Marea Editorial

¿Fascismo? Ni ahí

Las tácticas y estrategias de la derecha extrema, analizadas por el sociólogo Ariel Goldstein Por Jorge Pinedo

Condición metodológica de rigor en las ciencias sociales, la confección de un inventario resulta la herramienta básica para la construcción de una memoria, sobre la cual se traza un primer orden al emprender la investigación. La periodización resulta una herramienta acorde a tal sistemática, ya sea a fin de construir la más simple línea de tiempo, tanto como en el despliegue conceptual correspondiente. Para definir la “cuarta ola” de las políticas de derecha, el sociólogo y politólogo Ariel Goldstein (Buenos Aires, 1987) se basa en este criterio al desarrollar las características comunicacionales, liderazgos, prácticas y parámetros ideológicos de esta nueva era en aparente expansión a lo largo y lo ancho del orbe, particularmente en la Argentina con el acceso de Javier Milei al poder.

En los últimos cien años, la primera ola corresponde a la de los fascismos europeos surgidos a partir de 1920 y hasta alrededor de 1950, Segunda Guerra Mundial de por medio. La segunda ola se registra como contrapartida de la Revolución Cubana (iniciada en 1953, triunfante en diciembre de 1958), y la Guerra Fría, con la hipótesis del enemigo interno, la Doctrina de Seguridad Nacional y las dictaduras prevalecientes hasta mediados de los años '80. La tercera ola corresponde a los “populismos de derecha” de Menem, Fujimori y Collor de Melo, en el contexto de la caída del Muro de Berlín y las reformas estructurales del Consenso de Washington. La cuarta y actual ola corresponde al avance de las derechas extremas, impulsadas a partir de las conexiones globales a través de las redes antisociales (Buenos Aires, 1987) en las 168 páginas de La cuarta ola: líderes, fanáticos y oportunistas en la nueva era de la extrema derecha.

Académico, investigador, el autor se ha destacado en la pesquisa de tales movimientos políticos, así como en su asociación con sectores religiosos y el capitalismo hegemónico. Interesa en especial la anterior periodización al hacer observable cómo, a partir del fascismo inicial, en cada momento histórico sucesivo se agregan características coyunturales y locales particulares mientras se diluyen o mutan otras. Circunstancia que por cierto dificulta clasificar con aquellas categorías iniciales los ordenamientos posteriores y, menos, los actuales. Que emerjan algunos rasgos parciales, por tanto, de modo alguno significa que hegemonicen el conjunto del modelo: la historia nunca se repite ni como tragedia ni como farsa; por más que se le asemejen, generan una idiosincracia propia.

Entre tales particularidades, la expansión de las derechas radicales se caracteriza por la conquista de un público mediante la captación a través de las redes cibernéticas, posibilitadoras del espejismo comunicacional colectivo, cuando en rigor se limitan a distribuir información sesgada que aplasta el debate y contamina todo intercambio racional. Privilegio de lo individual y consiguiente aislamiento, fertiliza la creencia al canalizar el malestar propio del capitalismo salvaje hacia otros sectores sociales, reales o imaginados, “rompiendo la solidaridad colectiva, comunitaria, y agrupando a partir del sentimiento de odio”. Tácticas proclives “al crecimiento de alternativas mesiánicas y autoritarias que prometen resolver las crisis de forma refundacional”. En consecuencia, las derechas radicales aplican “la noción de ‘libertad’ y la lucha contra el ‘comunismo’ para justificar su autoritarismo de afinidad religiosa”. Principal teoría conspirativa, “brinda a estos grupos la posibilidad de unificarse en torno al peligro común, a la vez que asusta a la población sobre cualquier alternativa progresista”.

A este respecto, Goldstein sitúa dos fuente ideológicas en su avance sobre América Latina: el partido Vox español y el republicano de los Estados Unidos en su versión trumpista, en alianza con las corporaciones económicas y mediáticas globales, beneficiadas por su acceso al poder que, de paso, logra desplazar a la derecha tradicional. Bajo un régimen de promoción “antisistema”, se avanza en la consolidación perversa de “los aspectos más regresivos del propio sistema”. En el despliegue de tales mecanismos, el autor analiza los vínculos en redes internacionales, el rol de las religiones, las teorías conspirativas, el lugar de los micro-emprendedores políticos (los influencers), hasta llegar al accionar de las derechas extremas en diferentes escenarios latinoamericanos.

