Como Maradona ahora, durante un tiempo se pensó que el doctor René Favaloro fuera la imagen de un billete nacional, el emblema del hombre capaz y honrado, el alumno de Ezequiel Martínez Estrada, el médico platense que pasó de Jacinto Arauz, La Pampa, a Estados Unidos para volverse cirujano, inventar el by-pass y hacerse mundialmente famoso al punto de que se lo viera como candidato al Premio Nobel. El periodista y ensayista Pablo Morosi ofrece en “Favaloro. El gran operador” (Marea Editorial) una biografía documentada y critica que escapa de las habituales, apologéticas. Dialogamos con él.
Periodista: ¿Qué le intrigó de la vida de Favaloro como para volver a contarla?
Pablo Morosi: Los tres saltos que modificaron totalmente su vida: su paso de La Plata a La Pampa, de allí a Estados Unidos y de Estados Unidos a la Argentina. Saltos drásticos y muy extraños. Me intrigaba por qué esas decisiones. Iba a seguir en el Policlínico de La Plata, donde hizo su residencia, y de pronto, en 1949, se va a La Pampa. Por qué, no se entiende. Se dice que se fue al no aceptar un trabajo, que le correspondía, porque lo obligaban a adherir al peronismo. Eso tuvo que ver con su militancia estudiantil reformista, de la que se habla muy poco. Tenía la influencia de su tío Arturo, médico que marcó su vocación, que era radical, uno de los fundadores de FORJA. Él era un conservador nacionalista. En “Recuerdos de un médico rural” critica duramente a Evita y al clientelismo peronista.
P.: ¿De Estados Unidos volvió cambiado?
P.M.: Cuando volvió, en 1971, pensaba de otro modo el país. Entendió que para llevar adelante su proyecto, que no era sólo crear una clínica sino organizar de otro modo la salud pública, al estilo canadiense, con una bolsa de dinero del Estado que se divida entre todos los ciudadanos, había que negociar, ser flexible, sacarse fotos con quienes fueran. Es lo que hizo desde entonces con todos los gobiernos, del signo que fueran. Pero no logró interesar a los dirigentes. Estaban las obras sociales y había intereses creados imposibles de desarmar.
P.: Favaloro fue médico, profesor, inventor del by-pass, historiador, gourmet…
P.M.: Fue un ser simple que fue en busca de su destino. Cuando llegó a un pueblito de La Pampa, a remplazar momentáneamente a un colega, se encontró en un lugar sin infraestructura, y construyó una clínica con ayuda de la gente, tan actualizada como la de Santa Rosa. Hizo fortuna en esa clínica. Cuando llegó a la Cleveland Clinic Foundation, gracias a la recomendación del profesor Mainetti, prácticamente no hablaba inglés. Le dijo a su mujer: si esto no funciona me pongo a hacer pastas con uno tanos amigos.
P.: Y ahí es donde pasa a ser Favaloro el inventor del by-pass.
P.M.: Cleveland Clinic era la meca cardiológica del mundo. Las enfermedades cardíacas eran la principal causa de muerte. En 1962, las operaciones de corazón eran aún de ciencia ficción. Cuando terminó de formarse allí, encontró el by-pass. En realidad lo que hizo es protocolizar el by-pass, ya había experimentos en EE.UU. y en otros países. Decía: no inventé nada, seguí una línea que venían investigando otros antes que yo. Él detalló el procedimiento y lo publicó en una revista científica. Eso hizo que pudiera ser usado por otros médicos en cualquier quirófano del mundo. Así creció exponencialmente la sobrevida. Se dice que si no le dieron el Nobel es porque se lo dan a quien logra la cura de una enfermedad, y Favaloro lo que había conseguido era un tratamiento. Fue visionario, audaz, confiado en sí mismo y consagrado a su trabajo.
P.: ¿Qué lo llevó al suicidio?
P.M.: Una decisión así siempre tiene muchos factores. Los problemas económicos de la Fundación existieron desde que se creó. Era un barril sin fondo, no se podía operar gratis con insumos en dólares. Favaloro pedía y todo le dieron, pero si iba a seguir operando gratis debía seguir pidiendo. Había muchas deudas y un gran descontrol administrativo. El problema económico fue un golpe muy fuerte. Hoy el esquema de la Fundación es otro, para poder reflotarla. Hubo asuntos sentimentales, la relación con una mujer mucho más joven, que le hacía mucho bien, el problema fueron los pruritos del entorno. Las cartas que dejó hablan de la Fundación pero la enmarca en un país absolutamente corrupto. Eso lleva a encontrarle por ese lado una explicación a su final, cuando se trató de meras razones de su intimidad.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
P.M.: Una biografía tan diferente de Ernesto Sábato como esta de Favaloro.