“Queridxs, son muchos ya los mensajes preguntando por qué no les estoy cantando y la mayoría son tan amorosos que conmueven. En honor a ese cariño es que les cuento esto tan personal”, publicaba el músico, poeta e historiador Gabo Ferro en su cuenta de Instagram el 26 de mayo de 2020. Allí narraba algunas dolencias derivadas por una operación para extraerle un tercer molar no expuesto. El dolor le impedía cantar, aquello que tanto amaba y lo mantenía conectado a sus seguidores durante la pandemia.
Pocos meses después, el 8 de octubre, la noticia de su inesperada muerte a los 54 años dejó desolados a sus seguidores, que supieron ser fieles y apasionados al igual que su arte. En el medio, su último disco, Su reflejo es el lobo del hombre (2019), era nominado al Premio Gardel y parecía empezar a recibir el reconocimiento que tanto merecía, que la crítica especializada ya otorgaba a su obra y que él nunca persiguió.
Gabo, quien en palabras de Mariana Enriquez “cantaba como un joven dios”, dejó una vasta obra de discos solistas, poemarios y dos libros sobre historia (se recibió con honores de Historiador luego de abandonar en pleno show su banda hardcore Porco). También supo destacarse como actor e intérprete de ópera. Dejó cientos de canciones y memorias hechas carne, piel y sentimiento.
Su obra forjó críticas a lo establecido, las estructuras binarias y heteropatriarcales –no por nada fue un emblema queer– sin necesidad de subrayados. Casualidad o no, en los últimos meses se publicaron y reeditaron libros que permiten, tanto a un público fanático como advenedizos, acercarse a su vida y obra.
La fruta que disfruto
Nueve años después de su primera edición, se reeditó el Recetario Panorámico Elemental, Fantástico & Neumático, uno de los libros más peculiares de Gabo. Aquí se reúnen 182 poemas breves en forma de receta que, como se explica en la introducción “son pasos de un camino para llegar a un fin que puede ser un plato de comida, un perfume o un hechizo”.
Estos textos de notable belleza dialogan con los tópicos recurrentes en su lírica (la animalidad, la pasión, el misterio y cierto humor muy particular). “Han tapado sus ojos los candados y hemos quedado afuera, a la intemperie, en soledad, en el umbral perfecto, en libertad, silencio”, se lee en una de las últimas.
Celia Coido es gestora cultural especializada en música y literatura, docente universitaria, responsable del espacio Librería Rayos y truenos y del sello discográfico y editorial Costurera carpintero que fundaron junto a Gabo Ferro, con quien trabajó desde 2007 en la gestión, producción y comunicación de sus proyectos.
El proceso de reedición del libro fue “conmovedor y reparador. Desde la muerte física de Gabo pasaron poco más de tres años hasta que estuvieron dadas las condiciones para que volver a editarlo y en ese mientras tanto no pasó una semana sin que alguien escribiera amorosamente preguntando por el Recetario”, cuenta Coido.
También estuvo a cargo de la edición en formato libro de Loca, el último disco de Gabo, que incluye versiones de tangos interpretados por mujeres. Un proyecto coherente con su intención de romper binarismos: reinterpreta tangos que fueron cantados por mujeres vestidas de varón en los años veinte.
El libro contiene las letras de las canciones, dos entrevistas a Gabo, un texto a cargo de Edgardo González –guitarrista que lo acompaña en estas reversiones– y una introducción de Coido. Ella cuenta que allí “confluyen sus matices, dimensiones y preocupaciones. Se trabajó con esa dinámica, constelando, conversando, desovillando; en primer lugar, con Edgardo González, y luego con Ivana Romero, Laura Varsky, Alejandra López, Johanna Sporn, Dante Martínez, Alejandro Pugliese y Laura Gómez”.
Soy todo lo que recuerdo
“Y yo me iré, Como el humo al aire, que no podrá volver, Me haré un tornado dulce, un perfume, una piel. Seré mi propio padre y así voy a aprender, Que irse es volver a volver”, cantaba Gabo Ferro en “Volver a volver”, de su disco La aguja tras la máscara (2011). La estrofa pinta la esencia del propio artista y les sirvió también a los periodistas Lalo Ugarte y Sergio Sánchez para titular Un tornado dulce, biografía sobre Ferro, editada por Marea.
En 328 páginas, los autores recorren desde su infancia hasta su época hardcore pasando por sus primeros discos solistas, su paso por el grupo de poesía Verbonautas junto a Palo Pandolfo y Hernán, entre otros, su rol como actor y sus proyectos colaborativos que lo llevaron a grabar discos con artistas como Sergio CH, Flopa, Luciana Jury y el escritor Pablo Ramos, con quien compuso un disco (El hambre y las ganas de comer, 2010).
“El libro se me ocurrió el mismo día de la muerte de Gabo”, revela Ugarte a Ñ. Ahí nomás lo llama a Sánchez y deciden empezar en plena pandemia. “Hice una planilla de Excel con toda su obra, que era monstruosa, cuestiones que no sabía ni que existían: teatro, performance, poesía, sus laburos como historiador. ¿Cómo encarar esa obra tan frondosa? Tuvimos que hacerlo cronológicamente”, explica.
