Qién no ha escrito o dicho alguna vez algo sobre el amor. Algo simple como el nombre del amado, una carta a un hermano, versos al terruño o la más extensa de las tesis. Se ha dicho mucho, pero eso a Gabo Ferro no le importó, sino más bien lo sedujo. Es que así encontró un “problema”, lo desglosó, lo transformó en arte y ahora está listo para mostrarlo: se trata de Mañana no debe seguir siendo esto (Azione Artigianale), su tercer disco solista, dedicado exclusivamente al amor, que presentará este viernes en La Trastienda.
Si bien en sus discos anteriores ya se preguntaba si Están dopados los enamorados, o aseveraba que El amor no se hace, esta obra toda está pensada desde el Romanticismo francés del siglo XIX. Hasta allí se fue Gabo para importar el elenco romántico y desde allí se trajo en canciones la luna, la noche, la naturaleza, el cielo, las bestias y las emociones. Fue la manera que eligió esta vez para “decir lo que no se dice, problematizar, cuando lo que prima es un modo bobo de tratar al amor, eso de te amo y me amas, tan común en el mercado”, explica.
Pero antes de que sus tres cds de aire folk viesen la luz, este metódico compositor al que la crítica catalogó como el heredero natural del Miguel Abuelo íntimo, folclórico, también tuvo su “problemática” historia con la música, de la que huyó una noche creyendo que sería para siempre. Hace diez años, mientras cantaba en una sala del Hotel Bauen al frente de su banda de rock duro Porco se quedó literalmente sin voz, dejó el micrófono en el suelo y se fue caminando hasta su casa, sin decir nada. Al otro día comenzó a estudiar Historia en la Universidad de Buenos Aires.
Cuando rememora, Gabo explica que confundió “la música con la industria musical”, que “no la veía para nada clara” y se retiró. Fueron siete años de silencio: sin canto, sin composiciones, sin escuchar, sólo estudiar, leer, “de lunes a lunes”. Llegó la graduación y la post, con un doctorado y una maestría, de la cual salió la tesis “ Barbarie y Civilización: sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835-1852)”, que recibió la mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes y que será editada el año que viene por Marea Editorial.
Pero como se fue, también volvió. De golpe, una tarde. Mientras estaba en un congreso de Historia, se encontró con unos “amigos de la música”, entre ellos Ariel Minimal (Pez; ex Fabulosos Cadillas), y la mirada se posó nuevamente en ella. En menos de dos semanas saldría el puñado de Canciones que un Hombre no debería cantar (2005), un disco de rock hermoso y sensible, antesala del más ambicioso Todo lo sólido se desvanece en el aire (2006), que desembarcó con la intención de dar batalla por la palabra y cuyo gesto insignia fue una tapa sin imágenes, con un escrito en el que Gabo atacaba las leyes del mercado y sentenciaba: “Que no se confunda lo fundamental con lo accesorio. Un disco son canciones, un disco es música. Lo demás es agua que se evapora en el aire.
”Dulces, inteligentes, lacerantes y llenas de humor son las canciones que hacen que sus discos, editados de manera independiente, agoten tiradas (una, dos, tres y más…), lo lleven en extensas giras por el exterior y capten la atención de las discográficas locales con las que, sin embargo, no llegan a acuerdos. Esta vez, el muchacho de Mataderos no está dispuesto a ceder el control de su obra, inclusive –como afirma - bajo amenazas.
Pero Gabo sigue creando, tratando que “cada instrumento diga en su lenguaje lo que dicen las letras”. Como fue la intención en Mañana no debe…. , donde el piano de Bruno Delucchi, el violín de Diego Moller, la percusión de Rogelio Jara, el contrabajo de Diego Goldszein y la guitarra de Claudio Lafalce llegan y suenan desde el amor más romántico. Como se entrega el personaje del tema El cuadro de mi daño, con “la felicidad de haber dejado un despojo, aunque muera por ello”.
Con una novela en stand by, cercano a firmar contrato con una discográfica del exterior (“que entienden y me dejan trabajar”) para editar y distribuir sus discos afuera, con el proyecto en camino de grabar junto a Litto Nebbia, Emilio del Guercio, Roque Narvaja, Flopa y Ariel Minimal, Gabo vuelve para cantarle “al amor y todas sus manifestaciones posibles” y para demostrarlo, en Sobre el camino, escribe: “Un animal extraño se ha detenido. Casi al abandonarte, al decidirlo, el animal se muere sobre el camino. Qué extraña es la frontera entre lo ido y lo vivo. Como algunos que muy muertos parecen estar muy vivos. Somos tres en la vida, lo muerto, yo y el camino.”