Dicen que el secreto de una buena receta son sus ingredientes; cuando la materia prima es buena, lo que resta es ensamblar –con virtud o con paciencia- las piezas: satisfacción garantizada. Malele Penchansky, periodista de larga trayectoria, eligió para su primera incursión en la comida literaria una serie de ingredientes difíciles de rechazar. Una base de literatura y gastronomía sazonada con algo de erotismo y un culis musical.
A cada historia corresponde, entonces, un plato – o quizás sea al revés: cada plato tiene una historia detrás-, y la curiosidad se mezcla con el apetito, para que el lector descubra una inquietud, una necesidad nueva, más fuerte que las anteriores: un hambre literaria.
En Historias de sobremesa, Penchasky recorrió una huella marcada por el paso de varios y resonantes autores a lo largo de siglos: el de juntar los placeres terrenales en una sola obra, donde la imaginación del lector, llevada de la mano de la prosa, intenta suplir los cinco sentidos.
A mitad de camino entre la Afrodita de Isabel Allende y el Decamerón de Bocaccio, la autora se nutre de la excusa de las sobremesas para desplegar un póquer de anécdotas que llevan una a la otra y todas a un plato.
Al final de cada capítulo, Penchasky se encarga de receta en detalle su preparación. Así, el lector recorre mesas y vidas a lo largo del mundo y la historia, desde la antigua Grecia –jabalí con salsa de frambuesas- hasta el litoral del Paraná –empanadas de manduré.
Como en una sobremesa, nunca falta aquel que interrumpe el relato para meter bocado. En este caso, son las anotaciones al texto que hizo el también periodista Esteban Fenue de Colombi. Y como siempre en estos casos, esas interrupciones a veces son certeras y, a veces, redundantes. Las notas de Fenue de Colombi van desde el dato revelador hasta el chiste fácil y, aunque por momentos su abundancia entorpece la lectura, son un complemento interesante para las fábulas que Penchadky despliega con la panza llena.
Historias de sobremesa, en ese sentido, se parece bastante a un plato recargado, si uno es partidario de la economía de recursos, quizás pase. Si es glotón, se trata del libro ideal. Será cuestión de probar.