos: ‘rompan con sus voces, rompan con sus guitarras, incomoden, sean independientes’”.
El cuantioso ejemplar de más de 300 páginas se despliega en nueve capítulos (Entre la bosta y la purpurina, de 1983 a 1991; La búsqueda del amor y la manifestación del desprecio, de 1992 a 1998; El silencio y el mito, de 1999 a 2004; De oficio, cantautor, de 2005 a 2007; Partir y sumergirse, de 2008 a 2009; Entre monstruos, de 2010 a 2012; Entre cuerpos, de 2013 a 2015; El reconocimiento y la resistencia, de 2016 a 2017; y Entre redes, la peste y el adiós, de 2018 a 2020) donde se traza el abrumador andar del músico, historiador, actor, poeta y performer fallecido a los 54 años en tiempos de la pandemia de Covid-19.
Para conseguir abrazar ese devenir, Ugarte y Sánchez quienes de alguna manera se ligaron a partir de Ferro (con Sergio yendo a cubrir –fundamentalmente para Página/12- los ciclos coordinados por «Lalo» para el Área de Música del porteño Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini en el que el trovador era figura recurrente), entrevistaron a más de 60 personas que compartieron tramos de ese andar tumultuoso y creativo.
La imponente nómina que de acuerdo al listado que por orden alfabético se aprecia hacia el final del texto, la integran: Sergio Álvarez, Lisandro Aristimuño, Mario Breuer, Diego Boris, Félix Bunge, Rosa Castagna, Sergio Chotsourian, Karina Cohen, Juan Carlos David, Jorge Dubatti, Agustín Durañona, Silvio Fariña, Emilio García Wehbi, Conrado Geiger, Abel Gilbert, Pablo Grinjot, Edgardo González, Seedy González Paz, Hernán, Guillermo Huergo, Virginia Innocenti, Walter Jakob, Luciana Jury, Pata Kramer, Claudio Lafalce, Pablo Lago, Silvio Lang, Flopa Lestani, Pepo Limeres, Alejandra López, Agnese Lozupone, Pablo Lugones, Dante Martínez, Andrés Mayo, Ariel Minimal, Christian Montenegro, Lucas Nine, Fernando Noy, Pablo Oliva, Gonzalo «Gonchi» Palencia, Nicolás Pauls, Jessica Pinkus, Alejandro Pugliese, Pablo Ramos, Natalia Rizzo, Florencia Ruiz, Gustavo Marra, Mosquito Sancineto, Haydée Schvartz, Marcia Schvartz, Carlos Sidoni, Diego Skliar, Rubén Szuchmacher, Juan Carlos Tolosa, Víctor Torres, Carlos Trunsky, Gabriel Valverde, Ral Varoni, Laura Varsky, Liliana Vitale y Lito Vitale
Para poder abarcar los mundos de Gabo y ponerlos en diálogo con personalidades contemporáneas que acompañaron tramos de ese caminar donde el único lazo visible es la presencia y el impulso del propio mentor, se necesitó de la prestancia y el conocimiento de quienes encararon la epopeya de perfilar a esta suerte de versión actual de una figura renacentista capaz de vincular artes y pensamientos y pasarlos a través de su propio cuerpo.
Ugarte (Buenos Aires, 1978) es, además de su citada labor en el CCC de Buenos Aires, licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), autor de los libros Antes del Rojas, ¿qué?, Emergencia. Cultura, música y política y Del Centenario al Bicentenario. Sonidos, tensiones y genealogía de la música argentina y productor de los discos Por Algo Será. Música x Derechos Humanos y Se trata de Nosotras.
En su propio texto introductorio al que tituló Como un joven dios, «Lalo» apunta: “Aunque tiene un listado numeroso de obras, Gabo Ferro no es la suma de discos, libros ni performances. No. La obra de Ferro es un viaje a las profundidades, hacia adentro, desde los márgenes hacia el interior de las subjetividades. Leí por ahí que se lo comparaba con un caudaloso río y que el que no había ingresado a su mundo, seguía admirando cauteloso desde la seguridad de la costa. El que se animaba e ingresaba terminaba arrastrado irremediablemente. Me encanta lo acertado de la comparación. Arrastrado, hundido, flotante, mojado”.
Sánchez (Lomas de Zamora, 1986) es licenciado en Periodismo (UNLZ) y especialista en música popular argentina y latinoamericana, una pericia que -como se escribió más arriba- reafirma casi a diario en el periódico Página/12, que antes paseó por radio y otros medios nacionales y que en el presente también ejerce en Agencia Tierra Viva y en este mismo portal.
Al momento de poner en primera persona las motivaciones que lo empujaron a esta labor en torno a quien define como el cultor de una “Estética de la provocación”, escribe: “Gabo era visceral y honesto con sus palabras, a veces inconveniente o políticamente incorrecto. Era un provocador, pero no en el sentido de buscar una reacción banal, efectista o inmediata en el otro, sino que tenía la intención de sacudir el pensamiento y poner en discusión el discurso dominante. Es decir, Gabo tenía la ambición de todo intelectual: expandir el significado y el sentido. La provocación como estética y estrategia discursiva”.
También en el prólogo, el historiador y escritor Sergio Pujol puntualiza: “En torno a su voz caudalosa y penetrante, Gabo desplegó una constelación de acciones artísticas: autoría, composición, escritura y performance a través de la música. También abordó la investigación histórica desde la bizarra temática de antiguos vampiros nacionales, allí donde dos de sus obsesiones, la sangre y los monstruos, corrían enigmáticamente, acaso preanunciando futuras pasiones por fuera de la norma. Con este y otros temas –el amor, siempre presente, polimorfo y cautivante–, Gabo fue creando un mundo poético único y diverso al mismo tiempo”.
