Lisy Smiles / La Capital
“A mí me gusta Moreno”, dice Silvia, estudiante de antropología, pero apenas lee la primera página del libro “Moreno, el fuego que inventó la patria”, de Miguel Wiñazki, agrega: “Sonamos, se me cayó un ídolo”. El efecto se logró. Es que el autor abre su ensayo histórico sobre el prócer con un fragmento de la Representación de los Hacendados, donde el revolucionario dice. “Deberían cubrirse de ignominia los que creen que abrir el comercio a los ingleses en estas circunstancias es un mal para la Nación y para la provincia”.
Wiñazki es periodista y filósofo. Esa conjunción recorre el libro sobre Moreno, publicado por Editorial Marea. El autor bucea en los escritos originales del prócer, maneja distintas fuentes historiográficas y busca armar un perfil del revolucionario moldeado por las ideas que recorrieron la época.
“Yo tenía una imagen simplista de Moreno, el trabajo consistió en deconstruirla y empezar a ver qué era lo que él había escrito”, explica Wiñazki en diálogo con Señales.
Para esa tarea, el autor utilizó herramientas de la fenomenología que lo llevaron a investigar cuestiones muchas veces contraria a sus creencias. El resultado: un Moreno complejo, ligado a la Iglesia Católica, aunque no al Vaticano; un intelectual brillante que anuncia la caída del régimen colonial pero que se convierte, a la vez, en el intelectual orgánico de los ganaderos bonaerenses en ascenso; un denunciante de la explotación que España infligía a los indígenas pero un propulsor del comercio con Inglaterra, y un defensor de la libertad de prensa pero que funda un periódico atado al gobierno de turno: la Primera Junta.
—¿Por qué la elección de Moreno?
—Porque es un conflicto filosófico encarnado. Es el paradigma ideológico de la España contrarreformista que concluía y también de los postulados ideológicos del iluminismo, del mercantilismo italiano y del liberalismo británico. Esos dos modelos filosóficos chocan en el mundo, y también chocan en él, generan una transformación y propician una revolución.
—¿La figura de Moreno aparece como pura construcción?
—Sí, creo que hay dos dimensiones: una historiografía menos ficcional que otra, menos ajustada a los intereses económicos de cada momento. Pero, efectivamente, Moreno es una invención. Una invención conveniente, deseada.
—Entre los que lo construyen están tanto Mitre como José María Rosa, y ni hablar del propio Manuel Moreno, hermano de Mariano, algo así como el fundador del mito.
—Exactamente, Mariano Moreno es la biografía que Manuel Moreno nos legó. El es el gran constructor y también Mitre, que es el gran inventor de la historia argentina. Invención en el buen sentido, porque alguien tenía que inventarla. No hay país que no invente su historia, en algún sentido. Y (José María) Rosa supuestamente lo desmitifica pero amparado en mitologías, ideologías, y tal vez no tan afecto a la investigación pura y dura. En el caso de mi libro la base son los escritos de Mariano Moreno.
—¿Y cómo es el Moreno que construís vos?
—En filosofía hay un método que consiste en poner entre paréntesis los prejuicios: es la fenomenología. Yo traté de hacer eso, mi fuente esencial fueron los escritos de Mariano Moreno. También me gustó el juego del fuego y el agua. Ahí el Moreno que construyo es el que simboliza una Argentina, y esa es la intención ensayística del libro, la Argentina ígnea y si se quiere la Argentina intemperante, que finalmente termina horriblemente y enigmáticamente en el fondo del mar.
—¿Por qué la izquierda lo reivindica cuando bregaba por una alianza con Inglaterra?
—Da la impresión que reivindica el Plan de Operaciones, como un modelo revolucionario. Ahí coincido con el historiador Nicolás Shumway, que dice que en ese plan hay más bien aires de la España inquisitorial que de una revolución que nos llevaría a un mundo mejor. Es la España del tormento y del flagelo, de la sangre para los impíos que no comparten la misma fe y, si uno analiza la vida y lo que yo denomino el primer Moreno, eso está profundamente en él.
—A la vez, Moreno, según tu ensayo, es el intelectual orgánico de los hacendados.
—Moreno es el apoderado de los hacendados de la provincia de Buenos Aires, hoy sería algo así como el abogado de la Sociedad Rural. Yo no sé si esto es revolucionario, contrarrevolucionario o emergente pero fue así, y en una medida esa fue su revolución. El fue el intelectual orgánico de los hacendados en alianza con los ingleses que buscaron su aliado natural en esa gente, y eso tramó un esquema de país centralista, agroganadero y oligárquico.
—Entonces, ¿Moreno, fue un revolucionario?
—Lo fue porque encarnó una mutación de paradigmas y modelos. Es uno de los protagonistas del giro copernicano de esa economía colonial que concluía ante un nuevo esquema de apertura liberal, neoiluminista. Lo que sí es cierto es que la dominación literal del colonialismo español termina y Moreno, con mucho zigzagueo, es miembro de esa Primera Junta que comienza con la ruptura del pacto colonial.
—La muerte de Moreno es un gran misterio en la historia, pero fue un misterio con bastantes señales, como viajar hacia Inglaterra a comprar armas.
—El lleva un mandato de la Junta, en el que uno de los puntos, si no el central, era comprar armas en Inglaterra para la revolución. Y va con personajes complejos, traficantes de armas, como Manuel Aniceto Padilla que generó fácticamente la fuga de Beresford. De todas maneras, es muy difícil sancionar jurídicamente si fue asesinado o se murió. Es difícil ver el móvil. ¿Por qué habrían de matarlo los ingleses cuando iba a comprarles armas? Mariano Moreno era como él se denominaba “un gran amigo de Inglaterra en estas tierras”. También es verdad que tenía enemigos en Buenos Aires. De hecho no se sabe de qué murió. Y lo más llamativo es que Manuel Moreno escribe apenas muerto su hermano y después no vuelve sobre la historia, no hace de eso la causa de su vida.
—Según tu ensayo el Moreno periodista también tenía lo suyo, como el planteo de una libertad de prensa condicionada a las buenas noticias para el gobierno.
—Totalmente, Moreno con toda claridad observa que es clave comunicar las acciones de gobierno y por eso funda La Gaceta de Buenos Aires, pero anteceden a ese medio otros periódicos con menor dependencia de los poderes. La Gaceta era directamente el órgano de una junta revolucionaria. Moreno plantea esos condicionamientos, no los esconde. Dice, por ejemplo, que si hay malas noticias para la Junta había que tirar menos ejemplares. Entonces, por qué no celebrar el Día del Periodista el 3 de marzo en recuerdo del Correo de Comercio que no estaba atado a un gobierno y en el que escribían Belgrano, Castelli y el propio Moreno.