Decidieron no profundizar tanto en su intimidad. Sánchez amplía al respecto para Ñ: “La obra termina hablando también de sus inquietudes personales, sus valores, su recorrido, su biografía, su familia. Están íntimamente ligadas la vida y la obra”. Ugarte suma: “Por ejemplo, el disco Amar, temer, partir (2008) surge de una ruptura amorosa. Entonces algo aparece. Pero no queríamos centrarnos en eso. Nos hicieron una entrevista y uno me comenta: menos mal que no hicieron la biografía del Freddy Mercury argentino. Ni se nos había ocurrido entrar en el aspecto personal ni en su homosexualidad”, detalla.
Sánchez, quien entrevistó a Ferro ocho veces, cuenta que “el ensamblaje de nuestras escrituras se dio de manera bastante natural”. El libro les llevó casi cuatro años de trabajo y llegó a tener una primera versión de más de quinientas páginas. “Si bien nos permitimos cierto vuelo al escribir, el registro es como si fuera un perfil largo, tratando de tomar distancia”, amplía.
También señala que hubo lugar para la emoción: “Tiene una carga emotiva por los testimonios sobre todo, las personas que lo conocieron a Gabo. Reúne las cuatro cosas que tiene que tener una biografía: el contexto, la información, el análisis y la emoción. Las tres primeras la planificamos y la emoción sucedió”. Ugarte coincide: “Nunca pude escribir sin estar emocionado. Lo planteo como una escritura de ojos húmedos”.
Hada narcotizada
Otro de los libros que se publicó recientemente en alusión a Gabo Ferro es El hambre y el Arcángel, último título de Pablo Ramos. Aquí el autor de La ley de la ferocidad se destapa con uno de sus libros más personales. Es, al mismo tiempo, una carta de amor a un amigo que ya no está, y el muestrario de un proceso creativo que se dio de manera única: él, en Berlín, Gabo, en Buenos Aires, crearon El hambre y las ganas de comer (2010).
Ramos comparte de manera generosa los mails que se enviaban en donde este le compartía a Gabo trozos de letras, poemas, retazos de melodías que Gabo musicalizaba o retocaba. El resultado: catorce canciones (una no entró en el disco y aquí se explica el por qué) que implosionan sus similitudes y enriquecen sus diferencias.
Ramos sintetiza el espíritu de este texto a la distancia, vía WhatsApp desde la Patagonia: “Es como reflexionar con Gabo enfrente sobre lo que hicimos y sobre cómo se hace lo que hicimos. Al menos, cómo yo llego a una letra o a un hecho literario guiado exclusivamente por la motivación”, devela.
El componente de los mails, incluidos en el repaso canción por canción de cómo se fue gestando el disco, aportan frescura e intimidad. Una suerte de componente epistolar de la era digital. Ramos cuenta que “cerca de terminar la carta no entendía que pudiera ser un libro. Me di cuenta después junto a mi editora, Julieta Obedman, que yo dirigía la escritura a los otros, no sólo a Gabriel sino a esos otros que son mis lectores. Ahí pensé en los mails. Y encontré una estructura y un orden mejor: el orden en que los temas fueron hechos”.
Detenido y andando
Sus canciones, entrevistas, libros, su poesía, sus actuaciones, sus videos en YouTube; partes de un todo que conforman el mosaico de un artista genial. Un ensamblaje muy particular que se nutre del tango, el folklore, la canción del Río de la Plata, el movimiento queer, la historiografía y el under de los ochentas. Andando siempre los caminos de la autogestión, Ferro supo construir una trascendencia magnética y amorosa que tan sólo guardó en un cofre sin llave disponible para quien guste abrirlo.
¿Cómo se lo recordará? ¿Qué lugar ocupa en la cultura argentina? Lalo Ugarte cree que se lo reivindicará: “El futuro lo va a rescatar desde otro lugar, lo va a descubrir. Espero que lo descubra porque dentro de la cultura argentina es un artista popular que habló como nadie de los 2000 al 2010. Ojalá nuestro libro sea, como decía Gabo, una herramienta política que lucha contra la desmemoria”.
Sánchez lo describe como “un artista muy particular, con una voz propia. Se corría de lo ordinario. Era una figura importante dentro de la cultura argentina y creo que se va a seguir expandiendo, se va a seguir conociendo y vamos a seguir pensándolo. No va a quedar su obra escondida en un cajón. Hay mucho para indagar”. Ramos cree que “ocupa un lugar marginal e importante, porque estar adentro es dar asco y él siempre fue consecuente”.
Coido opina que “Gabo, como artista y pensador, está en permanente entrega y disponibilidad para ser encontrado, para iniciar o continuar la conversación. No sólo por lo monumental, complejo y pleno de detalle que es su legado, sino como potencia. Es potencia y también potencial, porque no está dicho lo que dirá su decir”. Sintetiza: “Intentar definir un lugar para Gabo es, de manera inexorable, reducir. Felizmente, hoy como ayer, Gabo sigue siendo indomesticable”.
PC