El túnel; Sobre héroes y tumbas, y Abaddón el Exterminador son las únicas tres novelas que escribió Ernesto Sabato y con las que logró el elogio de otros grandes, como Albert Camus, Graham Greene y Thomas Mann. Desde los años cincuenta, el autor argentino se fue transformando en todo un fenómeno editorial no solo por aquellos textos literarios, sino por su extensa obra ensayística, que le valió ser uno de los más leídos y admirados. Luego, con los años, hay quienes dicen que perdió cierta vigencia. Sin embargo, a 110 años de su nacimiento y a diez de su muerte, Sabato continúa formando parte del panteón de escritores que, con talento y estilo propio, integró el debate intelectual de la Argentina de su época y compuso algunos de los mejores libros de la letras hispanoamericanas.
Ernesto Sabato nació el 24 de junio de 1911, en la ciudad de Rojas de la Provincia de Buenos Aires. Hijo de inmigrantes italianos, fue el décimo de once hermanos. Estudio en La Plata y, si bien los escritores Pedro Henríquez Ureña y Ezequiel Martínez Estrada fueron de gran influencia, durante su primera juventud eligió estudiar ciencias físicas en la Universidad de La Plata, donde se doctoró en 1938. Durante aquel periodo, se acercó al partido comunista y, en 1933, fue elegido Secretario General de la Federación Juvenil Comunista.
Se dice que durante ese tiempo conoció a la estudiante Matilde Kusminsky Richter, con quien se casó en 1936. Sus ideales comunistas se fueron diluyendo, a partir de las noticias que llegaban sobre la dictadura soviética de Iósif Stalin. El propio partido en el que militaba intentó enviar al futuro autor a las Escuelas Leninistas de Moscú. Sobre la Unión Soviética, Sabato creía que “era un lugar en donde uno se curaba o terminaba en un gulag o en un hospital psiquiátrico”. Por eso, cuando todavía estaba en Bruselas como delegado del Partido Comunista de la Argentina por el Congreso contra el Fascismo y la Guerra, decidió viajar a París, ya que creía que, en el gigante euroasiático, no sobreviviría. Fue en la capital francesa cuando tomó contacto con los referentes del surrealismo y comenzó a escribir su primera novela, La fuente muda, de la que solo publicaría una parte (El túnel) en la revista Sur,editada por Victoria Ocampo.
Sabato escritor
El comienzo de la década de los cuarenta fue también el inicio de su carrera como escritor. Y lo hizo en el campo de la crítica y el ensayo. Sus primeras colaboraciones aparecieron en la revista Teseo de La Plata, con un artículo sobre la novela de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel; y otros en el diario La Nación y en la revista Sur. También se abrió camino como traductor: trajo al español las obras Nacimiento y muerte del sol, de George Gamow, y El ABC de la relatividad, de Bertrand Russell. En 1945, publicó su primer libro, Uno y el Universo, en el que reúne distintos artículos con los que empieza a explorar y a criticar esa aparente neutralidad moral que se le adjudicaba a la ciencia. A partir de ahí también advertía, con el avance frenético de las tecnologías, ciertas consecuencias deshumanizadoras. Por esta publicación, obtuvo el Primer Premio de Prosa de la Municipalidad de Buenos Aires.
Tres años después, y luego del rechazo de distintas editoriales, la editorial Sur publicó El túnel, su primera novela de corte psicológico y existencialista que narra la historia del pintor Juan Pablo Castel quien, desde la cárcel, reflexiona sobre las causas que lo llevaron a matar a la mujer que amaba, María Iribarne. La novela llegó a la pantalla grande en tres oportunidades, de la mano del director argentino León Klimovsky, y de los directores españoles José Luis Cuerda y Antonio Drove. Con El túnel, Ernesto Sabato dio un paso fuerte y firme dentro de las letras argentinas de fines de los cuarenta, que lo posicionó como uno de los escritores más prometedores de su generación. Y así lo hizo.
No obstante, más allá del estrellato que supo conseguir el autor argentino —en 1984 ganó el prestigioso Premio Miguel de Cervantes, el mismo que había ganado Borges en 1979, entre múltiples distinciones que recibió en su vida—, hay quienes comentan que durante los últimos años, sobre todo luego de su muerte el 30 de abril de 2011, se lo nombra muy poco más allá de ciertos círculos académicos específicos. Pero en el exterior, la cuestión parece ser distinta. Aún así, hay posturas diversas al respecto.
La escritora argentina María Rosa Lojo, por su parte, comentó: “Me parece que Sabato fue, en cierto modo, excluido de cierto canon académico argentino dominante. Y esto no es así en otros lugares del mundo. Realmente, se siguen produciendo libros, tesis, etc., en generaciones más nuevas. Por otro lado, en la Argentina más allá de ciertos circuitos académicos, Sabato es también un autor leído, que sigue vendiendo libros. El túnel, por ejemplo, sigue teniendo impacto. Sobre héroes y tumbas sigue siendo una novela muy importante, un clásico de las letras hispanoamericanas y así lo consideran en otros lugares".