Tan audaz como interesante resulta la tipología psicológica radiografiada por Goldstein respecto a la dirigencia de estos grupos. Ejemplifica mediante una serie compuesta por Hitler, Milei, Villarruel, Bolsonaro y Trump, coincidente en el “fanatismo, oportunismo y una visión religiosa de la política vinculada con el mesianismo”. Destaca cómo en sus respectivas biografías personales, en distinto grado, frustración y venganza se combinan en el intento de “revertir esa situación trágica y de aislamiento en la que se encuentra y vengarse de sus enemigos, reales o imaginarios”, y de tal modo “obtener una compensación en la aclamación de las masas”. Espontánea o impostada, la “incorrección política” opera al modo de una fractura conectada a “la frustración de una parte de la sociedad frente a la falta de respuesta de la dirigencia tradicional”, legitimando “prejuicios y ataques al enemigo que existían previamente a su aparición en el centro de la escena”. Posición naturalizada sin escrúpulo alguno desde el mesianismo y la megalomanía mediante el anclaje religioso en la “misión divina”. La autopercepción de Milei como representante de “las fuerzas del cielo” materializa esa posición.

En otro nivel, señala el autor, aquellos rasgos convocan a “nuevos advenedizos” seducidos “por en nuevo liderazgo y también por sus posibilidades de crecer en la carrera política”, ya sea desde fuera de la misma o figuras residuales de los partidos tradicionales. Resultan “arribistas sin principios éticos ni morales, sin trayectoria ni conocimiento de las complejidades de la función pública”. En la base cunde un “público joven y despolitizado” conectado “a través del lenguaje de las celebrities que prolifera en las redes sociales”. Nueva forma de la “manipulación política de masas”, da espacio a “ilusionistas y charlatanes disfrazados de expertos”, “predicadores de recetas”, a la sazón “entrelazados con el entramado de fundaciones del nacionalismo religioso”. Con profusa información proveniente de análisis académicos y periodísticos, Goldstein expone los casos de Agustín Laje en la Argentina, Axel Kaiser en Chile, André Valdâo en Brasil y Alex Jones en los Estados Unidos, entre otros.

En relación a la “hibridación religiosa conservadora”, marca la combinación “del judaísmo ortodoxo, el catolicismo y el evangelismo” bajo el argumento rector de la “defensa de la familia”, unánime en los ascensos políticos vigentes en Brasil, Israel, Polonia, Hungría, Estados Unidos, India e Italia, además de la Argentina, desde ya. Tras desarrollar cómo se han producidos estos procesos en las distintas regiones, el autor releva en forma pormenorizada la construcción de una “internacional reaccionaria”, rejunte de libertarios, conservadores y “patriotas”, sus congresos, sociedades, liderazgos y organizaciones.

A modo de paradigma  extensivo a las prácticas de las derechas extremas en diversas latitudes, Goldstein despliega un panorama prolíficamente informado del golpe de Estado a Pedro Castillo en diciembre de 2022 en Perú. Como en el conjunto de los países referidos, un completo panorama político de los eventos es relevado mediante entrevistas personales, documentos oficiales, papers académicos, notas periodísticas y publicaciones especializadas. Prolija investigación que ocupa todos los aspectos presentes en La cuarta ola, reconstruye el “ecosistema jerárquico de comunicación que conecta a las dirigencias políticas, periodistas de medios dominantes y microemprendedores”. Colectivo responsable de alentar “la radicalización mediante la difusión de teorías conspirativas mientras los dirigentes pueden presentarse más moderados frente al sistema establecido y los periodistas ejercen una mediación entre ambas esferas”.

Dentro de esta operativa generalizada, Ariel Goldstein propone regular las redes sociales contra aquellas teorías y noticias falsas; construir un instrumento político opositor dotado de un proyecto concreto, líder carismático y bases populares. Una fuerza capaz de enfrentar los poderes corporativos frente a la debilidad del campo laboral, incluyendo la denuncia de la manipulación ideológica, las crecientes formas violentas de apropiación y desposesión. Recalca la función determinante de las ciencias sociales, en especial respecto al esclarecimiento del accionar de la “mediosfera”, generadora de una “disonancia cognitiva colectiva”. Prácticas tendientes a la derrota de la extrema derecha “en coaliciones que van del centro a la izquierda” en una lucha durante la cual se ha de recomponer una identidad resquebrajada.