Una incompleta caracterización del personaje que con su temprana muerte, el 8 de octubre de 2020, desató la realización de esta investigación, puede incluirse su paso como voz cantante de la banda hardcore Porco promediando los ’90, su formación como historiador y su regreso a la música desde 2005 con el disco Canciones que un hombre no debería cantar, primero de otros nueve que firmó en solitario, entre ellos, La primera noche del fantasma, El lapsus del jinete ciego, Boca arriba y La aguja tras la máscara.
Pero, además, compartió grabaciones con Flopa Lestani y Ral Varoni, con Pablo Ramos, con Luciana Jury, con Juan Carlos Tolosa y con Sergio Ch desde donde construyó un discurso capaz de romper toda casilla y ser, a un mismo tiempo, bello, incómodo, subyugante, hermético, hondo y explícito.
En materia literaria y ensayística publicó el poemario Recetario panorámico elemental fantástico & neumático y los ensayos Barbarie y Civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas, Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino y 200 años de monstruos y maravillas argentinas, por citar algunos volúmenes.
Más allá del rock y la canción, participó junto a Haydée Schvartz en la puesta de Four Walls, de John Cage; protagonizó la ópera Ese grito es todavía un grito de amor, sobre textos de Roland Barthes con música y libreto de Gabriel Valverde, dirección musical de Juan Carlos Tolosa y regie de Rubén Szuchmacher, y junto a Emilio García Wehbi, Artaud: lengua madre; y también en clave performática protagonizó Diabólico. La partitura y el mapa compuesta junto con Pablo Lugones, Derivas de La Tempestad y la ópera contemporánea El astrólogo, con música y libreto de Abel Gilbert y dirección de Walter Jakob.
La espesura de los territorios que trajinó Gabo Ferro obligó a que la dupla Sánchez-Ugarte debiera estar a la altura del desafío que, ya alcanzado, será celebrado el miércoles 28 de agosto desde las 19 en el Cultural Morán (Pedro Morán 2147) donde más que una presentación propondrá un “encuentro de amigos” del que tomarán parte los autores junto a Gilbert, Juri, Ramos e Innocenti.
– Sobre la personalidad de Gabo hay algo que aparece recurrentemente en las voces que recogieron y es esa voluntad de juntarse con otras personas pero, a la vez, de tener muy predeterminada la idea de lo que quería hacer…
– Ugarte: Tal cual. Yo siempre remarco algo que nos dice en una entrevista Abel Gilbert acerca de que Gabo era básica o fundamentalmente un intelectual lo cual lo pone en un lugar particular de comprender que toda su obra está conceptualizada. Entonces adónde iba llevaba su idea aunque se juntara con personajes de enorme peso y trayectoria porque entraba en todos los territorios con un profesionalismo y una solvencia sorprendentes.
– Sánchez: Gabo tenía una capacidad para trabajar con mucho compromiso y poner la atención y entregar la mejor obra que se pudiera hacer, pero una vez puesta la energía en eso, después pasaba página y seguía para otros lados.
– Sin caer en psicología barata ¿puede pensarse que ese nivel de entrega y urgencia habrá tenido con ver con su propia sensación acerca de que tenía poco tiempo por delante?
– Ugarte: La verdad es que no llegamos a ninguna conclusión y no tenemos ninguna prueba real, pero si comparás los niveles de producción de 2013 o 2014 en relación a los últimos dos años podría pensarse que al menos metafísicamente pareciera haberlo sabido.
– Sánchez: Yo siento que fue perfilando la necesidad de generar un registro documental, un registro presente, un registro urgente de sus obras. Cada vez lo tenía más claro porque sentía también que la verdad o lo importante estaba en el vivo, en el Gabo cuerpo porque en el cuerpo significante aparece su verdad y él lo sabía. En ese sentido, los discos eran como excusas para poder decir algo y poder presentarse en vivo y llevarlo por ahí. Por otro lado siento que él tenía una intuición, no sé si divina o como lo quieras llamar, que su paso por esta vida iba a ser breve o más breve de lo que uno espera.
– Tratándose de una figura única de la cultura argentina ¿Cómo creen que puede ser recogido el legado de Gabo Ferro?
– U: Yo creo que se lo va a rescatar pero como una ausencia porque sus canciones no pueden ser interpretadas como Gabo las interpretó. El hecho de que su fuerte fuera el vivo y que sea muy difícil de cantarlo también lo limita aunque mucha de su obra perdure por su propio peso.
– S: Gabo trabajaba para la canción propia interpretada por él, pasada por su cuerpo. Pero si en materia de repertorio aparece esa suerte de limitación, a la vez es un gran disparador para pensar cuestiones sobre la idea de la ética del trabajo, la idea de la independencia, la idea de la autogestión, el no negociar con la industria o saber hasta dónde hacerlo. Por ese lado me parece que su camino y este libro pueden servir como guía o como inspiración para decir «ah, qué interesante, se puede ser absolutamente libre y aún así tener una voz propia y construir un público».
– ¿Sienten que a esa imponente galería de voces le faltó alguien que también ayudara a completar ese cuadro tan abrumador, tan excesivo?
-U: Palo Pandolfo sin duda, que era el segundo de la lista de excel que me hice al momento de empezar a pensar en el libro. Hablé con él un jueves y quedamos para el martes próximo, se copó enseguida y me dijo «tengo muchas cosas que decirte de Gabito», pero se murió en esos días.
– S: Creo que Palo es un gran ausente por su propia potencia, por la experiencia compartida en tiempos de Verbonautas, porque era una máquina de pensar y porque con Gabo y Rosario (Bléfari) habitaban un mismo planeta.