Sabato, además de sus tres novelas, dejó una extensa serie de ensayos entre los que se destacan: Hombres y engranajes (1951); Heterodoxia (1952); El escritor y sus fantasmas (1963); Cartas a un joven escritor (1975); Diálogos con Jorge Luis Borges (1976), entre tantos otros. En muchos de estos ensayos, como en su producción literaria, se pueden reconocer distintas preocupaciones y ejes temáticos que se mantuvieron a lo largo de su producción. Pero en sus novelas parece haber una profundización de muchas de sus ideas. Al respecto, Lojo agregó: "El pensamiento que él mismo llamaba como 'diurno' de los ensayos era pobre a lo que el arte como lenguaje integral podía expresar. Toda su novelística plantea críticamente por dónde pasa el conocimiento en nuestra sociedad y el problema del orden, del poder, del saber y de la necesidad de romper esos estereotipos y esquemas para ingresar en otros modos de conocer. Ese es uno de los grandes ejes de sus novelas”.
Sin embargo, el Sabato ensayista no dejó de reflexionar para exponer “con lucidez los peligros que amenazaban a la humanidad”, como sostienen los periodistas argentinos Sandra Di Luca y Pablo Morosi, en una de las biografías más completas sobre el autor argentino: Sabato, el escritor metafísico (Marea editorial). En este texto exhaustivo, ambos nos cuentan más sobre la vida y legado no solo del autor de El túnel, sino también del "niño nacido en Rojas, el físico sobresaliente, el militante anarquista, el escritor exitoso, el polemista, el mujeriego, el ciudadano ilustre, el referente de la moral, la celebridad que atraía a los fotógrafos, y también al hombre culposo, agobiado, profundamente melancólico y eterno buscador del sentido de la existencia humana".
-¿Cuál es la importancia de Ernesto Sabato dentro de las letras argentinas? ¿Cuáles fueron sus aportes a la literatura y al ensayo en esta parte de la región?
-Sabato fue el escritor más leído de su época. Constituyó un fenómeno editorial, pero también se erigió en una figura con gran participación, cuyas ideas influyeron en la esfera social y política del país. El túnel ha sido la puerta de ingreso a la literatura de muchas generaciones y Sobre héroes y tumbas es una de las novelas más importantes del siglo XX en lengua castellana. Sus ensayos sobre el destino de la humanidad y la crisis del endiosamiento de la tecnología tienen aún hoy una enorme vigencia, pese a que fueron escritos de mediados del siglo pasado. Muchas de sus actitudes y planteos políticos —no exentos de algunas sinuosidades— generaron siempre febriles discusiones, pero nunca indiferencia.
-¿Hay semejanzas y diferencias entre el Sabato literario y el ensayista?
-En general traza en ambos registros un panorama bastante oscuro para el hombre, siguiendo un itinerario consecuente que indaga sobre los misterios de la existencia humana. Las novelas han sido consideradas como un enorme ejercicio de autoafirmación mediante el cual el autor expurga su interioridad atribulada, pero ese desgarro procede de la realidad sobre la que reflexiona en sus ensayos y que cuestionan la forma de vida, la alienación, la falta de afectos de la vida moderna que tiene como fondo una crisis de carácter espiritual. No obstante, siempre dejaba abierto un resquicio para el renacimiento a partir de la esperanza que es, en su universo, uno de los motores que da combustible a la humanidad. Fue un gran polemista y, desde la tribuna del periodismo, defendió sus ideas con firmeza, independencia y autenticidad.
-En relación con el Sabato culposo, agobiado y melancólico que describen también en la biografía, ¿creen que en su propia obra logró encontrar sentido a la existencia humana o son más fuertes las preguntas, las inquietudes que las respuestas?
-Sabato merodea obsesivamente el misterio de la condición humana. Tiene una enorme eficacia para encontrar en sus textos el tono con el que pinta los colores, dramas y emociones que atraviesan las acciones de los seres humanos. Ese tipo de interrogantes constituye una busqueda consciente y constante en su obra. Aunque muchas de sus preguntas no tengan una respuesta certera resultan igualmente reveladoras y, aún hoy, conectan con las que cualquiera de nosotros podría formular.
-¿Hoy nos sigue convocando su producción literaria y ensayística? ¿Por qué creen que deberíamos seguir leyéndolo?
-En su búsqueda metafísica, Sabato indaga sobre el carácter ambiguo y contradictorio de la condición humana y en ello radica, precisamente, la universalidad y vigencia de su obra. El destino de la humanidad; el sentido de la vida, las pasiones, la soledad, las creencias, las obsesiones son tópicos sin fecha de vencimiento. No hay que olvidar que sus inicios en la literatura confluyeron con su abandono de la ciencia y sus recelos sobre la realidad a que nos llevarían los avances tecnológicos, la vida en las ciudades —que detestaba—, la injusticia, el cuidado del ambiente, entre otros asuntos.
-¿Últimamente, creen que hubo un poco de olvido con respecto a su obra o es una percepción equivocada?
-Sabato fue sometido a un proceso de cancelación que arrancó en sectores academicos e intelectuales que sesgaron su mirada forzando una crítica desmesurada y sin demasiados fundamentos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que su producción literaria se detuvo en 1974 tras la publicación de Abaddón, el exterminador. Si bien intentó regresar a la producción de ensayos en los noventa, cuando alumbró libros como La resistencia y Antes del fin en los que condensó memorias y reflexiones, la ausencia de nuevas novelas también operó como un elemento de marginación. Finalmente hay que tener en cuenta que durante los últimos cinco años de su vida estuvo totalmente aislado y muy enfermo, practicamente ajeno a la vida social.
-Para quienes todavía no lo han leído, ¿por dónde comenzar y qué cosas tener en cuenta?
-Las novelas funcionan como una trilogía. O sea que sería recomendable leerlas en orden cronológico. En cuanto a sus ensayos, si tuviéramos que destacar uno, sería Hombres y engranajes, porque es una guía cabal sobre su visión del mundo.